Rockola, Discos. 10 de diciembre de 2010

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«Es un disco difícil, escurridizo para quien está acostumbrado a los criterios de las radiofórmulas. Para los que intentamos librarnos de ellos es un mundo de fantasía ver como Ibon, como Teresa aún siguen jugando con su música, como el primer día»

Single
«Monólogo interior»

ELEFANT

Casi parece mentira, sino una paradoja. Ibon Errazquin y Teresa Iturrioz llevan veinticinco años en el negocio de hacer canciones y sus discos aún parecen volátiles, apenas firmes, sostenidos por una trabajada inexperiencia. O quizás no, quizás todo derive del hecho de que actúan al revés, de que cuantas más melodías desvelan sus manos y su voz, más se acercan al límite de ese pop experimental que ya apuntaba en parte Aventuras de Kirlian, esa tensión que lleva al pop –tan canalizado, tan canónico– a su límite, a frenar un paso antes del abismo.

Fíjense, a este cronista le ha llamado la atención ‘¡Miau!’, el sencillo lamento de una gata que sale a la cornisa de un séptimo, llena de pianos de Satie, recitados, sonidos nerviosos, caídas. Pero a la vez le fascina la bossa jazzy que es ‘La cama’ en su descripción del ambiente de los sueños, playas y vegetación se abren al universo en nuestras noches.

Cada canción es un mundo –y no lo tomen como frase hecha– se crea y se recrea en sí misma, y hace crecer fanfarrias mediterráneas a lo “Amacord” en la que da título al disco o latinas en la versión de ‘Gracias a la vida’ que levanta luces en unos arreglos que subrayan por fin la alegría de la letra. O acuden a la herencia de las Vainica en ‘Chinese white’ o en ‘Oda a los negros’, esa pequeña retención en los ritmos, esa ligereza en los amores heterodoxos. Algún vals, alguna nube barroca van completando poco a poco el metraje.

Desde luego, y eso sí, es un disco difícil, escurridizo para quien está acostumbrado a los criterios de las radiofórmulas. Para los que intentamos librarnos de ellos es un mundo de fantasía ver como Ibon, como Teresa aún siguen jugando con su música, como el primer día.
CÉSAR PRIETO.

 

 

David Murray Cuban Ensemble
«Plays Nat King Cole en español»

UNIVERSAL

Por encima incluso de su calidad manifiesta, hay que reconocer que la idea es magnífica: tocar las canciones que hizo en español el gran Nat King Cole entre 1958 y 1962. Lógicamente un saxo tenor como David Murray no se iba a quedar en el tópico ni “revisitar” simplemente el estándar por el estándar. El disco suena, por supuesto, latino porque así debe ser cuando hablamos de ‘El bodeguero’, ‘Quizás, quizás, quizás’, ‘Tres palabras’, ‘Piel canela’ o ‘Cachito’. Tampoco es que se escuche mucho castellano cantado. Y cuando lo hace es con la arrastrada languidez a lo Tom Waits de Daniel Melingo. El argentino conquista por la puerta grande dos bolerazos como ‘Quizás, quizás, quizás’ y ‘A media luz’. Caso representativo es esta nueva versión de ‘El bodeguero’, que suena aquí muchísimo menos cha-cha-chá y ye-yé que la de la de la histórica Orquesta Aragón.

Digamos que lo de Nat King Cole es una pauta de trabajo, una maravillosa excusa para que David Murray siga ejerciendo de saxofonista torrencial y vigoroso, bien proclive a las energéticas improvisaciones que quitan el hipo, con ayuda de sus ficticios muchachos cubanos (algunos realmente sí lo son, como el saxofonista Ariel Bringuez o el pianista Pepe Rivero). Entre medias cuela una canción propia, ‘Black Nat’, con acento puesto en los riffs y en las singulares aportaciones de cada invitado solista. Sus innovadores arreglos –con ayuda de Dave Cavanaugh, Murray mezcla como nadie el viento con la cuerda– lo convierten en una obra única.

