Santiago Auserón: El último viaje de Juan Perro

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“Quizá ‘El viaje’ sea el primer disco español que comprende el ámbito panamericano. Que me corrijan si me equivoco”

 

Cerrando el 2016 veía la luz el último disco de Juan Perro, “El viaje”. Semanas después, Chema Domínguez entrevista a Santiago Auserón sobre su disco más desnudo.

 

Texto: CHEMA DOMÍNGUEZ.
Fotos en blanco y negro: VALENTÍN ÁLVAREZ.

 

Fotos en color: M.A. BARAHONA.

 

Desde la ventana de un avión tendemos a pensar que todo se ve diminuto, el conjunto queda desdibujado, pero cabe otro punto de vista: todo se ve mejor. Todo tiene sentido al descubrir el mapa que pisamos: tierra, ríos, bosques, ciudades… Todo se ve de una vez, todo se comprende mejor al elevarnos del terreno. Desde «Raíces al viento» (1995), Juan Perro ha buscado andar y sobrevolar el lenguaje y la música que han poblado (y de alguna manera, pueblan) nuestra tierra y nuestras vidas, nuestros sonidos y nuestras voces más íntimas adaptadas de forma espléndida al presente. Su nuevo cancionero, «El viaje», prosigue la búsqueda y trae una importante novedad: el reto de grabarlo con la única compañía de la guitarra acústica. La potencia de las canciones, de su melodía y sus palabras queda al descubierto para alumbrar el mejor disco de Juan Perro.

 

¿Por qué las canciones al desnudo?
Como resultado de un doble proceso de aprendizaje y necesidad. Desde la adolescencia mantengo una relación especial con la guitarra, que ha sido la motivación para cantar, aunque siempre le he dado prioridad a la escritura y a los libros. En el local de Radio Futura, la sonoridad de Enrique Sierra nos abrió puertas desconocidas. Luego he ido aprovechando la suerte de tocar junto a otros guitarristas increíbles: Ollie Halsall, John Parsons, Edu Nascimento, el tresero Pancho Amat, Jordi Bonell, Norberto Rodríguez, Diego García y, finalmente, Joan Vinyals. Con Edu, Pancho y sobre todo con Jordi tomé algunas clases, pero de todos voy pillando algo. Cuando hubo que buscarse la vida en pequeño formato, me vi en la necesidad de mejorar la relación de la guitarra con la voz al desnudo, que hasta entonces solo usaba para maquetar los temas. A partir de ahí, trabajar el espinazo de las canciones se ha convertido en un reto.

 

Afirmas en el texto interior de «El viaje» lo siguiente: «Aunque no me lo hubiera propuesto como meta, este álbum cierra en cierto modo un ciclo, al cabo del cual me vuelvo a sentir como aprendiz». ¿A qué ciclo te refieres, y cuál ha sido su ideario y contenido?
Se trata de un ciclo de búsqueda de las fronteras del canto en lengua española. Hasta llegar a Radio Futura, las canciones más atractivas para mí estaban hechas en lengua inglesa. Eso no quiere decir que no escuchase con atención la canción iberoamericana, francesa o italiana, pero lo que me llevó a tentar un instrumento fue el elemento negro y la electricidad. Con Radio Futura empezamos a meter el castellano en la rítmica internacional y a capturar imágenes de la España profunda. En el 84 viajé a Cuba y comprendí que debía investigar la tradición sonera para entender la relación del ritmo negro con mi lengua. Viajamos a México, Nueva York, Jamaica… Juan Perro nació con la decisión de investigar esas fronteras, lo que venía a ser como ampliar el marco de la juglaría medieval hacia el Nuevo Mundo. Poco a poco empecé a escuchar las tradiciones peninsulares desde esa perspectiva y me di cuenta de que la querencia internacional de la canción española no era exclusiva de mi generación.

 

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“No es que las canciones vayan a cambiar el mundo, pero pueden ser un síntoma de renovación”

 

El nombre de aprendiz llama poderosamente la atención. ¿Haces referencia a emprender nuevos caminos, nuevos oficios, dentro de la música? No sé si te has planteado avanzar en otras artes, al margen de la música y la publicación de libros.
A partir de la conciencia ampliada del ámbito de composición y de la necesidad de mejorar como intérprete, todo está por reinterpretar. ¿Nuevos oficios? ¿Otras artes? En la vida apenas da tiempo para hacer bien una cosa y yo me las tengo que ver con la escritura, con el canto, con la guitarra y con la reflexión a deshoras. Es lo que me ha tocado y no me quejo. Pero no me siento atraído por otras artes, sino como espectador.

