Santiago Auserón: «Me considero más eterno aprendiz que maestro»

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«Llevo décadas obsesionado con las interacciones entre letra y música»

 

Madrid y Barcelona acogen esta semana el directo de Santiago Auserón, que viaja con su banda para presentar en vivo el último disco de Juan Perro, Cantos de ultramar. De esos conciertos, y de su próximo álbum, habla con Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos en blanco y negro: SERGI GARCÍA GAVALDÁ.
Fotos directo: SERGIO LACEDONIA/LUIS BERMEJO.

 

Al otro lado del hilo telefónico responde Santiago Auserón. Le pillo trabajando en el que será su próximo disco de estudio, previsto para la próxima primavera. Al tiempo, prepara los próximos conciertos de Juan Perro en Madrid (el 18 de noviembre) y Barcelona (el 19), acompañado por su banda de jazz para presentar en directo Cantos de ultramar. Como un artista del Renacimiento, hace tiempo que Auserón decidió dedicar su tiempo a la música y a la filosofía, buscando el cruce de caminos entre ambas disciplinas. Lee, escribe, compone, toca, canta y estudia, y a pesar del vasto legado musical que le contempla desde sus orígenes con Radio Futura, veneradísimo grupo de sombra alargada, sigue caminando por el arcén de la autopista, retándose a cada paso para no estancarse en lo que fue. Santiago Auserón «es».

 

Cantos de ultramar es hijo de El viaje, un disco que publicaste hace cinco años, a guitarra y voz. Aquí, aquellas canciones abandonan su crudeza original para vestirse de un traje más jazzístico. Cuando publicaste El viaje, ¿tenías en mente que, efectivamente, estas canciones iban a emprender una larga travesía hacia nuevos sonidos, o la idea te sobrevino después?
No, el planteamiento de darle una sonoridad de banda estaba ya en tránsito. Cuando grabé El viaje en 2015 la banda ya estaba constituida, pero estábamos todavía rodando las canciones, vi que iba a ser un proceso largo y que merecía la pena darle su tiempo. Empecé el rodaje de la mayor parte de las canciones de El viaje bastante antes, con Joan Vinyals. Esta vez quería darle más tiempo a la cocción lenta de los temas, y construir a la vez un repertorio y una sonoridad de grupo. Decidí sacar primero una selección más amplia de los temas, en formato solo, para tener después más tiempo para arreglarlos y valorar también cómo cambian las canciones cuando intervienen otros músicos, cuando intercambiamos ideas de arreglos y rodamos en diversos escenarios. Me interesa mucho cómo adquieren otras dimensiones las canciones, cómo la reacción del público te va señalando cosas. Ha sido un trabajo de diez años de maduración de una sonoridad de grupo y de un repertorio, y Cantos de ultramar culmina ese proceso. Se grabó en 2019 y estaba listo para ser editado en abril de 2020, pero hubo que pararlo todo. Lo sacamos en noviembre del año pasado para no esperar más, y yo aproveché el primer confinamiento para adelantar los nuevos temas.

 

Diez años es un periodo muy extenso para trabajar en un repertorio, ¿no?
Estuvimos tres años dándole vueltas, de 2016 a 2019, cambiando cosas y viendo los temas. Finalmente, elegimos las canciones que sonaban mejor, las que sonaban más orgánicas en las tomas del estudio. La selección comenzó a cobrar un carácter panamericano. Evidentemente, la tradición del blues, del rock, del jazz y del soul, por un lado, afronorteamericana, pero también afrolatina y con algunos elementos del Cono Sur, tanto hispano como lusitano. En el disco hay una especie de espectro de géneros americanos.

