Txetxu Altube: «No hay quien me comprenda»

Autor:

«Cada vez creo más en hacer esas cosas y menos en enlatarlo o en venderlo todo preparado»

 

Resucitado en solitario después de Los Madison, y tras dos primeros elepés, Txetxu Altube publica un epé grabado en directo titulado Sesiones Black Betty, vol. 1. Una breve colección de canciones que ve la luz días antes de su estreno en Madrid (el sábado 11 en la sala Galileo Galilei). Mientras tanto, sigue acompañando en directo, a la guitarra y a los coros, a Los Secretos.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: MARTA PICH.

 

Los peces de ciudad se vuelven torpes cuando llueve en la capital. Hacen camino como pueden, abriendo el paraguas por debajo de las cornisas, aleteando para meterse en el metro. Y en los pasos de cebra, hasta los muñecos de los semáforos se mojan los pies. No es día de concierto, pero sí para Txetxu Altube, que después de haber dado clases de guitarra se prepara para probar sonido con Los Secretos. A cubierto, por supuesto, salvados por una carpa.

A Txetxu se le han anudado las canciones a la garganta y los brazos a la guitarra. Es un tipo especial, un habitual en las salas de pequeño y mediano aforo. Del Libertad 8 a Galileo Galilei, ya sea con banda o en acústico, al principio y al final de una gira o para la presentación de un nuevo disco, como si se tratara de una superstición. Después de —aproximadamente— una década con Los Madison, Altube continuó haciendo letras, plantando emociones donde luego salieron canciones, todas ellas floreciendo en un epé titulado Acústico (Producciones Acaraperro, 2014) y en dos largos: Cuestión de intensidad (Producciones Acaraperro, 2015) y Tras el huracán (Producciones Acaraperro, 2017). Y todo lo que quedó atrás hoy son las consecuencias —audibles— en un epé de seis cortes titulado Sesiones Black Betty, vol. 1 (Producciones Acaraperro, 2020). El próximo sábado 11 de enero, con el 2020 todavía de estreno, se volverá a vestir de gala para celebrar en Madrid (sala Galileo Galilei) su propia Nochevieja.

 

Dime una canción con la que te gustaría que te recordaran, tanto propia como ajena.
Pues ahora mismo con un tema que se llama “Cuesta ordenar la habitación”. Estoy en ese momento.

 

¿Por qué?
Porque, para variar, habla de mí bastante. He pasado una temporada revuelta en muchos sentidos y esa canción habla básicamente de eso. Salió muy rápida y creo que la gente que la ha escuchado se ha emocionado. Estoy muy orgulloso de ella y también me emociona escucharla.

 

¿Qué importancia tienen para ti estas seis canciones que componen Sesiones Black Betty, vol. 1?
Estaba en un momento en el que necesitaba reafirmarme en hacer las cosas como las estoy haciendo. Creo en lo que hago, en cómo armo las canciones y en quién confío para armarlas. Y creo que la alineación, el sitio donde está grabado, en directo, me representa bastante. Cada vez creo más en hacer esas cosas y menos en enlatarlo o en venderlo todo preparado. De hecho, lo siguiente que quiero hacer es un volumen dos. Todavía no sé con qué canciones, pero será el mismo formato, aunque no sé si con la misma banda. Depende de las canciones.

 

Entiendo que si hay un volumen uno tenía que haber un segundo, aunque no es obligatorio…
No es obligatorio, pero es la idea que tengo. Al poner un título así no pretendo obligarme a hacer algo exactamente igual, pero la idea es esa: seguir grabando canciones en directo, porque creo que es como mejor me desenvuelvo y como mejor me salen canciones, aunque tengan fallos.

 

¿Qué tipo de fallos?
Estas canciones tienen fallos de ejecución, digamos, y de tempo. Hay algunas que están un poco arrebatadas, pero quiero que se note que están grabadas en directo.

