Strays, de Margo Price

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DISCOS

«Este disco la muestra más libre de prejuicios que nunca, para buscar más profundidad en sus composiciones y correr algo más de riesgo»

 

Margo Price
Strays
LOMA VISTA/MUSIC AS USUAL, 2023

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

Hace poco editaba su libro de memorias, Maybe we’ll make it (Tal vez lo consigamos). Sí, su autobiografía, cuando solo cuenta con cuatro discos editados, y justo ahora que va a cumplir los 40. Pero es que hay en su vida demasiado como para dejarlo pasar: una mudanza a Nashville con solo 57 dólares para iniciar su carrera musical, el rechazo de una parte de la escena y las compañías discográficas de la ciudad, una familia que perdió la granja en la que vivían, la muerte de uno de sus gemelos recién nacidos, el empeño de su anillo de bodas, una temporada tras las rejas, una adicción al alcohol que la devoraba… A todo ha podido sobreponerse y hoy es una de las mayores estrellas del country rock.

Para su cuarto disco, Margo Price se embarcó en un viaje de seis días consumiendo hongos alucinógenos —¿no se había liberado de todas sus adicciones?— con su marido, Jeremy Ivey, en Carolina del Sur; y de ahí surgieron canciones en las que acaban saliendo a relucir sus demonios interiores, el cuestionamiento de su autoestima, su imagen y hasta el autosabotaje. En ellas, canta también a la libertad que le ha dado dejar de beber: «No tengo nada que probar, no tengo nada que vender», canta en su primer corte, “Been to the mountain”, antes de definirse como «Una amante, una reina, una vagabunda / Un diablo vaquero, un puente y una boxeadora / Una peregrina y un ladrona».

El disco, grabado con Jonathan Wilson en el Cañón de Topanga, a las afueras de Los Ángeles, la muestra más libre de prejuicios que nunca, alejándose un tanto del pop a lo Stevie Nicks y de las canciones más accesibles de su anterior trabajo, That’s how rumours get started (2020), que aquí solo encuentran su correlato en “Time machine” o “Radio”, para buscar más profundidad en sus composiciones y correr algo más de riesgo. Así, en su primera mitad suena más eléctrica y cercana al rock sureño de lo que nos tenía acostumbrados, como en “Been to the mountain” o “Light me up”—a lo Led Zeppelin—. Pero es en su segunda parte donde va más allá, dejándose llevar por una americana levemente psicodélica que alcanza sus mejores cotas en piezas como “Lydia”, “Hell in the heartland” o “Country road”. Al final, en “Landfill”, Price reconoce que «Nadie te dice cuando eres joven / Que tienes tanto que perder / Hasta que lo ves deslizarse entre tus manos». Desmintiendo el título de sus memorias, Price ya lo ha logrado.

Anterior crítica de discos: Todos juntos por el rock and roll, de pioneros del pop rock español.

 

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