Simulation theory, de Muse

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DISCOS

«Esperemos que dejen aparcada la nave espacial para próximos viajes y retomen su esencia no perdida, pero sí demasiado maquillada»

 

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MUSE
Simulation theory
WARNER, 2018

 

Texto: David Pérez Marín.

 

En Drones (2015, Warner Import), el trío británico más extraterrestre, apocalíptico e incendiario del rock de estadios nos dejó el mal sabor de boca de una banda que parecía ser solo una mala copia de lo que fueron. Un disco que nos recordaba a los Muse más guitarreros y afilados, pero que se desinflaba a cada surco, diluyendo su sonido en la oscuridad política (y por momentos infantil) de su historia. Ahora, Matthew Bellamy pone a punto su platillo volante y deja atrás aquel ser oprimido y manipulado por el poder que lograba liberarse de sus cadenas para volver a la carga con Simulation theory. Una obra que reflexiona sobre el reemplazo de la mano de obra humana por inteligencia artificial y que gira alrededor de la idea de simulación, según la cual, nuestras vidas han sido programadas por otros seres.

En este mundo de neones multicolores que esconden una realidad ficticia, paralela o inconsciente, resuena sin descanso el eco de la banda sonora de Drive (2011) y laten con fuerza influencias que van de Blade Runner a Matrix o Stranger things (artwork y portada incluida a cargo de Kyle Lambert, autor de los posters promocionales de la serie de Neflix). En palabras de Bellamy, temáticamente «fue como volver a situarse en una ingenuidad deliberada de las visiones distópicas del futuro que existían en los años 80».

Simulation theory, el octavo disco del tridente británico comienza a quemarropa con “Algorithm”, en la que palpita con fuerza la épica de la casa, envolviéndonos en una tela de araña de sintetizadores que marca el rumbo de estas nuevas once pistas, en detrimento de las guitarras. Una enredadera cibernética de teclados en la que la voz de Matthew Bellamy trepa y nos señala el camino para revelarnos contra esas simulaciones que nos tienen anestesiados.

Si “The dark side” peca de repetitiva y otras como la ultracomercial y azucarada “Something human”, nos muestran de nuevo a los Muse que, buscando no repetirse, vuelven a tropezar con las mismas piedras compositivas de sus últimos trabajos, “Pressure” sí nos inyecta un chute de esperanza. En ella, la línea de ciencia ficción narrativa y el synth pop se desbordan y entremezclan con pinceladas disco ochenteras y una sesión de vientos y coros que nos ponen en órbita, desembocando en una especie de ópera rock revival futurista que la convierte en el tema más redondo de esta aventura. Las cuerdas vocales de Bellamy brillan sin mucho riesgo ni sobresalto en cada estribillo, mostrándonos la analogía entre la realidad simulada de la que queremos escapar en el álbum y la rutinaria vida real de la que todos ansiamos huir.

La tormenta sintética de “Propaganda” nos sacude el pecho, con un slide guitar acústico que se funde a la perfección en los rompedores arreglos y producción de Timbaland, con Bellamy rezumando lascivia funk por los poros y el espíritu de Prince presente en cada falsete y fraseo. Las seis cuerdas de Matthew renacen en la hipnótica “Blockades” y en el tsunami “Break it to me”, con un riff y grove rompedor que nos electrifica bajo el aura de Tom Morello, seguido de un oleaje hip-hop con toques orientales.

Rich Costey vuelve a repetir a la producción, y aparte del ya citado Timbaland en la más que aceptable “Propaganda”, Mike Elizondo toma los mandos en “Dig down” (un acercamiento al “Freedom! 90” de George Michael en el que se queman las alas) y Shellback encorseta a Bellamy en la prescindible y muy teenager “Get up and fight”. una sobredosis de melodía pop de dibujos animados que nos deja a un palmo de Justin Bieber y añorando más que nunca esa santa trinidad que fue Origin of symmetry (2001, Mushroom Records), Absolution (2003, A&E Records) y Black holes and revelations (2005, Helium 3).

Esperemos que Christopher Wolstenholme, Dominic Howard y Matt Bellamy dejen aparcada la nave espacial para próximos viajes y se suban al DeLorean para retomar esa esencia no perdida, pero sí demasiado maquillada y parpadeante en los últimos tiempos. Cruzamos los dedos mientras seguimos contoneándonos bajo las luces de neón y las bolas de espejos de Simulation theory.

 

Anterior crítica de discos: Lo niego todo en directo, de Joaquín Sabina.

 

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