“The Kinks are the Village Green Preservation Society”, de The Kinks

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DISCOS

“Un trabajo pastoral, pionero en su concepción inocente del ecologismo y el gusto por las pequeñas emociones cotidianas”

 

 

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The Kinks
“The Kinks are the Village Green Preservation Society”
SANCTUARY/BMG, 2018

 

Texto: LUIS LAPUENTE.

 

En solo tres años, entre 1966 y 1969, The Kinks se ganaron un lugar privilegiado en el corazón de todos los amantes del pop inteligente, sensible e inspirado con cuatro álbumes sencillamente memorables, que aún hoy continúan escuchándose como un preciado regalo para los sentidos. Hablamos, claro está, de “Face to face” (1966), “Something else” (1968), “The Kinks are The Village Green Preservation Society” (1969) y “Arthur (or the decline and fall of the British empire)” (1969). Los cuatro han sido reeditados como se debe, en versiones expandidas y cuidadosamente remasterizadas, pero es el tercero, el menos apreciado en su momento, quizá la primera opereta pop de la historia, el que ahora recibe el tratamiento especial que merece. Al fin es reconocido como un prodigio de pop luminoso y decadente —en el mejor sentido del término—, quizá el mejor álbum publicado el año de gracia de 1968, aunque muchos siguen olvidando citarlo entre las obras maestras del género. Allá ellos.

Un trabajo pastoral, pionero en su concepción inocente del ecologismo y el gusto por las pequeñas emociones cotidianas, costumbrista y socarrón según las enseñanzas de Dickens o de Chesterton. Una hermosa, fascinante colección de maravillosas píldoras de pop cristalino, country juguetón, vodevil barroco y blues volátil que aboga por recuperar el amor por la vida afable y liviana, ese sentimiento perenne de nostalgia de viejos tiempos mejores, de la paz de la vida tradicional añorada en comunión con la naturaleza y con los amigos. Ese anhelado paraíso de tardes otoñales perezosas y soleadas, que tanto gustan a Ray Davies y a nosotros con él: quince canciones transparentes y adictivas, como una panoplia de historietas infantiles en colores pastel, desde la hermosa indolencia de ‘Village green’, donde brillan el piano y el clavicémbalo del gran Nicky Hopkins, hasta el descaro melódico de ‘Picture book’, ‘Starstruck’ y ‘Animal farm’, las guitarras afiladas de Dave Davies en ‘Last of the steam-powered trains’, la lírica naïf de ‘Phenomenal cat’, los aires cabareteros de ‘Wicked Annabella’ y ‘Do you remember Walter’ y el frenesí hedonista y rural de ‘Sitting by the riverside’ y ‘The Village Green Preservation Society’, con esa deliciosa declaración de principios: “Somos la Sociedad Protectora del Parque Rural / Dios salve al Pato Donald, los Vodeviles y las variedades…”.

¡Ah!, pero es que la edición que nos ocupa de este volumen esencial no es simplemente una más. Presentado en formato de doble cedé, con las correspondientes versiones en mono y estéreo, el álbum añade al repertorio original una larga serie de piezas obligatorias en el catálogo del grupo británico, como la extraordinaria ‘Days’, quizás la mejor de su carrera, y otras muchas (‘Misty water’, ‘Polly’, ‘Did you see his name’, ‘Lavender Hill’, ‘Rosemary Rose’, ‘Pictures in the sand’, etc), hasta ahora solo conocidas en singles y en dos espléndidas antologías de la época, “Kink kronikles” y el casi inencontrable “The great lost Kinks album”. Además, en esta ocasión se ha incluido una pieza inédita que justificaría por sí sola la edición del disco, esa fascinante balada titulada ‘Time song’, rescatada de las sesiones que conformarían el álbum “Preservation act. 1”, una canción encapsulada sobre el paso del tiempo, pequeña delicadeza melódica del mejor Ray Davies. Para kinkmaníacos y fetichistas como el que esto suscribe, hay una edición limitada super deluxe que incluye la versión en vinilo y en cedé del álbum con los citados extras, los singles originales que se editaron en vinilo, abundantes fotos, un libro conmemorativo y todo tipo de adminículos ad hoc, ese tipo de delicatesen que hacen salivar al aficionado más exigente.

Está todo muy bien, claro, pero lo verdaderamente imprescindible son las canciones de Ray Davies, y nadie mejor que el viejo zorro de Pete Townshend para situar este álbum en sus verdaderas dimensiones: “Para mí, ‘The Village Green Preservation Society’ es la obra maestra de Ray. Es su “Sgt. Pepper”, el disco que lo convierte en el definitivo poeta laureado del pop”.

Anterior crítica de discos: “Here if you listen”, de David Crosby.

 

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