Vendrán otros detrás a hacer estas canciones (como ya vinieron antes), pero será por supuesto diferente.
GERNOT DUDDA.

 

 

Dinah Washington
«The fabulous miss D!: The Keynote, Decca, & Mercury Singles 1943-1953»

VERVE/UNIVERSAL

Es un lugar común leer que Dinah Washingtown (1924-1963) brilla lejos de las tres grandes, Billie Holiday, Ella Fiztgerald y Sarah Vaughan. Recelan los puristas de su vocación mestiza, de la ingente cantidad de baladas cursis a las que engrandeció sin merecerlo con su expansiva garganta. Educada en la escuela de las big bands (había debutado junto a la orquesta de Lionel Hampton), Washington, nacida como Ruth Lee Jones, provenía de Tuscaloosa, Alabama, donde nació en 1924. Con apenas tres años, y como tantos otros afroamericanos, siguió la ruta hacia la libertad, hacia el Chicago de la naciente industria, huyendo del tenebroso Sur. El blues siempre quemó en su voz, pero con frecuencia las canciones que grabó, las bandas que la acompañaron, no estaban a la altura: músicos de sesión convencionales y repertorio acaramelado a los que sólo sus dones interpretativos calentaban. Eso sí, su éxito fue enorme y las listas de R&B, e incluso pop, fueron testigos del prodigio. En las jukebox de finales de los cuarenta y principios de los cincuenta pocos rivalizaron con ella.

Ahora, se edita una box set donde aparecen todos sus singles para Keynote, Decca y, claro, Mercury. Grabados entre 1943 y 1953, muestran a la Washington previa a sus mejores trabajos, como «After hours with Miss D» o «Dinah Jams», aquellos en los que pudo demostrar su infinita capacidad para acariciar truenos a golpe de jazz narcotizado. Lo de «The fabulous miss D!: The Keynote, Decca, & Mercury Singles 1943-1953» es un animal completamente distinto, donde la vocalista picotea en géneros diversos, soporta a grupos poco intuitivos y salva un repertorio no siempre afortunado. Y sin embargo, comparar esto, la faceta más errática de una estrella de los cuarenta/cincuenta con lo que hoy putrefacta las radios parece sacrílego. Porque incluso en los momentos menos inspirados de la diva hay cuajo, raso y terciopelo, música que no oculta la desolación, celebraciones en las que el exceso de almíbar queda corregido por una voz violenta y poderosa. Cuando, encima, apuesta por canciones en principio alejadas de su canon, caso del ‘Cold cold heart’ de Hank Williams, toca arrodillarse. Country o blues son dos formas, como otras tantas, de referirse al duende; Dinah Washington, cantante suprema, lo tenía claro.
JULIO VALDEÓN BLANCO.

 

 

Iggy Pop & James Williamson
«Kill city (2010 restored edition)»

ALIVE/BOMP RECORDS

“If I have to die here, first I’m gonna make some noise”. Este verso de ‘Kill City’, la canción que abre y da título a este disco define a la perfección en qué estado se encontraba Iggy Pop en 1975. El ex cantante de los Stooges había entrado en una espiral autodestructiva. Atrapado en adicciones tóxicas y víctima de una depresión ingresó en un centro de recuperación. Todo el mundo daba por acabada su carrera. Todo el mundo menos James Williamson, su compañero en la última versión de los Stooges, la que grabó “Raw Power”. Williamson creía que todavía podía crear potente y rabioso rock con su ex compañero. Organizó las sesiones de grabación en un estudio casero y sacó a Iggy del hospital psiquiátrico durante un fin de semana para que aportara las partes vocales. El resultado fueron unas maquetas de aires stonianos y negroides que no fueron editadas hasta 1977 por Bomp Records, un pequeño sello independiente. La leyenda del disco creció con el paso de los años y por eso en 2010, Alive ha editado una versión “restaurada” de “Kill city”, un disco del que Iggy Pop se siente orgulloso por la honestidad que desprende y por ser uno de los “primeros discos independientes”, según explica en el libreto que acompaña al CD (también disponible en vinilo).

