Romances de tarifa plana, de Sanches

Autor:

DISCOS

«Samuel Sánchez se ha subido a un monte en el que domina en panorámica cincuenta años de pop»

 

Sanches
Romances de tarifa plana
PIN UP RECORDINGS, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Parece ya establecido que hay una forma hispana de solventar el pop. La Península, Iberoamérica y —no nos olvidemos del nudo— las Canarias han ideado un sistema que se inscribe en las andanzas del folklore de la aldea global, pero que bebe también de su tradición, de sus grupos y su historia. Samuel Sánchez es canario, y en su primer disco fuera del dúo con Enrique López, Aburrido Cósmico, parece ligar en ese nudo todas las tradiciones. Bebe de la música hispana, es cierto, pero hay un sutil enlace con la manera de hacer anglosajona que lleva a que su disco bascule entre lo muy nuestro y lo muy universal.

Ahí tenemos “Quiero estar”. Se abre con una guitarra acústica que uno duda que sea de George Harrison o de Duncan Dhu, pero de golpe nos asalta la melodía del “You got it” de Roy Orbison y un violín que tensa los nervios para conseguir ese pop melancólico y acogedor. Si “Pequeña grieta” es puro John Lennon de los setenta —con su saxo final de club jazzístico—, “Lío” es de la escuela de Cánovas, Rodrigo, Adolfo y Guzmán. Y así, canción a canción, se bascula entre referentes que conforman un universo cosmopolita, tan cosmopolita como la letra de “Tres metros cuadrados”, a la manera del rock argentino en la música, que a pesar del título se da una vuelta por montones de ciudades, de esas que están en los sueños de todos.

“La multitud” recuerda algo a los Burning de los medios tiempos y la ligereza, y “Mi apuesta” se construye sobre la plantilla del Loquillo de los baladones, como también balada —pero más clásica— es “No he venido a dejarte marchar”. Y así, deslizándose entre un estilo y otro —todos alrededor del pop y el rock—, se acerca también a mundos sinfónicos, el órgano de “Sábanas limpias” lo es, y mucho, y barrocos, en “¿Qué pasó?” —sesentera, a la manera de Módulos o noventera a la de Niños Mutantes—, que incluye un clavicordio impecable en un disco que destaca por la presencia de farfisas, hammonds y rhodes, todos en su justa medida.

Once temas, pues, que tienen como eje de coordenadas cualquier matiz que pueda ser pasto de bonitas y emocionantes canciones. “Pálpito”, por ejemplo, cuenta con guitarras aceradas, pero está construida a la manera de Tom Waits. Samuel Sánchez se ha subido a un monte en el que domina en panorámica cincuenta años de pop, y ha hecho las fotos que ha querido, de paisajes bellos o deslumbrantes. Y de esas fotos ha sacado once canciones llenas de colorido.

Anterior crítica de discos: Stage fright (reedición), de The Band.

 

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