 

En la presentación de «El viaje» señalabas con especial interés ritmos como el danzón de ‘En la frontera’, o el son de ‘A morir amores’. ¿Qué otros ritmos has empleado en el camino y las letras de este disco, y por qué?
El caso es que hay un pequeño muestrario de ritmos binarios y ternarios en el disco: balada en tres o en seis tiempos, swing de Nueva Orleans, son, danzón, calypso, zamba, rocanrol y un toque de hip hop… Quizá se me olvide alguno. Todos ellos salen de la matriz africana de doce tiempos y por fin parecen expresarse en castellano con cierta naturalidad. No lo he hecho a propósito, pero se me ocurre de pronto que quizá “El viaje” sea el primer disco español que comprende el ámbito panamericano. Que me corrijan si me equivoco.

 

‘Los inadaptados’ hizo de avanzada para «El viaje». ¿Por qué esta pieza, y qué has buscado expresar?
La razón principal para promover el disco con esa canción –y con el estupendo vídeo realizado por Valentín Álvarez– es que suena fresca y redonda, pero también resulta atractiva la conexión con la película que me sirvió de inspiración, “Vidas salvajes”. Es como convertir en sonido los últimos destellos del siglo XX.

 

 

En ‘Arenas del Duero’ sigues dejando clara tu querencia por los ríos de Iberia y su significado. Gabinete Caligari se situaron en su ribera para ‘Camino Soria’, ¿qué ha impulsado a Juan Perro a convertir al Duero en canción?
Los ríos de Iberia son las vías de comunicación que nos relacionan con Oriente y con Occidente, con el mundo antiguo y con el nuevo, son seres sagrados. Garcilaso vio nadar a las ninfas clásicas en aguas del Tajo. Yo nací a orillas del río que dio nombre a Iberia, pero es difícil cantarlo, porque todavía está lleno de fantasmas amenazantes. El Duero riega tierras de excelentes vinos, merece un homenaje, ¿no? Su estuario en Oporto es un lugar luminoso, donde sus aguas se entregan al mar apaciblemente, después de muchos trabajos.

 

Martirio se hizo con el Premio Nacional de Músicas Actuales de 2016 el pasado noviembre, galardón concedido por el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte. Su particular viaje guarda elementos en común con el de Juan Perro. ¿Cómo valoras su trayectoria?
Martirio ha renovado profundamente la copla andaluza con elementos de modernidad, del rock al jazz, ha sido muy sensible a la sonoridad poética del verso español y latinoamericano, ha compartido la fascinación por Cuba y ha ahondado en la relación con México. Su premio es más que merecido.

 

Unas preguntas más arriba hablabamos acerca de tu actual sentimiento de aprendiz, pero es inevitable referirse a ti como maestro. De los últimos homenajes que te han brindado, me quedo con dos que provienen de diferentes estilos: Los Deltonos y Raúl Rodríguez. Los primeros han trasladado a su ideario ‘Han caído los dos’ en «Sixpack vol.2» (2016). Si la has oído, quisiera saber qué te ha parecido.
Me resulta grata la soltura de las guitarras en la versión de Los Deltonos, y también los pequeños cambios que introducen en el fraseo de la letra, que acentúan la sensación de flexibilidad, de que el rock es cosa natural en castellano. La versión de Enrique Bunbury, con la que hace años empezaba algunos conciertos, era más dramática y monumental, ponía el acento en el lado oscuro. Es de agradecer la amplitud de posibilidades que desarrollan ambas lecturas.

 

Por su parte, Raúl Rodríguez interpretó ‘Un africano por la Gran Vía’ sobre el escenario cuando presentó «Razón de Son» (2014) en Madrid. Ahí estabas entre el público, ¿cuál fue tu opinión y, sobre todo, tu emoción?
Fue una sorpresa, desde luego. Muy interesante ver cómo resolvían Raúl y su banda algunas tensiones rítmicas y melódicas que en el original estaban en fase de tanteo.

 

Al hilo del anterior punto, con la perspectiva del protagonista y del espectador, ¿el legado de Radio Futura sigue teniendo una clara vigencia?
Afortunadamente creo que sí. Yo mismo descubro todavía rincones nuevos en algunas canciones de Radio Futura, cuando ocasionalmente las reinterpreto en directo.

 

En ‘Aire’ hablas de la «guerra de la información», «la polución» y «las canciones», todo incluido en el mismo viento. No sé si crees que aún es respirable nuestro aire, y teniendo en cuenta «la amenaza creciente de la industria codiciosa» que citas en el libreto de «El viaje», si tienes miedo al aire que se aproxima.
Miedo no, serio respeto. El aire es difícilmente respirable en muchas ciudades, no solo por los excesos de la industria. Los medios de comunicación llenan el aire de productos tóxicos. Todo va tomando un aire algo apocalíptico. Todavía hay alguna salida, si el aire de las canciones se libera de la presión industrial y mediática. No es que las canciones vayan a cambiar el mundo, pero pueden ser un síntoma de renovación.

