Roseland NYC Live 25, de Portishead

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DISCOS

«El acompañamiento de una pequeña orquesta clásica no resultaba, en fin, una adición pretenciosa, sino una idea refrescante»

 

Portishead
Roseland NYC Live 25
UNIVERSAL, 2023

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

Gran parte del furor que rodeó al lanzamiento del álbum debut de Portishead, Dummy, en septiembre de 1994, se debió probablemente al hecho de que fue uno de los primeros discos en combinar la textura y la emoción orgánica del soul de los sesenta con la electrónica de la mesa de mezclas y dos tocadiscos de los DJs de los noventa. Habría que sumarle el exotismo de las bandas sonoras de las películas de los sesenta, lo que llevaba a construir sus canciones con un armazón radical que podía precipitarse al vacío. Sucede que, por encima de ello, había una argamasa emocional inigualable, la sincera y profunda voz de Beth Gibbons, una cantante que ponía su alma en cada palabra que salía de su boca, aunque no dejase nunca de ser crítica consigo misma. A ese disco le siguió Portishead, tres años después, en el que su sonido no eran tan inmediatamente accesible, pero que incluía gemas incandescentes como “Over”, “Only you” o “All mine”.

Cuando en 1998 se editó su álbum Roseland NYC Live y se estrenó la película que recogía el concierto que la banda había registrado junto a la Orquesta Filarmónica de Nueva York, en el Roseland Ballroom de la ciudad, el día 24 de julio de 1997, hubo quien lo calificó como un tanto presuntuoso, teniendo en cuenta que solo contaban con aquellos dos trabajos en estudio. Además, se sumaba la dificultad de reproducir la música de Portishead en el escenario y el hacerlo rodeado de una orquesta sinfónica, con su sección de cuerda y, también, una sección de metales invitada, lo que parecía traicionar el concepto de partida de su sonido.

Nadie podía negar que, por lo menos, se trataba de algo singular. Actuando con una orquesta filarmónica de treinta y cinco músicos —vestidos de calle—, Portishead repasaba una selección de los temas incluidos en sus dos álbumes, favoreciendo ligeramente el segundo. Aunque pudiera pensarse que la orquesta no podía aportar demasiado a lo ya expuesto con anterioridad, sobre todo porque los arreglos no diferían mucho de los originales, su participación volvía la música tensa, dramática e imponente. La nueva encarnación de aquellos temas maximizaba sus puntos fuertes, como la voz de Gibbons o el efecto hipnótico del ritmo, y minimizaba sus debilidades, en especial la naturaleza repetitiva de sus canciones. El acompañamiento de una pequeña orquesta clásica no resultaba, en fin, una adición pretenciosa, sino una idea refrescante.

Ahora se reedita aquel disco, aprovechando su vigesimoquinto aniversario, y lo hace con el añadido de tres cortes solo presentes en la película del concierto (“Undenied”, “Numb” y “Western eyes”), aprovechando de paso para incluir, por fin también, las interpretaciones originales en el Roseland de Nueva York de “Sour times” y “Roads”. Un hito inexcusable.

Anterior crítica de discos: Una noche en la vida, de Dorian.

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