Schizophrenic Spacers: «Siempre hemos ido a contracorriente, pero jamás se nos reconocerá el mérito»

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«El día que perdamos ese espíritu de barrio, mejor que nos quedemos en casa»

 

Con Gloria, el último disco hasta el momento y octavo de su catálogo hard rock, Schizophrenic Spacers se pasaron al castellano. Una apuesta arriesgada, pero certera, de la que habla Sergio Martos, cantante y compositor, en esta entrevista con Ignacio Reyo.

 

Texto: IGNACIO REYO.
Fotos: ARCHIVO PERSONAL SCHIZOPHRENIC SPACERS.

 

«The only band that matters», decían de los Clash. Lo mismo se puede decir de los Schizophrenic Spacers en este país. El secreto mejor guardado de la península, más de veinte años de trayectoria luchando en tierra hostil. Con su flamante nuevo disco, Gloria, han hecho un cambio de sentido y se pasan a cantar en español. Un álbum adictivo, tanto como la heroína que penetraba en la sangre de Iggy Pop o James Williamson, felices supervivientes.

Seamos claros. Sergio Martos lleva años peleando a la contra y, por fin, con una formación superlativa desde hace unos veranos, se ven sus esfuerzos plasmados. Tete Stoner, Manuel Fernández y Alberto Belmonte, batería, bajista y guitarra del grupo respectivamente, hacen que la maquinaria Spacer funcione a todo ritmo. Solo un ejemplo: uno de los momentos cumbre de la banda fue dar un concierto con Michael Bruce (Alice Cooper Group). Desde Riot hasta este Gloria, los Spacers son lo más Detroit que te puedas encontrar en Europa. Si a eso le unimos influencias de The Who, Thin Lizzy, Alice Cooper, más los coros de Cheap Trick, The Rubinoos o cualquier clásico de power pop, ya está casi todo escrito.

Una banda de incendiario directo. Alberto Belmonte puede arrasarte tocando solos como Jeff Beck y realizar arpegios en la mejor tradición The Smiths/The Cult/ The Mission o, aquí, Juan Valdivia. A todo esto se suma la sobresaliente sección rítmica y uno de los mejores frontman que han dado estas tierras. Son, junto a The Kleejos Band, Morgan, Bourbon, Grand Soul Band, Nat Simons o Cápsula, parte de la mejor generación de rock surgida en este país desde hace décadas. Sin más preámbulos, Mr. Martos, melómano consumado, contesta al otro lado del teléfono.

 

Gloria iba a ser un disco conceptual por el temporal, pero por desgracia se tuvo que posponer ¿Cómo ha sido la grabación?
Menos placentera de lo habitual porque el resto de la banda tuvo que grabar lo suyo en un día y medio. Las restricciones lo retrasaron todo y tuvimos que subir cuando no había días festivos por medio. Empezamos un sábado a las diez de la mañana y, al día siguiente, por la tarde, agarraron el avión camino a casa. Yo sí me quedé y acabé la faena con menos prisa. Lo de la obra conceptual era una idea primeriza, pero quedaron resquicios del tema en las canciones. Al final sí hay un concepto: la vida en la pandemia. Lo del vendaval Gloria era una forma de disfrazar la historia.

 

En vez de Gloria, publicasteis The Cov Sessions mostrando un nuevo registro sonoro, más intimista.
Me alegro mucho de que así fuera. Lo hicimos de la forma más casera posible. Cada uno grabó sus partes en casa y compartíamos ideas en archivos, Whatsapp,  etc. Me alegro que saliese bien, porque podía resultar un invento cutre dadas las circunstancias.

 

¿Por qué has cambiado de idioma para cantar, pasándote al castellano?
Pere Gené (Lone Star) hizo una reflexión que se quedó en mi cabeza durante semanas: «La banda es especial, única en lo suyo. Pero lo sería aún más si cantaseis en castellano». Eso, y ver lo bien que lo hacían bandas que amo como Renegados y Bourbon, me llevó a la decisión final. Sin olvidar el país donde vivimos, está claro que ahora la gente nos entenderá mejor; porque seamos realistas, un anglosajón nunca entenderá un carajo de lo que canto en inglés. A nosotros nos pasaba lo mismo cuando oíamos a David Lee Roth en Sonrisa Salvaje. Es divertido y eso, pero no era la idea.

 

¿Volverás a cantar en inglés?
No tengo ni idea.

 

En qué cantantes españoles te has fijado para marcar tu voz en castellano.
En nadie en particular. Cierto es que al cambiar el idioma empiezas a fijarte más en cómo pronuncia uno y otro, en cómo cambian los acentos a veces solo para encajar las palabras en la melodía. Por ejemplo, Triana eran muy de encajar las palabras forzadamente y, bueno, llevas toda la vida oyéndolo así y no te das cuenta. Pero realmente hay muchísimos sinónimos válidos para que esto no suceda. Es algo en lo que incidió Hendrik Röver y estoy de acuerdo.