 

‘En la frontera’ refleja una esperanza que desafortunadamente choca con la realidad del mapa político. ¿Qué está fallando ahora para que en vez de comprenderse mutuamente todas las orillas del Mediterráneo exista un muro de incomprensión cuyas trágicas consecuencias vemos casi a diario?
‘En la frontera’ busca plasmar belleza en zona de conflicto. Lo que está fallando es el concepto de crecimiento, en una situación en que se han alcanzado los límites y cualquier conflicto local tiene repercusión global inmediata. Un individuo enloquecido es capaz de provocar una reacción mundial impredecible. Falla la conciencia histórica de las élites, falla el modelo educacional de masas. En la Antigüedad, las guerras, las “razzias”, el bandolerismo, representaban tensiones locales que se compensaban con pactos, tributos o resarcimientos. Los reyes obraban de acuerdo con la tradición ancestral y consideraban el futuro de sus generaciones en un entorno en el que había tierra por explorar. Hoy a las pocas familias que gobiernan el globo les importa poco arruinarlo, con tal de no soltar los mandos, acumular el máximo de riqueza y garantizar el futuro de sus nietos, mientras envían naves de prospección a Marte. Estamos guiados por irresponsables incultos, por un concepto perverso de la libertad individual. Es obvio que una revolución a escala mundial es necesaria e inevitable, la cuestión es si acontecerá más o menos ordenadamente o será un caos completo. Hay que quitarles el poder a las corporaciones expoliadoras, a las oligarquías serviles y a los tiranos sanguinarios. Ya no es planteable que lo haga una vanguardia intelectual o guerrillera, sino las mayorías ciudadanas capaces de reflexionar, debatir, sostener y modificar pactos. El problema de las migraciones a escala planetaria no ha hecho más que empezar. Son las consecuencias de la colonización, habría que habérselo pensado antes de arrojarse sobre las materias primas. Construir ahora muros o vallas de “concertinas” es ridículo. Por cierto, vaya un término de resonancia musical. ¡Qué pensarán los directores de orquesta al respecto!

 

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“Yo mismo descubro todavía rincones nuevos en algunas canciones de Radio Futura, cuando ocasionalmente las reinterpreto en directo”

 

Me he quedado enganchado con ‘Ámbar’ y’ Agua de limón’, canciones tan cercanas entre sí como de direcciones opuestas. Quería saber cómo nacen, si son recientes o lejanas en el tiempo, y preguntarte si habrá una segunda parte de «El viaje» con músicos.
‘Ámbar’ es la canción más antigua del disco, la empecé en el año 97. Eran los días en que trataba con Compay Segundo y tenía a Pancho Amat en mi banda. No alcancé a resolver el estribillo entonces, atrapado a medio camino entre el humor y el lirismo, entre la trova y la guaracha. Hace un par de años se me ocurrió cómo hacerlo, casi sin pensar en ello, con melodía más española. ‘Agua de limón’ sigue una vena estética parecida, más cerca del pregón callejero. Es de las más recientes, salió después de escuchar al “calypsonian” Walter Ferguson, por consejo del cantor costarricense Manuel Monestel, y una compilación de Trinidad que me pasó el locutor Jordi Tardà, “Paraula de Stone”, que en paz descanse. Lo lógico es intentar desarrollar estas canciones con los músicos más solventes.

 

¿»El viaje» en directo tendrá la misma idea musical del disco, irás acompañado o manejarás ambas posibilidades?
No puedo elegir mucho: iré en grupo siempre que pueda y en solitario cuando no quede otro remedio.

 

Una aclaración: en el libreto se contabiliza este como tu séptimo trabajo, dejando fuera el disco «Sesiones» (2013), que aparece con el nombre de Juan Perro con José Fors y Sí Son, ¿por qué?
Porque no es un proyecto de Juan Perro, sino de José Fors. Se grabaron unos ensayos con el grupo Sí Son en Guadalajara, Fors me pidió autorización para editarlos en disco y me pareció correcto.

 

Cierras el cedé con ‘El viaje’, la clave final. ¿Cómo ha sido el proceso de búsqueda para hallar la música y la letra, y cuál fue el impulso que te llevó a componerla?
Es el tema más reciente. Llevaba un tiempo dándole vueltas a ciertas lecturas acerca de los chamanes y los aedos arcaicos, probando versos de métrica irregular y rima libre, en los que la densidad del contenido se diluyese en la eufonía. No encajaba en una estructura cerrada, por lo que pensé en recitar al menos una parte sobre un ritmo regular. La idea de “rapear” de nuevo me ronda desde hace años. Jorge Drexler estuvo un día en casa y tocó algunos temas nuevos, entre ellos un aire de hip hop rítmicamente puntuado por armónicos de guitarra. Tomé esa idea como referencia, aunque no recordaba cómo iba su canción. Espero no haberle plagiado mucho. Más tarde desarrollé la melodía del estribillo sin letra, después de una charla con Joan Vinyals y Gabriel Amargant recordando a Stevie Wonder. Finalmente, añadí una modulación para evitar repeticiones que suena un poco a folk rock británico de los años setenta, influencia que ya tenían algunos temas tempranos de Radio Futura. Toda una ensalada.

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