 

Al hilo de este proyecto, ¿dirías que las canciones de Juan Perro nacen con una identidad muy marcada o se dejan moldear con cierta facilidad?
Cuando trabajo durante meses un tema a voz y guitarra busco la coherencia entre el planteamiento musical melódico y rítmico y la historia de la canción, lo que cuenta la canción. Que sea un paisaje coherente, que la música ayude a perfilar las imágenes de la letra. Llevo décadas obsesionado con las interacciones entre letra y música. Cuando trabajo solo los temas profundizo en esas relaciones y me quedo con los temas que representan, cada uno por sí solo, un universo imaginario. Con el grupo busco matices de ese universo imaginario, y sorpresas. Hay temas que de pronto derivan en una dirección que yo no esperaba, sobre todo por las calidades distintas de los músicos. Yo vengo del rock, el soul y el rhythm and blues, y ellos son principalmente jazzeros. El guitarrista, mi socio, Joan Vinyals, me ayuda en el proceso de llevar las canciones desde mi casa al local de ensayo. Joan era rockero desde niño, luego se graduó y se hizo profesor de jazz, y él me sirve de traductor al lenguaje de los otros, que son jazzeros e improvisadores natos, muy brillantes, además. Por otra parte, ellos, como son gente joven, están educados en una escucha muy amplia: son fans de grupos de los sesenta, de los Beatles, clásicos de soul, Otis, Aretha, Stevie Wonder, hip hop, músicas fronterizas, Brasil, Cuba… han estado conmigo en Cuba y alguno de ellos ha viajado después para investigar allí. Son jazzeros que se mueven en territorio abierto, y eso proporciona una deriva inesperada a las canciones, a la que asisto con sorpresa y gratitud. Para mí esa sorpresa es un aliciente. En cuanto al disco, es una banda tan eficiente que ensayamos un poco antes del estudio y luego hacemos unas primeras tomas muy cuidadas todos juntos, aunque yo canto en el control para no meter la voz en sus instrumentos, por si hay que repetir un solo de guitarra, de trompeta, de saxo o clarinete, o un recording de bajo, y también, en algún caso, para perfeccionar la voz. Unas veces me gusta más la toma conjunta y otras me gusta pulir más la sonoridad y el estilo. Se siguen elaborando los arreglos de los temas hasta el último momento.

 

«Eso es lo que estamos explorando: que en la estructura de la canción rockera quepa la improvisación jazzística, pero adaptada a sus medidas populares»

 

Por esos cambios te iba a preguntar. Cantos de ultramar llega a Madrid el 18 de noviembre, donde actúas en el Warner Music Station Príncipe Pío, y a Barcelona el 19, cuando tocaréis en el Coliseum. ¿Esos conciertos van a ser una reproducción cercana al disco o vamos a asistir a una tercera lectura de las canciones?
Básicamente parte de la experiencia de la grabación, pero los temas se mueven todo el rato. Hay mucho lugar para la improvisación en directo, nos agarramos a la raíz de los arreglos pero dejamos un territorio abierto para que se sigan produciendo cosas inesperadas en el escenario. Esto me hace pensar en la evolución de esta banda, que ojalá dure, como una puesta a prueba de un territorio intermedio entre el formato popular eléctrico, rock, soul y sus derivas, y el jazz. Lo que estamos explorando en el disco nuevo es un formato rockero que proporcione la claridad, la estabilidad de formas y la intensidad del rock y del soul, pero estudiando muy bien la intervención de los jazzeros sin romper el formato de la canción. Que no se convierta en una larga improvisación instrumental, sino que dentro de la estructura de la canción popular eléctrica pueda haber intervenciones sin extender demasiado los periodos, concretándolas mucho. Eso les obliga a ser muy sintéticos en los solos y a dar lo mejor en un espacio de tiempo corto. Esto es lo que estamos explorando: que en la estructura de la canción rockera quepa la improvisación jazzística, pero adaptada a sus medidas populares. Este es el camino que está tomando ahora la banda de Juan Perro.