 

¿Cuánto tiempo has estado trabajando en estas canciones?
Como con estos chicos es muy fácil trabajar, realmente muy poquito. Las tenía de antes, evidentemente, pero las montamos en un par de tardes. La canción de la que te hablaba [“Cuesta ordenar la habitación”] salió prácticamente quince días antes. Entró tan fuerte en mi cabeza que decidí meterla también, pero al principio iban a ser cinco canciones.

 

«La gira de Los Secretos me ha dado bastante calma mental, económica y profesional, pero tengo que seguir dando clases para poder pagar el alquiler»

 

Entretanto, estás de gira con Los Secretos, has colaborado con Tam Tam Go! en “Un juramento entre tú y yo”, compusiste para Ricardo Ruipérez “Tardes de lluvia”… ¡Y además eres profesor de guitarra! ¿Cómo te da tiempo a hacer tantas cosas?
Por suerte o por desgracia, no soy un tipo que se siente todos los días a escribir canciones. Me siento a escribir cuando creo que tengo algo que decir, normalmente sobre mí. Entonces le dedico bastante tiempo a cosas que posiblemente me distraigan de escribir canciones, sobre todo el tema de dar clases, que lo hago básicamente porque hay que pagar el alquiler todos los meses. La gira de Los Secretos me ha dado bastante calma mental, económica y profesional, pero tengo que seguir dando clases para poder pagar el alquiler. Y saco tiempo de donde buenamente puedo. La gira con Los Secretos es muy fácil porque ellos lo ponen muy fácil. Trabajar con Ricardo también ha sido bastante fácil, porque es trabajar con José Nortes, en el fondo. Y lo de Tam Tam Go! fue una mañana. Al final sí se saca tiempo para hacer cosas.

 

La canción con Ricardo, “Tardes de lluvia”, también aparece en tu epé. ¿Tenías más canciones con él?
No. De hecho, la única canción que he aportado a su disco [En la distancia corta] ha sido “Tardes de lluvia”.

 

Pensaba que había alguna más, en plan boceto…
Cuando surgió la posibilidad de que Ricardo grabase disco, me fui a su casa, a Murcia, y me enseñó su material. Él todavía estaba dudando a la hora de cantar, porque era la primera vez que cantaba en un disco, y confió en mí para echarle una mano. Escuché los temas y los dejé cantados para que pudiese trabajar con el material que tenía entonces, aunque luego sacó mucho más material para el disco.

 

¿Cuántos temas has compuesto tú para este epé?
Habrán sido como trece o catorce canciones, pero he elegido las que quería que sonasen con este formato y con esta formación. “Kriptonita” era la titular del epé, la quería armar con ese sonido. Por eso elegí las canciones que quería que sonasen así, con ese timbre y esa banda, para grabarlas tal cual.

 

“Kriptonita” es una canción en primera persona con una letra intimista sobre tus inseguridades: «Eres mi debilidad, mi botón del pánico… Un material inflamable, eres mi debilidad». ¿Quién o qué es tu kriptonita?
Es una persona en concreto que me quita los superpoderes. No me considero Superman, pero es un poco esa metáfora, esa imagen de Superman cuando le acercaban la kriptonita y perdía todos los superpoderes. Pero no son superpoderes entendidos como autoestima, sino que si llama esa persona o necesita algo, voy.

 

 

Para este trabajo has contado con una banda formada por David Castro (guitarra acústica), David García (piano), Javier Celada (whistles y bodhran), Marta Andrés (voz y coros), Jitka Kubesova (violín) y Milena Brody (viola). En la producción, por supuesto, ha estado José Nortes. Tenía que estar sí o sí, ¿no?
Sí, sí. Y a fecha de hoy no tengo previsto cambiar de opinión, por muchos motivos. Son muchos años trabajando con José. Todas las canciones que he editado, ya sea con Los Madison o en solitario, siempre las ha producido él. De hecho, con Los Madison se barajó la posibilidad de cambiar de productor, pero yo no estaba de acuerdo, porque estoy cómodo en el estudio con José; nos entendemos bien, el trabajo siempre es súper fácil, sabe lo que yo quiero de las canciones, y lo conseguimos, me presiona para sacar lo que cree que soy capaz de dar… y no barajaba otra posibilidad.

