Ramoncín vuelve a hablar, y a cantar

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“No puedo quedarme paralizado, porque si no, qué pasa con mi vida, ya sé que nadie se lo va a preguntar, pero yo sí que me lo pregunto, es mi obligación preguntarme qué pasa con mi vida y qué pasa con mi frigorífico”

 

A finales de mayo, Ramoncín decidió suspender los conciertos que tenía programados y desaparecer de la vida pública hasta que pudiera demostrar su inocencia tras ser imputado en la Audiencia Nacional dentro de un auto separado del caso SGAE. Ahora, rompe su silencio con esta primera entrevista, previa al regreso a los escenarios el próximo 19 de septiembre, y en la que explica sus razones para volver a la actividad profesional. Por Juan Puchades.

 

 

Texto: JUAN PUCHADES.

 

 

A mediados de mayo, Ramoncín estaba enredado en la promoción de la reedición del histórico “Arañando la ciudad” (Warner), uno de los discos esenciales del rock español, pero de pronto saltó la noticia: en un auto, la Fiscalía Anticorrupción pedía para él cuatro años y diez meses de cárcel por supuestos delitos de falsedad documental y apropiación indebida, en una causa separada dentro de la instrucción del caso SGAE. Entonces, Ramoncín decidió suspender la promoción del disco y anunciar la cancelación de sus próximos conciertos, en el año en el que iba a celebrar su 60 cumpleaños con un gran concierto. Explicó que no volvería a subirse a un escenario “mientras no pueda colgar un cartel a mi espalda en el que se lea ‘INOCENTE’”, también decidió que no daría “explicación alguna respecto de este asunto a nadie que no sea el juez”. Sin embargo, a finales de julio, sorpresivamente, se anunció un nuevo concierto suyo: el 19 de septiembre en Madrid (Sala Cats).

Un concierto que supone su vuelta a la actividad profesional, según comenta él mismo en esta entrevista, la primera que ofrece y con la que rompe el silencio de estos meses, y no por casualidad lo hace en EFE EME, un medio especializado en música. Porque ahí es donde empezó y donde, por muchas vueltas que haya dado, siempre ha estado o ha vuelto: a la música, al rock. Bien de ánimo, y con esa energía que le ha caracterizado siempre, Ramón solo pidió que, por razones obvias, no entráramos en los pormenores del juicio que tiene en el horizonte, aunque inevitablemente sus problemas judiciales sobrevuelan constantemente la conversación, en la que expone sus razones y cómo se ha sentido durante este tiempo.

 

En mayo anunciaste que no volverías a tocar hasta que no pudieras subirte a un escenario con un cartel en la espalda que dijera “inocente”, ¿por qué te has decidido a dar el concierto del próximo 19 de septiembre?
Cuando dije aquello fue porque me había caído un piano encima, fue un shock, una cosa física, eso solo lo sabe la gente que ha pasado por ello. Al margen de lo que se produzca cuando salga el juicio oral, es que soy inocente, tío, ¡soy inocente! No he cometido ningún delito de ningún tipo ni he hecho nada de lo que se me acusa. En España hay unos cien mil presos, veinte mil son inocentes, hay un veinte por ciento de gente que está en la cárcel y es inocente. Al final pensé que no puedo jugar a eso, no puedo permitirme quebrar mi vida de esta manera porque, y seré muy prudente en lo que diga, si se me condenara a pagar un euro y a pasar una noche en la cárcel sería una injusticia, por lo tanto he dicho «hasta aquí hemos llegado». Eso se producirá cuando se produzca, pero yo no tengo nada que esconder ni nada que ocultar. Además, la gente, en general, y digo la gente en la calle mirándome a los ojos, porque ya sabes que no tiene nada que ver con el hijoputa escondido detrás de una pantalla quién sabe dónde diciendo cualquier atrocidad, nadie me ha señalado con el dedo. Pero eso no es lo más importante, lo importante es cuando tú haces un análisis de conciencia de verdad, porque puedes haber cometido un error y a ver si hemos cometido un error y en ese error es donde alguien ve el delito. Pero no, no hemos cometido ningún error, las cosas se han hecho bien. Luego la pregunta es la de siempre, y no pienses que me conoces, pero, ¿crees que yo voy a montar una organización criminal, con un director general, con un director de los departamentos de los servicios jurídicos y con un director de la sociedad digital para llevarme 40.000 euros?

 

Hombre, ya que te pones, ve a por un millón, ¿no?
Claro. Vamos a ver, es que es una cosa… Si necesito 40.000 euros miro mis derechos de autor, voy, pido el dinero y me lo dan. El único que puede pensar lo otro o es una mente retorcida o uno de los que hablaba antes, los hijos de puta de siempre. No puedo hipotecar completamente mi vida ni mi profesión ni dejar a la gente plantada por un asunto como ese.

