Such pretty forks in the road, de Alanis Morissette

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DISCOS

«Una artista a la que vale la pena seguir por sus letras, pero su nuevo envoltorio musical hace perder fortaleza a su discurso»

 

Alanis Morissette
Such pretty forks in the road
RCA DEUTCHLAND, 2020

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

Anda Alanis Morissette de enhorabuena discográfica por dos motivos. Por un lado, se lanzaba el 26 de junio la edición 25 aniversario de su disco por excelencia. Ese Jagged little pill que podemos calificar no solo del más impactante, influyente o mediático de todos los facturados por la canadiense, sino, y por qué no decirlo, también el mejor. Una publicación que se complementa con el documental Jagged little pill, live donde se recoge la gira que la artista realizó entre 1995 y 1996 para promocionar el álbum. Pero es que, además, Morissette tiene calentito, calentito su nuevo disco. Un Such pretty forks in the road que se convierte en su primer trabajo desde que en 2012 publicara el lejanísimo Havoc and bright lights. En este tiempo parece que Alanis se ha dedicado a su familia, aunque las malas lenguas aseguran que también ha tenido que hacer frente a algún problema de salud que aprovecha para tratar en alguna de las letras de su nuevo álbum.

 

 

En diciembre de 2019 conocíamos “Reasons I drink”, el primer sencillo extraído del disco y de lo mejor del lote, que ya indicaba por dónde iban a ir los tiros. Aquí lo que prima es el pop de arreglos rock, y no al revés, como había sucedido sobre todo en la primera parte de su carrera. Ese sonido se hará común a todas las canciones del disco. Unos temas que Alanis empezó a componer en 2017 con “Reckoning”, canción que hace referencia a sus problemas con la ley cuando fue acusada de fraude por un tribunal federal. Ella misma asegura que fue la chispa que le llevó a ponerse a componer de nuevo, y tras ella fueron cayendo el resto de temas hasta completar los once de Such pretty forks in the road.

Es Morissette una artista a la que vale la pena seguir por sus letras, pero su nuevo envoltorio musical —que ya no es tan nuevo— hace sin duda perder fortaleza a su discurso. Parece domada, estado del que solo sale puntualmente en temas como la citada “Reckoning”, “Losing the plot” o una impactante “Diagnosis”, donde describe con pelos y señales la depresión posparto que le asoló tras dar a luz a uno de sus hijos. Vale la pena volver en este punto a la citada “Reasons I drink”, una canción rotunda que utiliza de respuesta, a ratos confesional, a lo que apuntábamos anteriormente: todos aquellos que la habían acusado de sufrir trastornos alimentarios y problemas con el alcoholismo. «Estas son las razones por las que bebo / he estado trabajando desde que tengo memoria / desde que tenía un año», dice, y aprovecha para zurrar al mundo en el que se mueve, «razones por las que siento todo tan profundamente cuando no estoy medicada / y eso es todo, puedo comprar un Lamborghini / para compensar estos hábitos, para sobrevivir a esta industria enferma». Casi nada.

La lástima es que son pocas las ocasiones en que Alanis es tan cruda y directa, y estas se combinan con canciones como “Ablaze”, simplemente dedicada a sus hijos. Una pena que el tiempo y la ingrata madurez la hayan llevado a un terreno donde simplemente es una más. Alguien que canta muy bien y escribe todavía algunas buenas letras, pero, al fin y al cabo, una más. Y perder el factor diferencial es de lo peor que puede sucederle a una artista.

Anterior crítica de discos: The Bowie years, de Iggy Pop.

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