Rubén Pozo: el guitarrazo sincero

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“He buscado el guitarrazo sincero. Estas son mis canciones, mi banda, mi lenguaje, mi estilo, esta es mi movida”

 

Hoy viernes, 20 de octubre, ve la luz “Habrá que vivir”, el tercer trabajo en solitario de Rubén Pozo. Horas antes, Juanjo Ordás se reúne con él para desentrañar las claves de su nuevo disco de rock and roll.

 

Texto: JUANJO ORDÁS.

 

Rubén Pozo va a toda máquina. Con un fantástico nuevo disco bajo el brazo, titulado “Habrá que vivir” (Sony), ya no tiene sentido hablar con él sobre sus vidas pasadas: su trayectoria solista tiene la suficiente entidad, profundidad y contenido. Importa el quiénes somos y el adónde vamos, de dónde venimos ya no tiene importancia. Tres discos solistas plantean ya un recorrido en el que merece la pena detenerse, porque pese a su estilo rockero definido, no se cansa de probar cosas y de batirse a pecho descubierto. Sus canciones hablan alto y claro, se expone, no teme y resulta encantador y auténtico, muy, muy auténtico. En su nuevo disco encontramos rock sin concesiones, canciones firmadas junto a Prado y Sabina y mucha electricidad, sensibilidad y sabiduría a pie de calle.

 

Antes de empezar la promoción del disco, me comentaste que estabas contentísimo con el disco y parecías muy feliz, más que con el primero (“Lo que más”) el segundo (“En marcha”). ¿Qué ha cambiado?
[Risas] No sé, que he hecho el disco que tenía que hacer. A lo mejor es el último de mi carrera. Si por lo que fuera me atropellase un coche al bajar a comer a mediodía y me muriese, diría: “Vale, pero hice ‘Habrá que vivir’”. He buscado el guitarrazo sincero. Estas son mis canciones, mi banda, mi lenguaje, mi estilo, esta es mi movida. He pensado en que el disco me guste a mí, caiga quien caiga, aunque no le guste a nadie.

 

Pero eso lo has hecho siempre.
Sí, pero vengo de “En marcha”, un disco en el que conscientemente busqué un sonido más depurado. Grabé con Nigel Walker, fue una experiencia maravillosa de la que aprendí mucho, pero me sirvió para ver que lo mío es grabar a la vez con la banda. A veces tienes que hacer cosas para darte cuenta de que no es tu camino. Al igual que mi pensamiento con “Habrá que vivir” es que me tiene que gustar a mí y ya está, con “En marcha” fue: “Me tiene que gustar, pero le tiene que gustar también a mi madre, que no es musiquera”. Quería un sonido más amable, rock pero más accesible.

 

Querías gustarte a ti y gustar a los demás.
Sí, y creo que me equivoqué, a pesar de estar encantado con “En marcha”. Creo que para mucha gente todavía es un disco a descubrir, pero ya habrá tiempo. Ahora es el momento de “Habrá que vivir”. En todo esto del arte hay mucho de prueba y error, vas aprendiendo de la vida.

 

¿Qué te llevó a querer gustar a un público menos “musiquero” con el disco anterior?
Decía: “A ver si me ponen en la radio, si tal, si cual, sin desmerecer mi visión”.  A mí me gusta ese disco. Hay que aprender a conocerse a uno mismo y creo que funciono mejor con espontaneidad, sin preparar demasiado un solo. Te digo que voy a grabar después el solo de guitarra, pero estamos grabando la toma base, me emociono, hago el solo, se va mi guitarra rítmica y luego escuchándolo mola.

 

Espontaneidad.
Sí. Y creo que funciono mejor rápido, sin que esté todo medido al milímetro. Tengo mucha grasa tocando e interpretando. José Nortes, el productor, me ha ayudado cantidad: ha cogido toda mi grasa, lo que no es un sol, ni un fa, eso que es imposible de escribir en una partitura [hace ruidos emulando la guitarra eléctrica], la grasa de rock, que la tengo aunque me joda [risas]. “¡Vamos a por la grasa, hostia, que es lo que te sale sin querer!”. La grabación ha ido muy bien. Yo lo paso fatal, es un proceso muy largo.

 

¿Sufres?
Sufría. Es el disco de mi carrera en que mejor me lo he pasado, incluyendo a Pereza y Buenas Noches Rose, en el que menos he sufrido, en el que más he dicho: “Está bien así”. Estaba un poco inquieto, porque no estaba preocupado, no me salió ningún eccema en la cara de los que me salen cuando grabo un disco, que me pasan historias psicosomáticas raras. Solía estar muy tenso en el proceso y en esta ocasión me lo he pasado bien, la verdad.