 

Te refieres a un sistema de financiación que quizá la gente no conozca. Pero entre las funciones que tiene SGAE está ayudar a los músicos en momentos de apuros económicos dado cómo es vuestro trabajo, que dependéis de los discos y de los directos. Entonces, puedes ir allí y te adelanta dinero de tus futuros derechos de autor, es como un anticipo o como un crédito. Antes, funcionaba así, ahora no sé.
Lo sigue haciendo, porque es su obligación. No estoy en absoluto en la Sociedad de Autores, y si pudiera irme a la francesa, o a la italiana o a la americana, y es algo que no descarto en el futuro, lo haría, pero la misión fundamental de la SGAE es socorrer a los autores, tiene un sistema de ayudas, que se llama “sistema de previsión social”, que es para la gente que está en muy malas condiciones, gente mayor o gente en apuros que no tiene donde caerse muerto, porque a veces incluso se tienen que ocupar de enterrar a la gente. Luego hay un sistema de anticipos, como siempre, como en todas las sociedades del mundo, primero hay un anticipo automático: si una persona va el trimestre que le corresponde y tiene 1.000 euros en derechos, automáticamente le dan otros 200, si son 10.000 le dan 2.000 y si son 100.000 le dan 20.000, eso es automático. Y luego hay otro anticipo, que es el extraordinario, que alguien va, explica que tiene un problema económico y se valoran los derechos recaudados y el futuro de la recaudación, y entonces un consejo de administración, una junta directiva, con el informe de los servicios técnicos del aparato administrativo decide que se puede adelantar tanto dinero. La Sociedad creo que tiene cien mil autores, que estén funcionando serán unos cuatro mil o cuatro mil quinientos, luego hay un “power system”, que son dos centenares o tres, y luego la gente normal, los que un año tienen y otro año no tienen. Yo diría que el noventa por ciento de la gente que cobra derechos habitualmente tiene anticipos sobre sus derechos, como es lógico. Yo he estado allí sentado y cada primera reunión de cada mes el capítulo primero era anticipos, y la lista era interminable. Esa es una de las misiones de esa casa, es lo que tiene que hacer y lo que espero que pueda seguir haciendo durante muchos años.

 

Lo que te pide la fiscalía son 50.912 euros…
No, no, eso es con IVA [risas].

 

Entonces, ¿lo que quieres decir es que si hubieras necesitado los 40.000 euros, sin IVA, podrías haber recurrido a este sistema?
Sí, claro, yo tengo mis anticipos, que voy pagando, y podría haber recurrido a los anticipos. Antes los anticipos se pagaban muy rápido, porque las cosas eran de otra manera, sacabas un disco y en cuanto hubieras vendido 20.000 copias, habías devuelto el anticipo de golpe. Ahora a la gente le cuesta más devolverlo por el bajón en la venta de discos y el bajón en los conciertos, entonces tú vas devolviendo poco a poco. Pero hay más, es que lo vas a devolver tú y tus herederos setenta años después de tu muerte. Es que no hay manera. El dinero que tenga anticipado cualquiera de los músicos, amigos o conocidos que tengamos ahora en la cabeza y que han tenido mucho dinero anticipado porque sus vidas al final han sido muy duras, se va a seguir pagando después de su muerte. Ahora mismo, cualquier músico que tenga un anticipo lo está devolviendo si una canción suya está sonando en la radio o si actúa esta noche, porque ese dinero llega automáticamente y se aplica a amortizar el anticipo.

 

Me has comentado que no quieres entrar en el tema del asunto judicial hasta el juicio oral.
Es que eso es un error, y he decidido no hablar de ese asunto, porque es un procedimiento, y los procedimientos hay que respetarlos y cuando un fiscal de la Audiencia Nacional tiene un indicio de algo, su obligación es investigar eso. Y yo, frente a eso, solo puedo estar de acuerdo, porque lo he estado siempre, otra cosa es cómo se produce y cómo salga, ya hablaremos de cómo funciona el sistema, pero esto es un procedimiento que hay que asumir, pero uno que esté interesado en conocer la verdad, solo tiene que hacer un análisis. Me acuerdo que cuando me imputaron hace tres años hablaban de 197.000 euros, una cosa brutal, y resulta que estaban mis derechos de autor de años, mis anticipos, era realmente tremendo. Y eso se ha reducido a lo que se ha reducido, que no es poco desde un punto de vista delictivo, pero si uno quiere estar cerca de la verdad, solo tiene que abrir los ojos y las orejas. El procedimiento es muy lento, como todos los procedimientos en este país. Siempre lo he dicho: la justicia lenta no es justicia; y la justicia, como está planeada, es ideal para el delincuente y es una putada para el inocente. Pero hay que seguir el procedimiento, imagino que se abrirá el juicio en primavera, ojalá fuera mañana, pero calculo que será en febrero, marzo o abril, y cuando eso termine llegará el momento de hablar de todo ello.

