The other sides, de Kate Bush

Autor:

DISCOS

«Lo más proteico de esta recopilación —solo imprescindible para fans acérrimos o completistas, ya lo avisamos— está en el disco de las versiones»

 

Kate Bush
The other sides
WARNER , 2019

 

Texto: CARLOS PÉREZ DE ZIRIZA.

 

Los tiempos de Kate Bush rara vez han ido en sintonía con los requerimientos de la industria. Esta mujer siempre ha hecho lo que le ha dado la gana. En cada momento. Y solo cuando el cuerpo se lo pedía. Por eso no es de extrañar que lleve ocho años sin desvelar material nuevo, y desde entonces tan solo haya despachado un directo, Before the dawn (2016), que ilustraba su triunfal gira tras un cuarto de siglo sin pisar los escenarios. Ahora se ha puesto a la faena de remasterizar los primeros capítulos de su discografía, y dentro de esa estrategia —consecuentemente llamada Remastered— también se inscribe ir editando material oculto u opaco: en esta ocasión, una colección de caras B, remezclas y versiones de canciones de otros artistas, que se agrupan bajo el nombre de The other sides en cuatro cedés, 34 canciones en total.

Dado que las remezclas tampoco aportan ángulos rematadamente jugosos a unas canciones tan sobresalientes y casi imposibles de mejorar, más allá de esponjar su contenido, lo más proteico de esta recopilación —solo imprescindible para fans acérrimos o completistas, ya lo avisamos— está en el último de sus discos, el de las versiones. Ahí es donde Kate Bush cumple con el que entendemos debería ser objetivo de toda relectura: malear el original de forma que trascienda el tributo mimético sin por ello renunciar a que la huella de quien versiona quede bien fijada. Es lo que hace con “Rocket man” y “Candle in the wind” de Elton John, el “Sexual healing” de Marvin Gaye, “The man I love” de Billie Holiday, el tradicional irlandés “Mná na hÉireann” o el cántico pesquero “The handsome cabin boy”, de Ewan MacCall. La misma selección es por sí misma reflejo de su idiosincrasia: la de una creadora sin prejuicios, atenta a lo popular y a lo culto, proclive a una sensibilidad (y sensualidad) muy marcada, siempre bajo el influjo de lo telúrico. Y completamente a su bola. Como siempre.

 

Anterior crítica de discos: Recital, de Honeybus.

 

 

Artículos relacionados