 

El single ‘Caperucita feroz’ dejaba claro lo que hay en el disco: rock and roll fuerte y con mucho peso.
Sí, yo lo llamo el guitarrazo sincero, cuando pica en rojo en el vúmetro. En un estudio eso significa que hay que repetir la toma, y aquí me emocionaba, le daba más fuerte. Se lo decía a José y él me repondía: “Pues tío, menos mal que ha picado en rojo. Porque sino no es rock”.

 

 

José Nortes es un productor de mucho nivel. ¿Cómo decidiste trabajar con él?
Me gustan mucho los discos que está haciendo, su trabajo con Coque Malla, Morgan, Ariel [Rot]… Fui a ver su estudio, me gusta mucho que se haya especializado en grabar a gente que toca junta, y yo quería eso. Estaba muy rodado con la banda, habíamos trabajado los temas en el local y durante la gira de despedida de “En marcha” tocábamos las canciones nuevas en las pruebas de sonido, las de “Habrá que vivir”. Es lo de siempre, quería sonar en el disco como sonamos en directo, que es muy difícil.

 

Además, José es una gran persona.
¡Sí! Conmigo ha tenido mucha mano izquierda. Me rayo, sufro… y ha sabido llevarme, que tenga ganas de tocar y cantar, que disfrutara el proceso. Me decía que éramos afortunados porque trabajamos en lo que queremos, pero que tenía que disfrutar, porque cuando das al «play» todo sale, el sufrimiento o el placer que has tenido haciéndolo.

 

O sea, que ha sido un poco gurú también.
Sí, es un gurú. Y me encanta su procedimiento. Se iba al control, nos dejaba dentro de la pecera, íbamos tocando, no decía nada y pulsaba el «rec». Cuando veía que nos pasaba algo, que algo no caminaba, era cuando entraba, le comentábamos que algo del patrón fallaba, él decía tres cosas y lo solucionaba. Era como: “¡Qué hijo de puta este tío!” [risas]. Pero cuando iba bien no decía nada, te olvidabas de que estabas grabando. Él graba todo, y pasaba lo típico de, en un momento dado, decir: “¡Esta toma la teníamos que haber grabado!”, y él respondía: “La he grabado” [risas].

 

Vamos a hacer un poco de psicoanálisis con las letras, ¿te apetece?
¡Claro!

 

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“Incluyendo Pereza y Buenas Noches Rose, es el disco de mi carrera en que mejor me lo he pasado, en el que menos he sufrido”

 

En ‘Habrá que vivir’ cantas: “Habrá que vivir desde que no estás”. ¿Quién no está?
Bueno, puede ser alguien, tu “yo” de hace tiempo, un estado mental… No he llegado a estar contento de este verso hasta hace unos días, porque parece que habla de una tía, pero no tiene por qué. Puede ser la pareja, un amigo… Si tomas el título del disco, “Habrá que vivir” parece positivo, pero en el contexto de ‘Habrá que vivir’, la canción, es como “qué putada”, o habrá que ir al cole, puto lunes… Habrá que vivir, ¡vaya currazo, no me jodas [risas]!.

 

‘Habrá que vivir’ es un rock and roll clásico, un género que ya has tocado en otras ocasiones como en ‘Mánager’, ‘Groupies’ o ‘Tonto de tanto rock and roll’. Aunque parece que el rock de los cincuenta es sencillo, en realidad es complejo.
En ‘Habrá que vivir’ hay un acorde con el que me salgo de los tres de siempre, pero es un rock and roll, siempre me sale alguno. Si las letras de lo “rocanroles” que tengo las hiciera con acordes tristes serían baladas chungas, pero le pones un rock and roll animado y sucede algo que me gusta mucho, pasa algo.

 

 

Eres muy buen guitarrista.
Gracias, soy muy grasas, soy muy sucio. Me he aceptado. He estado un tiempo tratando de ser más limpio, pero he aceptado mi grasa y mi cierto retraso con la claqueta, voy un poco más atrás y siempre lo he visto como un defecto, pero esta vez ha sido lo que ha mandado. José me dijo que fuéramos a por eso, que lo tenía de forma natural, que él y colegas guitarristas trabajan esto que a mí me sale sin querer.