 

¿Qué ha sido de los Street Wings?
Jitka ya no vive en España, pero siguen funcionando. Están planeando hacer conciertos ahora en marzo, otra vez.

 

Marta Andrés canta contigo “Cuesta ordenar la habitación”. ¿Se planteó que la canción debía tener una voz femenina?
Que sea una voz femenina no es porque sea una voz femenina en sí, sino porque es Marta Andrés. Me habló de ella José Nortes, porque también ha producido su último trabajo, y fui a verla un día al Café La Palma. Recuerdo que llegué tarde, justo a la mitad de “Salvaje”, que es la canción que me voló la cabeza, y según entré por la puerta y vi lo que estaba haciendo supe que tenía algo especial. Igual estuve, sin exagerar, dos semanas escuchando solo “Salvaje”. Cuando ya estaba terminando de cantar “Cuesta ordenar la habitación”, me imaginaba la voz de Marta en la canción y se lo propuse. Es un lujazo.

 

Cuando compones, ¿siempre te imaginas solo tu voz o también la acompañas con otras voces?
No pienso en otras voces, compongo las canciones para mí y luego, si las quiere cantar otra otra persona, se valora. No soy de escribir ochenta canciones para un disco, tengo un filtro, y si no me convence cómo va la canción, no la termino. Si me atasco, no termino. Y si la termino es porque creo que es lo suficientemente buena como para publicarla. Es un poco egoísta por mi parte.

 

Por lo que he escuchado, “Cuesta ordenar la habitación” está muy cercana a Tras el huracán, con canciones como “Perdedor”, “No lo abandones”. ¿Existe ahí una continuidad?
Sí. En cuanto a Tras el huracán y en cuanto a sonidos también. Me comentan mucho el tema de las flautas, pero no puedo dejar de hacer las cosas que me emocionan. Si no me creo lo que estoy haciendo, no soy capaz de sacarlo y de editarlo, y cuando creo las canciones, escucho melodías, escucho la flauta… y me emociono. Tengo la suerte de contar con el mejor tipo que toca la flauta en este país, Javier Celada, y me aprovecho de eso. Cuando estaba ideando “Cuesta ordenar la habitación”, y la empecé a escuchar en mi cabeza, me acordaba de “Desordenada habitación”, de Antonio Vega, pero la versión que canta con Enrique Urquijo y Los Problemas. Por eso quise meter violines en esa canción y en el resto no, porque quería hacer un guiño, una especie de homenaje a Antonio y a Enrique y a ese sonido.

 

¿No impone tocar con Los Secretos?
Al principio sí, pero me lo ponen tan fácil… Son una familia, en todos los sentidos. Todo el equipo, no solo ellos. Pero me imponen sobre todo los sitios en los que estamos tocando, como el Teatro Real, el Liceu, el Palacio de Deportes [WiZink Center], el Teatro Alcalá… Son sitios increíbles. Tocar con Los Secretos no se me pasaba por la cabeza cuando empezaba a hacer esto. ¿Quién me iba a decir a mí, cuando compré la cinta de Adiós, tristeza, que pasados unos años iba a estar tocando con ellos esa misma canción?

 

También habías tocado con Miguel Ríos…
Sí, pero en el fondo es exactamente igual; algo he tenido que hacer bien y algo tiene que estar pasando, pero son cosas que todavía no soy capaz de agradecer. Para mí, tocar con Los Secretos es un parque de atracciones y disfruto como un niño pequeño.

