Recordando a Carlos Berlanga

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Recordando a Carlos Berlanga

El 5 de junio de 2002, moría en Madrid Carlos Berlanga, uno de los más brillantes compositores del pop español de las últimas décadas. Un músico inquieto que supo evolucionar desde el punk divertido de Kaka de Luxe a la inmediatez de Alaska y Los Pegamoides, para vivir sus momentos de mayor gloria al frente de Alaska y Dinarama. Pero de natural tímido, Carlos optó por refugiarse en la libertad individual e inició una sinuosa carrera en solitario que dejó cuatro discos. En julio de 2002, en las páginas de EFE EME, Jesús Ordovás recordó a su amigo en un artículo personal que se completaba con la transcripción de una entrevista realizada en los primeros días de Dinarama. Esa pieza hemos creído interesante recuperarla ahora, cinco años después de su muerte, como un pequeño homenaje.

Texto: JESÚS ORDOVÁS.

Esta noche se presenta Fangoria en La Riviera de Madrid. Sale el grupo al escenario y cientos de gargantas gritan el nombre de Alaska, que viste un traje apretado y largo de pantera, muy parecido al que llevaba en la célebre sesión de fotos que le hizo Alberto García Alix para las páginas centrales del Disco Exprés de agosto del 78… Del siglo pasado, cuando formaba parte de Kaka de Luxe junto a Nacho Canut, Fernando Márquez “El Zurdo”, Manolo Campoamor, Enrique Sierra, Pablo Martínez y Carlos  Berlanga.

Aproximadamente, dos mil novecientas noventa de las tres mil personas que llenan La Riviera y aclaman a Fangoria –grupo formado por Nacho Canut y Alaska tras la separación de Dinarama–, nunca vieron a Kaka de Luxe, ni siquiera a los Pegamoides, ni a Dinarama, pero se sienten como si formaran parte del grupo a través de ese cordón umbilical que les une vital y musicalmente a toda esa historia de casi 25 años que empezó en los días del Punk.

Por eso es que la muerte de Carlos Berlanga, que no formaba parte oficial de Fangoria, les ha afectado tanto como si fuera la de un hermano. Y para romper esa tensión, Alaska no tarda en cantar “Llegando hasta el final”, la canción que cerraba el álbum Grandes éxitos de Alaska y Los Pegamoides, y dedicársela a Carlos.

Así, descargada la emoción contenida, Alaska se lanza a bailar al ritmo de las canciones más rítmicas del repertorio reciente convirtiendo la sala en una sauna, con todo el mundo sudando y bailando hasta alcanzar el éxtasis con “No sé qué me das”. Momento que aprovecha Boris Izaguirre para saltar a la pista rodeado de una trouppe de adoradores, mientras Paloma Chamorro se quita de en medio y aparece Ana Díaz, que acaba de llegar de Asturias.

Hacía muchos meses que Ana Díaz, que editó un CD en el sello Elefant y realizó una gira por Estados Unidos, no se dejaba ver en público. Le pregunto por Javier Corcobado, con quien formó pareja varios años y con el que colaboró en conciertos y en varios discos, y me dice que anda por México.

Y tampoco podía faltar Pedro Almodóvar, que en los años ochenta realizó varias actuaciones con Alaska y Los Pegamoides y Los Zombies (por cierto, que Ellos, el dúo que ha actuado antes de Fangoria, toma el nombre del grupo que aparecía en la película Laberinto de pasiones, que no eran otros que Almodóvar & McNamara y amigos). Sin embargo, Pedro no baila ni se contagia de la algarabía en que se ha convertido el concierto de Fangoria. Le pregunto si es que no tiene ganas de bailar y me dice que está demasiado reciente la muerte de Carlos y el concierto le recuerda su ausencia. También me adelanta que mañana domingo sale un artículo en El País dedicado a Carlos. Y al hilo del recuerdo a nuestro común amigo, le digo que el programa de la serie Pop español que se emite el martes 12, y que es precisamente una entrevista con Almodóvar sobre las canciones y las músicas de sus películas –en algunas de las cuales colaboró Carlos–, se lo he dedicado a su memoria.

En el artículo que publica El País, que leo nada más llegar a casa –ya es domingo de madrugada y lo he comprado al pasar por la Puerta del Sol– Pedro recuerda algunos de los mejores momentos que pasó con Carlos Berlanga y dice textualmente que “fue uno de los mayores talentos que yo haya conocido. No sólo para la música, también poseía unas dotes increíbles para pintar, dibujar y diseñar. Fue un compañero maravilloso en unos años maravillosos”.