 

¿En el repertorio de estos próximos directos hay guiños ajenos a Cantos de ultramar?
Sí. Hay una antología retrospectiva del repertorio de Juan Perro que resulta más coherente con la sonoridad actual de la banda, en el sentido de tener cierta homogeneidad pero también variedad para mostrar las facetas fronterizas y la tradición lírica popular española. Por otra parte, el ensayo de algunas versiones tratadas como si fueran estándares jazzísticos, pero con el espíritu de condensación que buscamos. Además del repertorio de Juan Perro, y la presentación de Cantos de ultramar, hay un ensayo de versiones que nos permiten probar cosas nuevas: consolidar un sonido vintage y explorar su relación con la experimentación más eléctrica. En estas versiones incluimos temas de Radio Futura para ver cómo evolucionan.

 

Y esos temas que interpretáis de Radio Futura, ¿presentan elasticidad en este nuevo formato?
Algunos sí. Fíjate, hay algunos que no me apetecía mucho recuperar y me los proponen los músicos. Conocen bien el repertorio de Radio Futura porque lo han oído de críos, lo han visto en La bola de cristal, etc., y me incitan y vamos probando cosas. También probamos estándares de jazz que para mí son material de estudio privado. Desde que empecé a ir al Taller de Músics de Barcelona, y di unas clases con el guitarrista Jordi Bonell, me he tomado el estudio de estándares del jazz como mis estudios de música. Voy probando estándares, y los que salen mejor los pasamos al escenario. Ese es todo el abanico que toca Juan Perro.

 

¿Y qué canciones de Radio Futura interpretáis con estas nuevas sonoridades?
No me importa anunciarlo, porque las versiones son bastante novedosas. Para los conciertos de Madrid y Barcelona tenemos preparado “El puente azul”, que es la última canción que compuso Radio Futura, en Londres, en el estudio. Cuando estábamos mezclando las sesiones de Tierra para bailar, los remixes, compusimos un tema sobre la marcha, el último tema compuesto por Radio Futura. Estamos haciendo una versión bastante rockerita, onda californiana, pero con espacio para la improvisación de dos solistas. El otro es “Semilla negra”, que sigue avanzando en la síntesis entre lo hispano y lo cubano, con un toque cada vez más afro. Luego haremos algún estándar norteamericano y tal vez algún bolero mexicano tratado como estándar. Eso es lo que estamos ensayando para estos conciertos. El orden de cada concierto es distinto, vamos metiendo y sacando cosas. El otro día ensayé con nuestro invitado especial para Madrid, Depedro, que va a hacer los dos temas de Radio Futura. Me dijo que le apetecía mucho, ha estado en casa y hemos preparado sus funciones.

 

Sois de generaciones distintas, pero el perfil de Depedro encaja muy bien contigo, porque también es un músico de mirada amplia, un explorador de la canción.
Nos llevamos muy bien, es mestizo, de padre peruano, y tiene una perspectiva panamericana, justamente, y a la vez es muy consciente de las tradiciones. Con Calexico ha desarrollado una solera rockera muy auténtica. Es un hombre muy musical, excelente guitarrista, excelente cantor y con una comprensión musical muy amplia. Nos entendemos muy bien, yo colaboré en su antología haciendo “Como el viento”, y ahora él se suma a esta presentación en Madrid. En Barcelona he invitado a Judith Nedderman, cantautora, se dice ella, aunque yo la veo como cantora de nuevo jazz, abierta a otras tradiciones. Con ella haremos un par de estándares, uno gringo y otro hispano. Estamos preparando los dos conciertos a la vez.

 

Definitivamente, están vivos ambos conciertos, porque a pesar de ser consecutivos tienen planteamientos distintos.
Completamente. Es un poco el reto. Los formatos de Juan Perro me obligan a estar siempre ensayando. En la pandemia ha habido un parón largo, y esta vuelta a los escenarios es un goteo: alterno los conciertos de banda con los conciertos solo, a lo mejor doy un concierto solo cada mes o cada dos meses y tengo que volver a ensayar porque es otra historia completamente distinta, y cuando viene otro de banda conviene calentar un poquito. Me paso la vida yendo y viniendo y retomando el ensayo, pero me lo tomo como un taller en vivo, in progress. Para tener motivación voy poniéndome retos nuevos, sea una versión de Radio Futura, un estándar americano, un bolero cubano o mexicano o una relectura de Juan Perro. La cocina está en marcha, y con el disco nuevo, ni te cuento.