 

¿Pero tu convencimiento personal es que podrás demostrar tu inocencia ante el juez?
Si no estuviera convencido de eso habría dicho “vamos a pactar, porque para sufrir, me declaro culpable, me tira usted de las orejas y ya está”. Afortunadamente, voy a ser juzgado por la Audiencia Nacional y no es un juez, si no que son tres, y eso hace que las garantías de ponderación, de independencia y de justicia sean mayores. Nosotros entregamos en julio lo que se llama el escrito de defensa, ahí se explica todo, y con ese escrito te tienes que presentar en el juicio.

 

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“Tienes que luchar contra algo que te está destruyendo, contra una maquinaria, contra una idea, contra mucha gente y contra mucha gentuza, y tú tienes que decidir cómo quieres llevarlo”

 

Antes, de forma muy gráfica, has comentado que esto te cayó como un piano encima.
Sí, pero es que es físico, no es algo emocional, es algo físico. Y lo que tú sientes y piensas, lo sientes y lo piensas tú. Es decir, puedo decir muchas cosas, usar muchas palabras y hacer esta entrevista, pero lo que pienso cuando me levanto, lo pienso solamente yo. Me despierto y pienso en ello. Y es tan físico que te afecta físicamente, pero ahí entra el límite ese en el que uno se recupera o no, porque no todas las personas son iguales, pero tienes que luchar contra algo que te está destruyendo, contra una maquinaria, contra una idea, contra mucha gente y contra mucha gentuza, y tú tienes que decidir cómo quieres llevarlo. Hay caracteres y caracteres, y cada uno lo lleva de una manera, yo estuve un tiempo recuperándome de las heridas, porque es una herida física, tomando decisiones en las que va tu futuro, quién lleva esto, con quién tengo que hablar, dónde están los papeles, quiénes son los testigos… Además tienes que ser sincero contigo mismo, puedes engañar a quien quieras, pero no te puedes engañar a ti mismo, y tienes que hacer un análisis de conciencia brutal para determinar en qué situación estás y si te puedes recuperar. Otra cosa es que te despiertas por la mañana y, ¡ping!, ahí está el pensamiento: está pasando esto. Cada uno puede pensar lo que quiera, pero el que lo sufre, lo sufre.

 

Un amigo común me comentó que en aquellos días perdiste muchísimo peso.
Bueno, fue el momento ese, ese flash, hostia. ¡Además me pilló comiendo! [risas], te lo juro. Estaba en una comida con amigos y se me cerró el estómago, y durante quince días se quedó cerrado. Siempre he sido delgado y mantengo el tipo todo lo que puedo, salgo a correr y tal, pero tengo un límite en mi peso donde estoy delgado, y alguien que como yo tiene un peso que no llega a 70 kilos, no puede jugar en los límites: cuando peso 70 me dicen que estoy un poco gordo, y cuando peso 65 me dicen que estoy flaco. Cuando te quedas en 61 o 62, es que no estás. Pero no, duró quince días, afortunadamente no fue nada.

 

Todo esto, además, te pilló en un momento bastante ilusionante para ti porque tenías el concierto de tu 60 aniversario en perspectiva y estabas comenzando la promoción de la maravillosa reedición de “Arañando la ciudad” (1981), que paraste en seco.
Sí, pero no diré lo de Artur Mas, eso de “¿ustedes todavía creen en las casualidades?”. No diré eso. Pero sí fue una putada porque hemos hecho una reedición de “Arañando la ciudad” brutal, aparte de que es un disco que a mucha gente le marcó y fue muy importante en mi vida, es de esos que si te mueres después de él eres el mito durante el siguiente siglo, cosa con la que no estoy de acuerdo en absoluto, pero es así, qué le vamos a hacer. Pero sí, llegó en un momento muy flipante, de hecho había terminado una entrevista cuando fui a esa comida y me encontré con la noticia. Sí, curioso.

 