Y lo mismo decía Ana Curra en el funeral, celebrado en la catedral de Pozuelo, mientras me describía de qué forma tan natural y mágica trabajaba con él cuando tocaban juntos en Alaska y Los Pegamoides: “Carlos fue quien quiso que yo entrara en el grupo para tocar teclados, y sólo teníamos que mirarnos a los ojos para entendernos. Nos llevábamos muy bien y era maravilloso”.

Con Ana Curra estaba también Nacho Canut, que no quiso entrar en la iglesia y prefirió quedarse en las escaleras mientras me decía que “tal como estaba Carlos de mal en el hospital, había sido mejor que dejara de sufrir. Y se ha ido precisamente el día de mi cumpleaños y el mismo día que Dee Dee Ramone. Así siempre que cumpla años me acordaré de ellos”.
También fueron a darle un último adiós a la iglesia de Pozuelo, sus padres, hermanos, familiares y cantantes y músicos amigos como Paco Clavel o Germán Coppini, entre otros.

Hablando con Ana Curra sobre una entrevista que les hice a ella y a Eduardo Benavente, inédita hasta el día de hoy en que la he publicado en el libro La revolución pop –editado por Celeste y Radio 3– me acordé que también tenía en una casete una entrevista con Carlos Berlanga, realizada en un momento en el que Carlos había compuesto algunas de las mejores canciones de su vida y estaba muy contento con su nuevo proyecto  musical, después de haber dejado los Pegamoides.

Precisamente, mi primera pregunta entonces fue por qué dejó Alaska y Los Pegamoides siendo él quien dio nombre al grupo y creó la banda junto con Alaska y Nacho Canut.

Carlos: Pues no sé, es una historia que no quiero moverla ya porque yo digo una cosa y por otro lado dicen otra… Dicen que estaban hartos de mí, pues que digan de qué estaban hartos. En aquellos días hacíamos unas galas que era lamentable cómo se hacían. Y si yo me quejaba no era por vicio o porque era un comodón, sino que me parecía absurdo que en lugar de volver a Madrid en tren tenía que hacerlo en el furgón de sonido. Ésas son las cosas por las que me quejaba, no porque quisiera estar en hoteles de cinco estrellas. Eso unido a que decidieron que el estilo de música de Alaska tenía que cambiar, no sé por qué razón, no tengo ni idea… Tenía que cambiar porque era un estilo muy blando, de repente, no sé lo que pasaba, pero yo era el culpable de todo. Entonces, como chivo expiatorio, yo tuve que desaparecer.

¿Tú te enfadabas con todos o con alguien en particular?

No, yo no me enfadaba con nadie. Yo decía algo y me ponían mala cara. Luego supongo que conspirarían a mis espaldas. Me molesta que se diga que yo me iba del grupo todas las semanas, porque todos se iban del grupo todas las semanas. Olvido se iba todas las semanas. Nacho todos los días. Y los únicos que no se iban eran Eduardo y Ana. Bueno, Eduardo se iba siempre… Yo también, claro (risas). He leído las declaraciones de Eduardo y dice que según él estuve durante un mes llamándoles. No doy crédito. Intrigando para que me dejaran volver al grupo. Si yo lo único que hice fue llamar un día a Olvido, porque me lo dijo todo el mundo, llámala, llámala a ver qué pasa. Y eso es lo que hice. Le pregunté: “Oye, ¿definitivamente estoy fuera o no?”. Y ella me dijo que sí, que estaba fuera y no quise saber nada más. Pero de intrigar nada. Me enteré de que me habían echado, pues paso.

¿Pero qué es lo que no te gustaba de la línea que estaba tomando el grupo?
No era cuestión de que chocara con el gusto de nadie, sino que querían tocar malas canciones. Y no entro en detalles. De las últimas canciones, me gustan mucho “Reacciones”, “Volar”, y algunas más. Pero lo que ocurría es que Eduardo se sentía marginado, porque creía que la labor de composición estaba monopolizada y no había manera de llegar allí, que era una dictadura de Nacho y mía. No había tal dictadura. Y cuando Olvido y Ana nos presentaron canciones nuevas, como “Estrategia militar” o “Redrum”, pues se aceptaron. Lo que pasa es que no es cosa de diferenciar entre canciones de Eduardo y canciones mías. Es otra historia: canciones de Alaska y canciones de Parálisis. Son dos historias completamente diferentes. Yo siempre quise, y creo que Nacho y todo el mundo, mantener una especie de unidad de estilo. Ahora se han disuelto y no sé qué dirección habrían tomado. Tenían canciones buenas, pero el grupo de Alaska y Los Pegamoides, tal como estaba hace unos meses, no es el mismo en el que yo estaba al principio. No tenía nada que ver. O sea, sí tenía que ver porque estaba Olvido cantando y Nacho tocando el bajo, pero poco más.