 

Antes cantabas en una tesitura entre Lynott y Mitch Ryder, ahora hay dejes de Miguel Ríos.
Mira, mucha gente opina igual, pero se trata solo del cambio de idioma. Mi voz es la misma, la tesitura es la mía. Si volviera a cantar en inglés, cosa que sigo haciendo en los directos, ese efecto se difumaría. No me molesta en absoluto. Miguel es uno de mis ídolos desde niño.

 

Habéis fichado por un sello. ¿Cómo ha cambiado todo en cuanto a la infraestructura del grupo?
Bueno, seguimos haciendo las cosas por nuestra cuenta. Hay un mayor apoyo al estar bajo el paraguas de una discográfica, un poco más de movimiento. Pero si el grupo no toca en directo no se venden discos, así que en eso la cosa sigue siendo igual. Con el añadido del dilema moral, pues Milana ha invertido una pasta en las copias y tenemos que currar para que salgan de las cajas de fábrica.

 

«Ahora, cantando en castellano, está claro que la gente nos entenderá mejor»

 

Creo que hasta Riot no encontrasteis vuestra personalidad.
Cada uno tiene una opinión. Yo creo que ya éramos únicos en el primer disco, la diferencia es que no había grandiosas canciones. Pero… ¿personalidad? Ya había mucha en los inicios; de hecho, más que hoy día, porque éramos inclasificables. Otra cosa es la coherencia y las buenas canciones. Eso llegó más adelante.

 

¿En qué disco encontrasteis coherencia y buenas canciones?
Buenas canciones las hay en los tres primeros: “Miss down”, “High flames in the heart of the city”, “Walkin’ around”, “Sick minds”, “There goes the misery”, “Let me love you”… Pero cierto es que la coherencia llega con Riot. Es el primer disco, también, en el que me tomo en serio escribir textos de cierta calidad.

 

En una época en la que apenas se venden discos dobles, sacasteis dos. Uno en directo y otro en estudio, It better be good.  ¿Qué os animó?
El mismo motivo por el que hicimos noches de tributo antes que nadie o un doble en directo cuando estaba en desuso. También empezamos a publicar en vinilo cuando eso era solo cosa de los rockabillys y de los DJ. Esta banda siempre ha ido a contracorriente, pero jamás se le reconocerá el mérito. Es lo que hay.


¿Cómo
fue la grabación de It better be good?
Extraordinaria. Llegábamos exultantes después de haber logrado dar con veintidós canciones en tan poco tiempo, además estaba la excitación de grabar con Hendrik (Röver) por primera vez. Nunca olvidas la primera vez y esa fue inolvidable.

 

¿Te has planteado grabar un disco en solitario?
Ahora mismo no. Bastante cuesta despachar las copias de los discos de los Spacers, como para cargar con un disco a mi nombre y acumular más cajas. Artísticamente sí me apetecería, pero no sé, al final soy el compositor principal del grupo, por lo que no tengo la necesidad imperiosa de desarrollarme fuera. Originalmente, las CoV Sessions las pensé para ser un proyecto paralelo, pero en una semana acabó siendo otro álbum de los Spacers, y me alegro de que así fuera. Acabó siendo nuestra rareza, el disco diferente.

 

Viendo al grupo en escena, hay como cierta ética de concierto sudoroso y de grupo trabajador que encuentra en la música una vía de expresión, de fantasía frente al día a día de trabajo y barrio.
No lo has podido definir mejor. Somos trabajadores, puntuales, y dentro de la medida, profesionales. Mira, un periodista dijo una vez de nosotros que lo que nos hacía grandes era la actitud de grupo de barrio. Lo decía por la entrega y por la cercanía con la audiencia, y es una definición certera. El día que perdamos ese espíritu de barrio, mejor que nos quedemos en casa.

 

Tu primer concierto fue uno de los Kiss con cuatro años, y según tengo entendido, los llegaste a conocer. ¿Te acuerdas de algo?
Tengo recuerdos, claro. Mi memoria alcanza mucha lejanía. Del concierto no tanto, salvo la despedida a bordo del tanque, el logo clásico compuesto de bombillitas amarillas y ver a Gene subido en las plataformas colocadas encima de los amplis durante su solo. Pero recuerdo con claridad el momento en el que mi tío habló con Robert Mills para el encuentro con la banda. Luego llegó la espera en el lugar indicado y finalmente las fotos en los pasillos del Palau. Eric Carr fue el único que se mostró simpático, para Paul y Gene era otro trámite, y Vinnie ni apareció.

 

Este milenio, si mal no recuerdo, tuviste una breve entrevista en persona con Gene Simmons, por algo que hizo en Barcelona. ¿Qué tal?
Muy bien. Llevaba tiempo desconectado de la banda por todo lo que ha sucedido en las últimas dos décadas. Pero fue como volver a la infancia. Le hablé de ese encuentro en el 83 y el tipo fue muy cariñoso.