Esta versión restaurada saca brillo a las viejas maquetas, las hace más audibles y nos muestra a un Iggy Pop con unas condiciones vocales mejores de las que cabría esperar en un artista que estuviera pasando por el trance de estar ingresado y en tratamiento psiquiátrico. Las canciones de “Kill city” explican, precisamente, ese estado mental en que se encontraba el ex Stooge. Así ‘I got nothin’ y “No sense of crime” son el espejo en el que se mira Iggy y expresan la agonía vital por la que pasaba. Son temas en los que demuestra que todavía era capaz de escribir canciones que consigue materializar con la ayuda de la poderosa guitarra de Williamson. En ‘Lucky monkeys’, por citar otro ejemplo, Iggy canta de manera catártica “I was born dead crazy, born crazy, born dead”. Como dijo Juanjo Ordás hace un par de años en EFE EME, el tiempo ha jugado a favor de este disco que suena más punk que los punks del 77 y que ha ganado muchos enteros con esta remasterización.
ÀLEX ORÓ.

 

 

Lagartija Nick
“Val del Omar”

CHESAPIK

En los noventa, el ronco del Albaicín, o sea, el maestro Morente, solía martillar a Antonio Arias en los bares con una advertencia: “Los errores del pasado son los aciertos del futuro”. En 1998, el líder de Lagartija Nick destruye la confortable posición derivada de los exitosos “Su” (1995) y “Omega” (1996). “Val del Omar” supone una ruptura con el legado punk, pero aprovecha lo aprendido con los flamencos. El álbum se mete hasta el fango en el imaginario del inventor, poeta, cineasta y visionario tecnológico José Val del Omar (Granada, 1904 / Madrid, 1982). Tarea ardua: Arias se refugia en un magma de sonidos extremos para amoldarse a los versos extraños y futuristas del creador de la diafonía y del desbordamiento apanorámico de la imagen. Letras que revelan una herencia profunda: Arias reconoce en Val del Omar a su padre artístico. Éxtasis, mecánica y mística. Ejes de una literatura que toma como referencia el poemario “Tientos de erótica celeste”. Lagartija Nick plasman el sueño integrador de un lenguaje propio y anticipativo. Superan la técnica del collage –emulando a la Beat Generation– de sus inicios. Mediante la «aprojimación» –hacerse prójimo, con amor, de la obra de Val del Omar–, los granadinos cuajan una sónica multidimensional.

El guitarrista Miguel Ángel Rodríguez Pareja se encarga de gran parte de la secuenciación musical. Destellos metálicos y cierto tufo de trash –sólo en apariencia, ya que Joy Division y Esplendor Geométrico es lo más escuchado de puertas adentro en este momento– terminan por hundir el trabajo más oscuro y opaco de Lagartija Nick, antesala de la etapa negra que sigue con “Lagartija Nick” (1999) y “Ulterior” (2001). Las represalias no tardan: en los despachos de Sony llegan a creer que Val del Omar es un personaje fantaseado por la mente febril de Antonio Arias. Rompen con la multinacional. Miembros fijos como MAR Pareja y Juan Codorniú abandonan el barco exhaustos por la experiencia. Sin embargo, desde el cráneo rasurado de Arias fluye una creatividad torrencial, sin frenos, que pasea por diversos estudios.