 

Aunque seas pudoroso y sencillo, lo eres. ¿Cómo explicas ese misterio de rock and roll cincuentero? Porque hay algo enigmático en las canciones de Chuck Berry o en las primeras de Elvis.
Son tres acordes que funcionan, está demostradísimo. ‘Caperucita feroz’ son esos tres acordes, a lo mejor musicalmente a lo Black Sabbath [risas], pero es un rock. Esos tres acordes provocan algo en el espíritu de quien los escucha, porque son los mismos del blues, del rock and roll, de la ranchera…

 

Pero hay que saber tocarlos.
Supongo que tienes que creértelos cuando los interpretas, pero no porque elijas creértelo, sino porque te toca.

 

‘Caperucita feroz’ es un single poco comercial, pero gana en cada escucha. Esto tiene mucho que ver con tu público: a tus conciertos no van a escuchar un «hit», se saben el disco entero.
Sí, conocen canciones que no han sido single, han sabido reconocer temas con latido propio, escondidos. Tengo mucha suerte de que sea gente que se escucha todo y a la que no necesariamente ha tenido que gustarle el single. Tengo la sensación de que la gente que me sigue, si no le gusta el single, sabe que en el disco va a encontrar lo que busca. No voy a dar nombres, pero hay un par de bandas que me encantan, que me acompañan toda la vida y en general no me gustan los singles que escogen, pero sé que dentro del disco voy a encontrar el oro. Sé que a lo mejor atiende a otras razones sacar cierta canción como sencillo.

 

Bueno, yo odio ‘Streets of love’ de los Stones [risas].
‘Start me up’ no es de mis preferidas, pero sé que en “Tattoo you” están ‘Waiting on a friend’…

 

‘Hang fire’.
‘Hang fire’ tampoco es de mis preferidas. En “Tattoo you” está ‘Heaven’, por ejemplo, que no tiene ni letra.

 

‘Worried about you’.
¡‘Worried about you’ me encanta! ¡‘Tops’ me encanta! [Se pone a cantarla]. Me gustan casi todas más que ‘Start me up’.

 

¡Y ‘Little T&A’, uno de los bombazos de Keith!
También, muy buena: “Eres mi culo y mis tetas”, “mi pequeño rock and roll”, que luego diría Quique González [se pone a cantarla].

 

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“No pienso en mí en términos de jefe o líder, esas palabras me dan tirria. No me gustan esas palabras ni me gusta tener un jefe. Yo quiero hacer música”

 

Volviendo a ‘Caperucita feroz’, en ella se aprecia el peso que tiene la banda, hay grosor. Imagino que lo habéis conseguido tocando.
Bueno, tocando mucho juntos y también hablando de lo que tocamos, de lo que sucede, en la furgoneta o donde sea. Las bandas tienen que hablar. A veces no está ensayando, pero estás hablando con tu grupo de lo que hacemos, del sonido, y eso cuenta como ensayo.

 

¿Son conversaciones espontáneas o son en plan clase?
No, no, ¡qué va, qué va! Yo me junto con locos de la música como yo. Somos de esos que tenemos que cortarnos cuando estamos con gente que no está en el rollo. En plan: “¿Y qué os parece lo de Cataluña?” [risas]. A la gente loca de la música nos encanta hablar de eso nuevo que has descubierto, hablar de lo que hacemos.

 

¿Tienes un liderazgo participativo con tus músicos?
Yo no tengo alma de líder, me gusta llevar mi banda, pero no pienso en mí en términos de jefe o líder, esas palabras me dan tirria. No me gustan esas palabras ni me gusta tener un jefe. Yo quiero hacer música. Toco con amigos, no con gente que me ríe las gracias.

 

¿‘Guitarra española’ es un homenaje a todos los músicos que empiezan tocándola?
También. ¿Con qué empezó Keith Richards a tocar? Con una guitarra española que le dio su abuelo.

 

Tocando ‘La malagueña’.
Lo primero que tocó fue ‘La malagueña’. Pero es que no es solo él, Jimi Hendrix empezó con una española, Jeff Beck, Paco de Lucía evidentemente [risas], mis colegas, todos hemos empezado con una española, porque es la guitarra que hay en casa aunque nadie la toque. Investigando el tema, y ya sabes que en estos tiempos quiere decir he mirado en internet, resulta que la guitarra era un instrumento de palacio, poco transportable, muy ornamentado. No era un instrumento popular, pero dos lutieres le dieron la forma actual, más pequeña, transportable, hicieron modificaciones, no era cara. La guitarra española es la que se hizo popular. Es más probable que en una casa haya una guitarra antes que un piano [de pronto, me pide permiso para abrir un cedé de “Habrá que vivir”. Le quita el plástico y me enseña la galleta del cedé. Es la parte central de una guitarra española]. Me he dado cuenta de que todas las canciones las hago con esta guitarra española. Me la regaló mi madre en el 88. Es la que tengo al lado del sofá, porque las guays, en las que me he gastado la pasta, las tengo guardadas en la funda y las saco para ensayar, girar o grabar. Esta me la regaló mi madre porque iba a suspender octavo de EGB, no iba a pasar a BUP, y lo típico: “Hijo, estás tan pesado con la guitarra española que si apruebas te la compro”.