 

Por lo que me cuentas, además de ser un maestro eres el eterno estudiante.
Yo me considero más eterno aprendiz que maestro, francamente. No es por falsa modestia, creo que los hechos son así.

 

«Los formatos de Juan Perro me obligan a estar siempre ensayando»

 

¿El proyecto de Juan Perro te permite explorar en cualquier dirección o tiene algún límite?
Me gustaría permanecer abierto a cualquier territorio musical, incluyendo todas las músicas populares y cultas. Oigo de todo, soy aficionado también a la música contemporánea, me gustan los espacios extraños, las sorpresas musicales, y también aprecio los clásicos, claro. Conforme me voy haciendo mayor se va formando una especie de poso de mis querencias más íntimas, y estas son las que estamos intentando proyectar en el nuevo disco, que ya está grabado.

 

¿Cuándo lo habéis grabado?
Empezamos a grabar en junio. Hicimos las sesiones conjuntas, y en julio quedamos otra vez en el estudio de Barcelona para hacer los recordings de solos y repetir algún tema. Dejamos pasar el verano para oír lo que habíamos hecho, y en octubre volví al estudio para cantarlo y hacer algunas guitarras, que yo no había tocado en la toma conjunta. Son diez temas, diez pequeños universos, cada uno muy caracterizado con sus colores específicos. Cada uno manifiesta una vertiente de esas querencias que forman el poso de Juan Perro en la actualidad. Estoy comprometido con una estética vintage por varias razones.

 

¿Cuáles?
Me doy cuenta de que hay una serie de estilos en los que quiero mirar tan hacia atrás como pueda, el blues, el rhythm and blues, el jazz, el rock and roll, el soul y el son tradicional cubano. Me gusta adentrarme en esos géneros para capturar la esencia, la chispa del momento en el que hicieron eclosión. Me interesa el retorno vintage, a los orígenes, para tratar de contagiarme del chispazo originario. Para mí, esa perspectiva tiene un sentido: todos fueron revoluciones sonoras del siglo XX que luego el mercado de la música ha apartado del primer plano de actualidad, o ha dejado de lado, para atender la mercancía electrónica más fácil, vendible y capaz de producir rendimientos inmediatos a gran escala. Eso se ha acelerado con la era digital. Ese apartamiento deliberado por parte de la industria de las músicas populares experimentales susceptibles de convertirse en arte y que requieren elaboración lenta ha sido suplantado por los procesos de automatismo que funcionan muy rápidamente, con ansias de beneficio inmediato, que es lo que predomina en el mainstream actual. Para mí, esa búsqueda de lo vintage tiene el sentido de la resistencia, de empaparse a fuego lento de las sustancias musicales de esos géneros y darle tiempo a la cocción, para que se produzca una asimilación en profundidad de esos géneros. La querencia vintage es una estrategia de cara al porvenir. En este disco se me apareció un poco la virgen, en el sentido de que en mis querencias vintage había un elemento común: la historia de la electricidad de la música popular de los siglos XX y XXI. Quería añadir la electricidad como un clásico más, y me di cuenta de que necesitaba llamar a Joe Dworniak [risas]. Son tomas totalmente limpias y naturales, lo más puro que hemos podido, tendiendo a los sonidos antiguos, y a Joe le he pedido que meta un poco de electrónica sutil y elegante, haciendo que el elemento electrónico aparezca como un clásico más en medio de estos géneros hermanos. Este es el plan del nuevo disco. Joe se llevó el estudio a su nueva residencia, en Cornwall, en la localidad de Penzance. Allí tiene un sonidazo montado y lo está mezclando. Tarde, por la noche, intercambiamos mezclas y hacemos diversas escuchas, y por la mañana nos levantamos tempranísimo para volver a revisar y cambiar ideas. Está inventando también, y lo estamos haciendo, a pesar de la distancia, muy de cerca.