 

Una cuestión curiosa es que Schizophrenic Spacers habéis tocado en Londres.
Son cosas que dan cartel a la biografía del grupo, de ahí que ahora me estés preguntando por ello. Pero realmente no aportan nada, ni al grupo ni a la ciudad. Fue divertido por lo que envolvió a los conciertos, pero poco más.

 

¿Cuál fue tu primer viaje al extranjero para ver un grupo?
Cómo no, mi primera salida fue para ver a Ace Frehley haciendo el ridículo en una convención de Kiss. Y luego, Kiss en Donington con la reunión de la formación clásica. El mero hecho de salir de aquí ya era un acontecimiento para mí.

 

«Ya éramos únicos en el primer disco, la diferencia es que no había grandiosas canciones»

 

Hablemos de ejercer de teloneros de músicos internacionales. Empecemos por Ian Hunter.
En muchas ocasiones, los músicos que «telonean» piensan que es una gran oportunidad para charlar con otros músicos, compartir impresiones y que vean lo que tú haces. Craso error, pues cuando una banda se encuentra de gira, en muchas ocasiones llega cansada al local donde tiene que tocar y apenas tiene oportunidad de fraternizar, o no le apetece. Puedes imaginar cuán importante era para nosotros abrir para Ian Hunter, pues tres de la banda éramos fans; pero así como en la gira de 2004 el humor de Ian era ideal para charlar y compartir una copa de vino, lo sé porque entré en camerinos en función de crítico de rock, cuando nosotros abrimos para él en Barcelona en 2007 su actitud era rácana y distante. Por lo que sé, toda la gira fue así. En Valencia, por ejemplo, enchufó el teclado en la prueba de sonido y al primer ruido, bajó del escenario y dijo: «Me vuelvo al hotel. Cuando se solucione el ruido del cable vuelvo». En Barcelona no fue mucho mejor. El mánager, pobre, al que conocía de otras giras con Dan Baird, no sabía cómo disculparle. Volví a ver a Ian en persona en Azkena y se mostró de lo más cordial. Supongo que en 2007 estaba pasando por algún tipo de bache o, simplemente, no le motivaba volver a girar en salas de tan pequeño aforo. Vete a saber. Pero lo dicho, «abrir» para bandas que admiras no siempre implica convertirte en colega de ellas. Con Jim Jones fue un poco de lo mismo. En el otro lado, fue maravilloso estar junto a Drivin ‘n’ Cryin’, quienes me invitaron a cantar una canción. Y Danko Jones, pese a su timidez en persona, fue un caballero. Con Fishbone también fue entrañable, pero entonces pasaban por una mala época y se les veía tristones y apagados.

 

Tuve la oportunidad de entrevistar a Ian Hunter en persona en ese Azkena, por la reunión de Mott The Hoople. Estuvo encantador. En mi opinión, Hunter fue el segundo mejor momento del tributo a Freddie Mercury, tras George Michael. Para ti, ¿cuál fue el instante estelar del homenaje a Fred?
Ian hizo una de sus canciones. Sí, la escribió Bowie, pero solo Ian puede cantar “All the young dudes”, así que no vale. Lo mejor fue ver a Tony Iommi tocando esas canciones, seguido de Robert Plant, que llevó “Innuendo” a un nivel de majestuosidad difícilmente imaginable después de haberla oído por Mercury en el ocaso de su vida. El nivel general fue bueno. Hoy día sería impensable ver reunido a ese plantel de músicos tocando solo por amor a la música.

 

Volviendo al tema de telonear, ¿qué tal con Wayne Kramer, de MC5?
Era la noche de celebración de los treinta años de Popular 1 y, a modo de tributo a la revista, hicimos un set de Van Halen. Claro, fue la leche. Wayne no venía en su mejor momento, ni de directo, ni discográficamente hablando. En los noventa había sacado un par de discos cojonudos, de aquellos de los que se debería hablar más, pero parecía que aquello quedaba muy lejano en el tiempo. Pudimos charlar con él de cosas banales pero nada destacable. Luego le vi en el Azkena con aquel tributo a MC5 y parecía otra persona, rejuvenecida y feliz de tocar en un gran escenario.

 

¿Cómo fue el viaje por Detroit para ver dónde tocaron Alice Cooper, Iggy Pop, Wayne Kramer y demás?
Inenarrable. A veces vale la pena poner tu pellejo en juego: lugares abandonados, yonquis, proxenetas, prostitución en plena calle… El hecho es pasar desapercibido y, una vez dentro de esos locales, no recrearse.

 

Para terminar, ¿qué grupos, surgidos en los últimos tiempos, recomiendas?
Hay muchas cosas buenas en Inglaterra hoy día: Neon Animal, Black Midi, Black Country New Road, Sons Of Kemet, Shame…

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