Two days ‘til tomorrow, de The Beau Brummels

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DISCOS

«Impresionantes canciones, con ese justo punto de energía, sutilidad y acidez que las lleva a una resolución magistral»

 

The Beau Brummels
Two days ‘til tomorrow
HANKY PANKY RECORDS, 2021

 


Texto: CÉSAR PRIETO.

 

The Beau Brummels fue un grupo californiano de mediados de los años sesenta que parecía totalmente británico. De hecho, si haces el experimento de ponérselos a algún aficionado a la época que no los conozca, te los va a situar sin dudar en el swinging London. Cierto es, sus influencias están ahí, aunque fueron un grupo que entraba en el mismo saco y que estuvo a la altura de The Byrds, Lovin’ Spoonful o Buffalo Springfield. La historia, sin embargo, no les ha hecho justicia.

Sus valores musicales se encarnaron sobre todo en las composiciones y la guitarra de Ron Elliot y la magnética voz de su cantante, Sal Valentino, que consiguieron aliar las experiencias folk rock que estaban tomando solidez a mediados de los sesenta con el beat procedente de las Islas Británicas. Y de ello se derivan enormes, impresionantes canciones, con ese justo punto de energía, sutilidad y acidez que las lleva a una resolución magistral.

Por sus versiones los conoceréis. Tras dos elepés en el sello Autumn Records, pasaron a Warner, quien les obligó a que su tercer álbum fuera de versiones. En contra de sus deseos, eso sí. Ahí encontramos a The Beatles –con “You’ve got to hide your love away”, una de sus canciones más americanas– y The Rolling Stones de ganchete con Bob Dylan o Simon&Garfunkel. El fracaso de ventas les hizo cambiar de espectro y su cuarto trabajo ya gozan de toques de psicodelia y un aire experimental. Visto que volvían a topar con la incomprensión, decidieron tomar el camino del country rock. Fue el último elepé. Ahí acabó todo.

Sin embargo, dejaron, aparte de estos trabajos, un puñado de singles que no forman parte de los álbumes originales, que por primera vez se reeditan en vinilo y que lo hacen en sus mezclas mono originales. Así podemos descubrir maravillas como “One too many mornings”, que revela bien a las claras los dos cauces que fluyen en su música, como si a TheByrds les hubieran prestado sus guitarras los Beatles de los primeros tiempos.

En “Two day stil tomorrow” los papeles se reparten, las estrofas son puro country rock y los estribillos tienen aire beat, la ingenua energía de la invasión británica que, en “Fine with me”, llegan a rozar los coros chicleteros. La sección más americana, sin embargo, poco a poco va bebiendo más de Bob Dylan. “Long walking down to misery” es absolutamente deudora de sus estructuras y “Lower level”, más melancólica y llena de dulzura, recoge en su final dejes y fraseos dylanianos.

Todavía hay tiempo para llegar hasta sus singles finales, más psicodélicos, sobre todo “Cherokee girl”, directamente sacada de un western al que se le añadiera cierto toque hindú. Un toque que también se deposita –con sitar incluido– en el primer single de Sal Valentino en solitario, “Alligator man”, puesto que el disco también recoge sus dos sencillos para Warner, difíciles de conseguir, en los que se hace acompañar de la plana mayor del rock californiano, Van Dyke Parks y Ry Cooder incluidos.

Son cuatro canciones que, con la excepción de la indicada, no se apartan del country canónico. Es ya otra historia. La voz de Valentino había sido mucho más íntima. En “Shereigns” destacaba su registro, que va recorriendo la canción a la altura de los cantautores con más personalidad del periodo, como Scott Walker o Nick Drake, aunque la carrera de este británico nacido en Birmania arrancó un tanto posteriormente. En “I’m a sleeper”, uno de los últimos singles de The Beau Brummels, es tan intimista que se acerca a Leonard Cohen. Merece la pena escuchar toda la producción del grupo californiano, con muchísimo más talento del que la historia del pop ha sancionado, pero sobre todo hacerse con estos singles, su evolución compactada en once hermosas y enérgicas canciones, y cuatro más de su cantante en solitario.

Anterior crítica de discos: Flore, de Gabriel Ríos.

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