 

O sea, que tu otra guerra ahora es esa búsqueda de la sonoridad vintage.
Sí. Y el disco tiene una pinta brutal, ¿eh?, me veo obligado a decirlo, estoy emocionado [risas]. Todo el equipo dice que esto suena a gloria.

 

El disco está previsto que salga en marzo de 2022, ¿no?
Sí, a ver si llegamos. Nos hemos encontrado un obstáculo, no sé si por la escasez de componentes o de suministros, o porque hay lista de espera en las fábricas, pero el plazo de entrega, sobre todo del vinilo, es largo. Para llegar a marzo hay que tener el máster acabado a finales de este mes. Lo va a masterizar también Joe, es buen masterizador, tiene un oído finísimo y tengo plena confianza en él. Es muy grato recuperar la colaboración con Joe después de tantos años. Lo último que hizo fue mezclar el disco que hice con Luis Auserón, Las malas lenguas.

 

Sí, el disco de versiones que publicasteis en 2006.
Sí, aquello fue una mezcla ciñéndose a la labor de ingeniero, pero ahora estamos dialogando más, buscándole las vueltas a cada canción.

 

Santiago, en la vida real, viajar en primera es más caro que caminar por el arcén, pero en la industria musical es más caro caminar por el margen. ¿Qué te lleva a escoger esa segunda opción?
[Risas] Maravillosa imagen, querida. Ayer me decía Joe por teléfono: «He cumplido ya sesenta años. De aquí en adelante, solo por amor al arte». En eso estamos.

 

«Hace mucho que me alejé de la obligación de luchar por convertirme en un icono pop o en una estrella»

 

A veces oigo a compañeros de tu generación alabar sus propias trayectorias con mucha condescendencia. ¿Cómo valoras el camino artístico que has trazado hasta la fecha?
Pues mira, sin rodeos: como una búsqueda a veces un poco descerebrada, inevitablemente, porque uno está un poco tocado del ala, pero con tiempo suficiente y «with a little help from friends», esa búsqueda, a veces un poco cambiante y sin ley, forma una imagen que se va imantando a la que asisto con asombro. Yo no puedo alabar mi propia trayectoria sino como ese proceso de aprendizaje del que hablábamos antes. Y como agradecimiento a todas las cosas que me ocurren y le ocurren a mis canciones, y que no estaban del todo previstas, como el reconocimiento a Radio Futura de toda una nueva generación que ha confirmado el prestigio que tiene mi primera banda. Eso ha sido algo inesperado. Una nueva generación ha consolidado la imagen de Radio Futura, y ahora estamos trabajando para que la imagen más marginal de la marca Juan Perro, un título que empieza por ser cacofónico, mal sonante, vaya adquiriendo poco a poco un carácter atractivo, y convirtiéndose en una propuesta de futuro también. Pero tiene que ser sin prisas, confiando en que la vida nos deje seguir adelante y muy atentos a las sorpresas. En este tipo de proceso no cabe la condescendencia. Nos alegramos de todo lo que ocurre, pero yo hace mucho que me alejé de la obligación de luchar por convertirme en un icono pop o en una estrella. Las estrellas están ardiendo en el firmamento, y nosotros estamos aquí, en la biosfera terrestre, tratando de subsistir [risas].

