Recordando a Hilario Camacho

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Recordando a Hilario Camacho

Texto: JUAN PUCHADES.

Fue Hilario Camacho un cantautor necesario, a contracorriente, un aventurero de las palabras y las músicas que buscaba constantemente nuevos vericuetos por los que avanzar. Aunque a veces se equivocara con las producciones de sus discos, él trataba de no repetir lo ya andado. Y fue así desde principios de los años 70, cuando comenzó a grabar, y se desmarcó clarísimamente de los convencionalismos comunes a la canción de autor de aquellos años, apostando por una suerte de pop en las manos del productor Alain Milhaud. Aunque sus grandes obras llegarían a mitad de aquella misma década con De paso (1975) y Estrella del alba (1976), dos discos maravillosamente libres en los que apostó por la fusión con el rock, el jazz y los ritmos latinos (en esto fue un pionero).

Al arrancar la década de los 80, Hilario lo tenía claro, las canciones debían despojarse de lo innecesario y ajustarse a una estructura estándar, mientras que era la formación clásica del rock la que debía de estar apoyando desde atrás. Con Hilario, el rock, el pop y la canción de autor ya no conocían fronteras y hasta podían coquetear con el funky. Esta manera de entender lo cantautoril le fue muy útil a Joaquín Sabina cuando inició su proceso de electrificación en su segundo disco, Malas compañías, en el que la colaboración de Hilario en arreglos fue clave. Incluso, en aquellos años, escribieron algunas canciones juntos (“Negra noche”, “Taxi”).

Fue en los años 80 cuando Hilario Camacho salió del circuito de entendidos y llegó a más público, en gran medida gracias a la canción “Tristeza de amor”, empleada como sintonía en una serie televisiva. Pero en la siguiente década, Hilario tuvo que volver a las pequeñas salas y a los discos editados con más voluntad que medios. Su suerte pareció cambiar cuando el LP En concierto (1997), grabado para Warner, le puso de nuevo en el disparadero de la popularidad, pero un año después las bajas ventas de Lunático veneno, motivaron que la multinacional rescindiera el contrato grabador.

Hilario volvía a tener problemas para grabar y el pequeño sello Kainós, dirigido por el entusiasta Chema Domínguez, se esforzó para que publicara un nuevo álbum, No cambies por nada (2003), pero el silencio mediático fue la única respuesta que obtuvo. El año pasado, Hilario se volvió a reunir con su primer productor, Alain Milhaud, y juntos dieron forma a Una mirada diferente, un álbum en el que repasaba algunas de sus ya históricas canciones en nuevas versiones. Pero el 16 de agosto, con el disco fabricado (se iba a comenzar a distribuir en septiembre), Hilario se suicidó. No valen las especulaciones de si estaba deprimido por el silencio que rodeaba a su trabajo artístico, el hecho crudo y duro es ese.

Estos días se pone a la venta el recopilatorio Final de viaje (título de una de sus composiciones, pero tremendamente desafortunado como genérico de una antología post mortem), un álbum que agrupa en dos CDs canciones de toda su etapa de los setenta y ochenta y de los dos discos grabados para Warner en los 90. Una buena y bien presentada panorámica (aunque exenta de la más mínima información biográfica) que no aportará gran cosa para quienes tengan su discografía completa pero que resulta imprescindible para quienes quieran acercarse de nuevas a la obra de este cantautor maldito. A los dos discos le acompaña un DVD con diferentes actuaciones en Televisión Española que merece la pena tener. Toda iniciativa para recordar a Hilario Camacho siempre será bienvenida.

Final de viaje está editado por Rhino/DRO.

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