 

¿Qué es lo que pasa entre canción y canción?
Muchas cosas, sobre todo relaciones personales, que es de lo que me nutro más. Y si no son relaciones personales, son consecuencias de esas relaciones personales que me revuelven. Entonces, cuando estoy tranquilo, la fábrica de canciones de Txetxu Altube está en barbecho. De vez en cuando hay que rascar un poquito, meter la pata, intentar hacer cosas, conocer gente, dejarse llevar… No lo hago por eso, pero si pasa, aprovecho.

 

¿Cómo surgió “Lo soñaba”? ¿Fue un sueño? ¿Otra relación?
Habla de recordar la relación que hay en Tras el huracán y de darle vueltas a si me equivoqué o no al dejarla.

 

¿Y crees que te has equivocado?
No. Bueno… He respondido muy rápido y tengo muchas dudas al respecto [risas]. Lo que pasa es que luego le doy muchas vueltas a las cosas.

 

Me gustó mucho “Cuando vuelvas a aparecer”. Aprecio que las guitarras son de doce cuerdas, algo que me recuerda a Los Secretos.
De hecho, la guitarra que suena es de Álvaro Urquijo, que me la dejó. Es una Lowden, una guitarra irlandesa que suena increíble. La probé en su casa y le pedí que me la dejara para grabar con ella. A la hora de componer, si tocas con una guitarra de doce cuerdas te lleva hacia un lado, pero si arrancas con un piano te lleva hacia otro. Y si compones con una guitarra de seis cuerdas y de repente le quieres meter una mandolina, te evoca a según qué sitios. Para mí, las guitarras de doce cuerdas son muy importantes, me gusta muchísimo su sonido, creo que aportan mucho, dan un brillo y una dulzura a las canciones que me gustan. Gente como Tom Petty… El sonido de Los Secretos de toda la vida.

 

 

Continuando con “Cuando vuelvas a aparecer”, hay un momento en el que cantas «no te querías marchar», y parece que la voz se te agarra a la garganta.
Nos guiamos por las tomas, por si la toma de la canción emocionaba. Hicimos cuatro o cinco de cada una, pero no más, por la frescura que te decía. Elegimos la que más nos emocionaba a José y a mí, y si tenía algún fallo no pasaba nada. No sé si es en “Lo soñaba”, pero hay una «s» que se me cuela, que parece que la digo dos veces seguidas, y así se ha quedado. Y me parece perfecto. Si es algo tan minucioso, al final acaba perdiendo la dulzura y la frescura que creo que tienen las canciones. En Tras el huracán hicimos lo mismo: grabamos las canciones sin ensayar. Yo se las mandé a los chicos y las ensayaron cada uno por su cuenta. Fue una locura y salió bien.

 

¿Cómo «escudar» la voz, como cantas en “Rosas blancas”? Puede entenderse desde el punto de vista técnico o poético también.
Cada vez confío más en lo que hago con la voz, pero al principio tenía muchísimas dudas. Si siento lo que estoy cantando, creo que eso aporta a la voz. Pero en el fondo todo va por lo mismo. Si tengo una sensación al cantar una canción, al final hay algo extra que sale con la voz.

 

«Si termino una canción es porque creo que es lo suficientemente buena como para publicarla»

 

Antes hablábamos de componer con una guitarra de doce cuerdas, pero en “Rosas blancas” es el piano el instrumento protagonista.
Sí. Esta canción la hice con la guitarra y luego añadí un arreglito. Después, David [García] la completó y le dio su alma. David es un tipo que toca el piano espectacular y se la llevó a su sitio, la hizo suya, y por eso suena como suena. Lo que hago en casa con el piano son cosas muy básicas que, aunque estén mal, me sirven para maquetar y para darle ese ambiente y el corazón. Hay veces que una canción me pide un piano, una mandolina, una armónica… o a veces nada, solo guitarra y voz. Cuando maqueté en casa “Cuesta ordenar la habitación” era solo guitarra y voz, lo que pasa es que yo escuchaba los violines, y ese sí que es un instrumento que no sé tocar.