 

No sé si ese estudio constante en el que estás inmerso te habrá mantenido a salvo de ello, pero ¿has experimentado alguna crisis de fe en tu profesión?
No. A ver, mi taller es lo suficientemente variado y nunca tengo la sensación de que domine ningún territorio. Me dedico a la escritura, a la guitarrita, a la voz, al sonido de conjunto, a la reflexión y al estudio de la Filosofía, más relacionada con el sonido y la música. Soy perfectamente consciente de que para hacer una cosa bien, y convertirte en un talento reconocido, especializado, hace falta toda una vida, y he decidido dedicarme a varias cosas porque no me queda más remedio, porque oscilo de un lado a otro, inevitablemente. Tengo que ir avanzando muy poquito a poco en cada terreno, muy lentamente, tratando de que haya coherencia en el paso de uno a otro. En ese camino no cabe la condescendencia ni autocontemplarse, sino permanecer atento, con los oídos abiertos, y compensar el deterioro de los años con el amor por el trabajo, por el oficio de artesano. Y que venga lo que tenga que venir. Para los que caminan por el arcén, como tú has dicho, el éxito del mainstream no es el objetivo, es otra cosa. Con comunicarme con la gente suficiente como para poder vivir de tocar me doy con un canto en los dientes, y seguir avanzando un poquito en cada uno de esos terrenos que te he dicho: la escritura, la lectura de libros de Filosofía, la composición de canciones, practicar un poco la guitarra y calentar un poco la voz para que no se me duerma. Con eso no doy abasto.

 

Ya tienes tarea, desde luego. En cuanto a tus libros, en El ritmo perdido y Semilla del son buceaste en los sonidos africanos, viajaste por Nueva Orleans, te sumergiste en el son cubano… ¿El jazz forma parte de tu próxima investigación literaria?
Sí, está ahí desde hace unos quince años, desde que pasé por El Raval, por el Taller de Músics, y vi que el guitarrista Jordi Bonell iba a dar unas clases. Le dije: «No me puedo quedar a hacer un cursillo en Barcelona, pero si me admitís de vez en cuando…». Y me dijo: «Claro que sí, llámame cuando puedas y nos juntamos». Di ocho clases en año y medio, pero cada clase tenía contenidos para volverme loco una temporada. Desde entonces estoy en el proceso de entender canciones y sonoridades que ya se oían en mi casa cuando éramos niños. Mis padres oían swing, jazz, los crooners, etc., mientras los críos íbamos buscando el rock and roll en las máquinas de discos de la calle. Cuando me di cuenta de que no podía tocar con la guitarra algunas canciones de Louis Armstrong, Duke Ellington, Ella Fitzgerald, Nat King Cole o Billie Holiday, se lo planteé a Jordi Bonell: «Enséñame cómo se toca esta canción». Desde entonces tengo un compromiso con el jazz, como alumno, para entender qué pasa. Y naturalmente eso está en la composición.

 

En la composición, ¿y en la escritura del próximo libro?
Podría ser. Pero el próximo libro, si me da tiempo, me gustaría que fuera una investigación a fondo sobre filosofía del fenómeno sonoro. Toda la tradición filosófica está basada desde la visión, y me gustaría dar un paso adelante en la descripción del fenómeno acústico, en particular del fenómeno sonoro musical, con especial atención a las diferencias entre el sonido verbal y el sonido musical. Eso me gustaría hacer. En enero se publica la tesis doctoral que hice sobre la música griega antigua y su papel en los orígenes de la Filosofía. Eso me ha costado veinte años, en paralelo con el oficio musical. Y he tardado cinco años más en reelaborarla, desde que la leí en la Complutense en 2015. Anagrama me ha mandado las galeradas, que son quinientas páginas, para que las corrija otra vez. Ese trabajo me ha costado veinticinco años. En el terreno de la filosofía del sonido me gustaría hacer algo menos académico, con menos peso de erudición, pero muy bien pensado. Voy a tener que dedicarle unos diez años o más antes de poder aclarar las ideas en ese terreno, así que tengo que empezar ya.

 

Tienes muchos planes. Menos mal que te concedes tiempo para llevarlos a cabo.
Sí, luego la vida dirá lo que se puede hacer y lo que no se puede hacer. Yo lo intento.

 

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