¿Y cómo te sentías viendo cómo el grupo tocaba mientras tú estabas fuera?

Como yo ya estaba metido en mi otra historia con Dinarama, pues pensaba “ellos a su aire, y yo al mío”. Y cuando Nacho y Olvido dijeron que también se iban del grupo, pues ya no tenía sentido que siguieran Los Pegamoides. Ahora Nacho está conmigo en Dinarama y Olvido no sé lo que va a hacer, pero haga lo que haga estará bien. Ana se meterá en Parálisis y seguirán haciendo lo que estaban haciendo, que está muy bien.

¿Y cuáles son tus gustos musicales ahora? ¿Has cambiado mucho desde que empezaste en Kaka de Luxe?

Nacho, Alaska y yo fuimos los primeros punkis que hubo en Madrid, pero también me gustaban otras cosas, como Vainica Doble o Daryl Hall & John Oates.

De hecho, yo recuerdo que cuando vinieron a Madrid tú fuiste al hotel en el que estaban con todos sus discos, para que te los firmaran, y no te querían dejar entrar porque no eras periodista.
Sí. Al final pude hablar con ellos. Y como sabes, en Alaska hacíamos cada canción de un estilo. A mí eso es lo que me gusta. Cambiar mucho. Porque cuando vas a un concierto lo que quieres es divertirte, y eso que hacen algunos grupos, que tocan una canción igual a otra repetidamente, pues los diez primeros minutos están bien, pero si tienes que ver una actuación de una hora es terrible. Entonces yo creo que la solución a ese problema está en hacer una canción de un estilo y la siguiente completamente diferente. No ya diferente de ritmo, sino de estilo opuesto. Hacer una canción punky y otra funky, seguida de una balada, una del estilo tal y otra del estilo cual, una como Ottawan y otra como los Ramones. Ésa es la solución, siempre teniendo un punto en común, que es lo que tenía Alaska.

¿Es cierto lo que decía Nacho de que os juntabais y decíais: vamos a poner este riff de los Gibson Brothers, y el ritmo de esa otra canción, y vamos a cambiarle el título. Que vuestras canciones salían escuchando discos en su casa?
Es un poco exagerado Nacho, pero tiene bastante razón. De repente decíamos: “vamos a hacer una canción como Boney M”, y entonces yo me ponía a intentar sacar una canción de ese estilo. Así salió “Bailando”; pero eso de que he plagiado “Bailando” de una de los Gibson es mentira. Yo intentaba acomodarme a un estilo, pero nunca he plagiado canciones directamente, es como hacer las cosas sin pretender nada y sin preocuparte de lo que va a salir. O sea, la falta total de vergüenza. Es lo que hay que hacer en plan musical, sin ningún tipo de prejuicio. Coger de repente una canción que puede parecer muy hortera, o lo que sea, pero si la tocas con convencimiento y la gente se lo cree, eso es lo importante.

¿Pensabas que “Bailando” iba a tener tanto éxito?

Qué va, para nada. No me podía imaginar la repercusión que ha tenido. Cuando la compuse así en mi casa no pensaba que iba a salir fuera de España. No me entraba en la cabeza.

Y ahora en Dinarama cantas “Deja de bailar”.

Sí, es una broma, una especie de follow up, completamente de cachondeo. Como eso que te dicen las casas de discos: “tenéis que tener un follow up, otro ‘Bailando’”. Así que nosotros decidimos tenerlo haciendo todo lo contrario, porque los de Hispavox nunca se han portado bien con nosotros; es gente con muy poca calidad humana. Van a hacerse ricos solamente. No les importa cómo. Los ejecutivos pasan totalmente de los artistas que llevan allí veinte años, como Mari Trini y esas pobres mujeres.

Artículo publicado originalmente en EFE EME 40, Julio-Agosto, 2002.