En realidad, el rock industrial se circunscribe a una espiritualidad repetitiva – ‘Noosfera-Síntesis’, ‘Meca-Mística’, ‘Táctil-Visión’–. Hay destellos de los Lagartija clásicos –‘Persona e impersona’– y el mismísimo Enrique Morente canta en ‘Celeste’ –basada en su infancia como seise catedralicio–, que tiene su secuela jonda en ‘Respiro en Nueva York’. Ahora, Lagartija Nick reformulan el disco en directo. Manteniendo la tensión, pero suavizando y personalizando el tratamiento guitarrero gracias al mayúsculo Víctor Lapido. No siempre ocurre que un proyecto incomprendido goce de una segunda oportunidad. El sello Chesapik pone de nuevo en circulación un título que ya andaba finiquitado en las tiendas. Y cuánta razón en las palabras del sabio Val del Omar. A él no se le mata: se le aplaza. Como en los créditos de sus cortometrajes. Sin fin.
EDUARDO TÉBAR.

 

 

Micky y los Tonys
«Micky y los Tonys»

VINILISSSIMO

Miguel Ángel Carreño, Micky, ha vivido un 2010 pletórico en lo artístico. Munster editó hace unos meses “La cuenta atrás”, su regreso discográfico apadrinado por algunos de los primeros espadas del rock de garaje actual. Ahora, Vinilisssimo (filial de Munster) nos presenta una magnífica recopilación en vinilo de los mejores temas que grabó acompañado por los Tonys durante la década de los sesenta. Es, sin duda, una oportunidad para reivindicar a uno de los mejores “frontman” del rock español de todos los tiempos, incomprendido, denostado y vilipendiado en muchas ocasiones por sus aproximaciones al pop más comercial durante los setenta, su participación en Eurovisión o su “colaboracionismo” más reciente en shows revivalistas con algunos compañeros generacionales como Tony Ronald, Karina o Los Mismos.

No obstante, Micky y los Tonys grabaron un ramillete de temas rock, surf, beat y garaje durante los sesenta que podemos situar entre los mejores de la década. Debutaron en las matinales del Price en el 62 con un estilo que recordaba al de los Shadows, que antes de la eclosión de la “beatlemanía” eran los que cortaban el bacalao. No obstante, el primer tema del disco es ‘La cucaracha”, una versión de 1964 de esta correosa composición en la que Micky ya se desgañita y nos demuestra su vocación rockera sólo con la manera en la que pronuncia las palabras “la cucaracha”, las dos únicas que forman parte de la letra de este tema. En el disco también se incluyen las canciones que se incluyeron en la banda sonora de “Megatón Ye-yé” (1965), en la que la banda nos muestra su faceta más beat y garajera, con un Micky cantando también en inglés. Es su mejor momento, ya que la mayoría de canciones que interpretan son composiciones propias, algo poco habitual en esa época ya que la mayoría de los grupos estaban sometidos a la voluntad de sus respectivas discográficas a la hora de grabar. Uno de estos temas es ‘Estoy cansado’, que Micky ha recuperado y puesto al día en su disco de 2010 con el título de ‘¡Harto!’, con una nueva letra escrita por Jorge Explosion. En el 66, “el hombre de goma” y sus compañeros grabaron temas como ‘Up & down’, de querencias stonianas, y ‘No comprendemos como no somos millonarios’, una canción que combina el rock con un texto sarcástico, una línea de composición que Micky supo explotar a la perfección aunque, quizás las generaciones futuras no supieron valorar. En esta línea podemos situar también ‘El problema de mis pelos’, en la que se ría de su problema de alopecia y que tiene uno de los mejores efectos de “phasing” del pop español de los sesenta.

Esta recopilación de brillante sonido y excelente presentación (las notas están escritas por el maestro Vicente Fabuel), no aporta temas inéditos pero es la primera que tiene un “track list” coherente con la trayectoria de Micky ya que en anteriores lanzamientos se habían compilado todos los temas de sus EPs (aquí se incluye material de singles) y el material más comercial. En definitiva, este es un disco que hace justicia a una banda que no suele estar entre las más citadas entre los fans de la música de los sesenta, que suelen limitarse a escoger la tríada habitual Brincos-Bravos-Salvajes.
ÀLEX ORÓ.

 

 

Anterior entrega de Rockola.

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