 

¿Esta forma de ensayar las canciones también lo vas a llevar al directo?
En el directo es distinto. No soy de ensayar infinito las canciones para un concierto. Aunque haya fallos, como te decía, prefiero que haya energía y que estén vivas las canciones cuando suenen. Los directos van a ser así y con esa formación. También tocará a mi hermano [Carlos Altube], que aunque no pudo grabar el epé, estará en la presentación de Madrid.

 

Tienes voces que te acompañan, coros, una banda… ¿Qué ha pasado para que ahora te cueste «asumir la soledad de madrugada», como dice la letra de “Cuesta ordenar la habitación”? Yo tenía entendido que tu disfrutabas con la soledad, o al menos eso contaba “Disfruto en soledad”, en Tras el huracán.
Ahí está. De eso habla la canción, de que hay momentos en los que disfruto en soledad y al día siguiente me genera dudas. Ese es mi problema y esa es mi cabeza, la pelea interna que tengo muchas veces cuando hay temporadas en las que necesito estar solo y temporadas de necesitar abrir la puerta de casa y que no haya vacío.

 

Eres como un gato…
[Risas] Puede ser una buena definición. He estado a punto de pillarme un gato, por cierto. Pero sí, puede ser. No hay quien me comprenda. Muchas veces no me comprendo ni yo.

 

¿Qué hay que hacer para comprenderte?
Tener muchísima paciencia [risas]. Si no me entiendo yo mismo muchas veces… Lo bueno es que tengo la opción, y me gusta. Y parece ser que no lo hago mal del todo cuando me pasa eso, cuando doy muchas vueltas a las cosas y tengo la cabeza desordenada, y la habitación, lo puedo soltar en canciones. Cuando consigo que esa canción que suelto me ponga los pelos de punta y me haga llorar, que me pasa muy a menudo, me desahogo.

 

¿Dónde está el fin del mundo para ti?
La tierra es redonda, parece ser, entonces no lo sé. El fin del mundo puede estar a la vuelta de la esquina. Pero no lo sé. Muy buena pregunta. Me has pillado [risas].

 

Venderás este epé en los conciertos y a través de la tienda online. ¿Por qué no en tiendas físicas?
Con Tras el huracán tampoco salían las cuentas. No sé el número exacto de discos que se han vendido en tiendas, pero han sido muy pocos, entonces no compensa. Tal y como está la industria ahora, creo que hay que tirar bastante de autoproducción. A no ser que cambien las tornas, tiene que ser todo autoproducido y autogestionado, meter pasta, que te la dejen para poder fabricar… y devolverlo como buenamente puedas con los conciertos. Está el tema muy complicado y hay que hacerlo así.

 

¿Sale a cuenta todo esto?
Sí, sí. Si no saliese a cuenta no lo haría. No me refiero a cuenta monetaria, porque seguramente no saldría, pero a cuenta personal sí. Es mi trabajo, me encanta lo que hago, y el día que no tenga energía y vea que esto no me reporta nada emocionalmente, entonces me echaré a un lado o me plantearé otro tipo de forma de defender las canciones. No lo sé. De momento, todavía hay ilusión para grabar, para fabricar, para la presentación… Aún hay ganas.

 

¿Crees que quedarán tiendas de discos en el fin del mundo?
Tal y como están las cosas, es complicado, aunque a mí me sorprende que ahora lo que más funcione es el vinilo. Yo no edito en vinilo por tirada y por economía, básicamente, no por otra cosa, pero hay mucha gente que compra vinilos sin tener reproductor en casa. Es un poco extraño; se venden menos cedés pero se venden más vinilos; cada vez hay más sitios en las tiendas de discos para vinilos que para cedés. Es paradójico. Pero no sé si quedarán tiendas de discos en el fin del mundo tal y como están las cosas. Nos quedaremos los románticos.

Artículos relacionados