 

¡Y aprobaste!
[Risas] Aprobé, aprobé… Al día siguiente fuimos a por ella a Chueca. Es con la que llevo haciendo canciones toda la vida, porque no me importa que se caiga, que esté sin funda… es la que tengo a mano. Cuando es de noche y me voy quedando solo en el salón con una mierda de peli, quito el volumen y… ¿qué guitarra tengo al lado? La española.

 

¿Tiene nombre?
Me iba a inventar una historia de que se llama Lola, como mi madre, porque me la compró ella.

 

Pero es mentira…
Es mentira. Nunca le he puesto nombre a una guitarra.

 

Puedes bautizarla hoy como Lola, y ya está.
Lola, vale [risas].

 

Los riffs de ‘Te invoco’ son muy oscuros. ¿De qué está hablando ahí?
Es una relación en la que hay resquemor. A veces rebusco en ese resquemor pasado para hacer un tema [risas]. Me han dicho que sonoramente tiene una onda a lo Bunbury o Héroes del Silencio, y es verdad. Es un rock oscuro, me encanta. Había voces en la compañía y entre mis amistades que me decían que ese era el single.

 

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“Creo que no soy un tío de singles. Estaré anticuado, pero me escucho los discos enteros de la gente que me gusta”

 

Hay muchos singles potenciales, pero también es un disco muy compacto. Cuesta sacar las canciones fuera de su contexto, están todas muy bien colocadas, funcionan muy bien dentro de la obra, mejor que por sí solas.
Eso es un piropazo, porque sigo haciendo discos, creo que no soy un tío de singles. Estaré anticuado, pero me escucho los discos enteros de la gente que me gusta.

 

“Habrá que vivir” se disfruta mucho escuchándolo entero, se nota que te has rebanado los sesos hasta preparando el orden de las canciones.
Sí. También está el factor riesgo. Siempre me arriesgo con cosas, con la portada o con ‘Caperucita feroz’, que es como un blues a lo Black Sabbath [risas]… o de lo que habla, que no lo quiero decir mucho, pero hay un subtexto en ‘Caperucita feroz’ que no es para nada políticamente correcto. Pero bueno, ahí lo dejo [risas].

 

Otro riff con drama es el de ‘Pop para niñas’. Recuerda a Extremoduro.
Me han dicho que es muy Iñaki Uoho [guitarrista de Extremoduro] por las guitarras dobladas… y no lo había pensado. Tenía un disco de diez canciones y la compañía me dijo que metiera dos más porque se quedaba un poco corto. Metí esa y ‘Llámame brisa’. ‘Pop para niñas’ la tenía en el baúl desde hace años, la toqué un día antes de un concierto mientras calentaba con la guitarra y a la banda le gustó, pensaban que estaban en el contexto, y a mí me encanta. ‘Llámame brisa’ está en el último disco de Sabina, “Lo niego todo”, allí titulada ‘No tan deprisa’.

 

Cuéntame esa historia.
La escribimos en verano de 2013. Yo estaba veraneando en casa de Benjamín Prado, en Rota. Estuve cinco días y se acaba de morir J.J. Cale. Un día fuimos a ver a Joaquín que vive al lado y le dije: “Joaquín, que se ha muerto J.J. Cale, habrá que hacerle un tema”, ahí con todo mi morro [risas]. Estuvimos dos tardes escribiendo sin guitarra ni nada, tirando frases al aire. Hicimos dos estrofas y un estribillo. Al volver a Madrid hice una música del tirón, que es la que está en el disco, y se la envié. Les encantó. Luego pasan los años, Leiva se pone a producir el disco de Joaquín y me piden la canción porque les encanta a todos. Tenía diez canciones, me plegué a la sugerencia de meter dos más porque es verdad que el disco se quedaba un poco corto de minutaje. Hablé con Benjamín, Joaquín y Leiva para decirles que iba a hacer esto, un poco como Los Secretos con ‘Ojos de gata’. La parte de la letra en la que no estuve, que es la tercera estrofa, la he escrito yo y hay otros versos que no son iguales a los del disco de Sabina, pero que estaban en el boceto primigenio.

 

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