“Arañando la ciudad”, que a ti nunca te gustó demasiado, ¿no?
Me gustan las canciones de “Arañando la ciudad”, pero no el disco. Me encantan las canciones, y vamos a ver, oigo el disco y me emociono, porque cuando tú oyes un disco que has grabado, aunque solo haya pasado un año nada más, imagínate treinta y cinco, lo que oyes es lo que ocurre: yo no oigo solo el disco, veo el disco, el estudio, las personas, los días, el color del cielo, lo veo todo. Por eso no me gusta mucho oír mis discos, porque entras en una dinámica de nostalgia que no me inspira demasiado, pero de vez en cuando… es como cuando dices «voy a ver “Mystic river”, que la ponen en la tele». Pero creo que las revisiones en directo de ‘Putney Bridge’, ‘Ángel de cuero’ o ‘Reina de la noche’ son las que yo hubiera querido que hubieran sido. ‘Putney Bridge’ la he editado en directo en dos o tres ocasiones y sin duda son versiones como yo quería que sonara la canción, aquella era una época en la que en los estudios se tenía la manía de tenerlos llenos de moqueta, estabas ahí y de repente alguien saltaba: “¿Qué es ese ruido? ¡Hostia! ¡Qué ruido!”, y se ponían a aislarlo todo. Una cosa acojonante, y veías al tipo buscando el ruido por allí hasta que decía: “¡Es el pedal del bombo!”, que chirriaba un poco. Y ahí estábamos, preocupados por el pedal del bombo, un ruido que en la cinta había que cortarlo con una cuchilla, que eso solo lo sabe el que lo ha vivido, cortar un trocito y empalmar sin que se notara el corte. ¡Una cosa! Ahora no hay manera de comprenderlo, porque si ese ruido te molesta lo borras en el ordenador. Pero esa grabación fue un error, tenía que haberse grabado con todo abierto, en una habitación sin moqueta, con todo chirriando y con todos tocando juntos. Pero no, se grabó por partes, ¡buah! Por eso “¡Corta!” [1982] fue todo lo contrario, tan abierto, donde todo vale, las guitarras están sonando una por arriba, otra por abajo, donde la batería chirría… eso era lo que quería hacer. Pero las canciones de “Arañando la ciudad” me gustan mucho, algunas son únicas, extraordinarias.

 

Es curioso, porque tus discos que más te gustan son los de sonido más deslabazado o caótico, ¿no?
Sí, a mí me gusta ese sonido, es que, básicamente, me gusta el directo. Si las cosas hubieran sido de otra manera en este país habría hecho como Grateful Dead: tengo doce canciones, organizo tres conciertos y grabamos el disco, pero aquí era difícil. Por eso después he sacado tanto disco en directo, y además sin retocar, después de “Al límite vivo y salvaje” [1990], el del 25 aniversario en La Riviera, que se grabó con camiones y con todo, y cuando lo oí pedí escuchar el sonido de las cámaras, y el sonido editado es prácticamente el de las cámaras, suena tal cual. Es el sonido que me gusta. Muchos en el estudio nos dispersamos y nos volvemos locos, de las mayores estrellas a los que empiezan. Es que el estudio es “otra vez, otra vez, otra vez más, y otra”. Tienes el síndrome del disco no acabado, hasta que llega alguien y dice que hay que acabar, y cada uno se va a su casa pensando “yo hubiera grabado más”. Eso no puede ser, tienes que terminar, es como pintar un cuadro, no puedes estar toda la puta vida pintando un cuadro.

 

Sabina dice que él no acaba los discos, que se los quitan.
Lógico, es que llega un momento en que se ha terminado, se ha acabado. Fíjate, después de tantos años me he dado cuenta de una cosa: a la gente le gusta una canción o no le gusta, no digamos ahora que nadie habla del sonido, porque no soy capaz de leer a nadie, ni en la prensa especializada, generalizando, hablando del sonido. Claro, dices para qué, si la gente lo va a oír en un teléfono o con un pinganillo. Siempre digo lo mismo, que oír la música en un mp3 o en un iPhone o ver el cine en el teléfono móvil o en una tablet es lo mismo que ver “Las Meninas” en un sello de correos, pero bueno, eso es lo que hay. Y yo hago lo mismo, tengo el iPhone cargado de canciones, y disfruto con ello, pero de vez en cuando me siento, me pongo el equipo y escucho un cedé o un vinilo y me doy cuenta de la enorme diferencia. Es algo de lo que cualquiera que tenga un oído mínimamente audiófilo se da cuenta, de la enorme diferencia que se produce entre oír música en todos esos cacharros, a oírla en un cedé o no digamos ya si tienes la capacidad de apreciar la diferencia de sonido de un cedé y de un vinilo, porque mejor no hablemos. Yo pienso en el aficionado, que es a quien hay que recuperar, no al consumidor, hay que recuperar al aficionado, el que tiene afición. Ese fue el error de la industria: fue a por el consumidor y se olvidó del aficionado.

 

Eso me lleva a pensar en que hay un cargo en la industria que tiene una denominación horripilante: jefe de producto, porque los artistas no sois un producto, y sin embargo es la persona que trata día a día con el artista, con “el producto”.
Sí, joder. Después de que firmara con EMI, en 1977, siendo un niño, oía eso de producto y decía: “Efectivamente, soy una galleta o unas medias, soy un producto, pero con una diferencia, yo me doy cuenta de lo que pasa y las galletas y las medias, no”. Así es como estaba montado esto. Pero creo que el cambio ha sido radical, en estos momentos me encantan los sistemas de búsqueda, y me sigue encantando irme a una tienda de discos y comprar, porque hay discos de gente que me gustan por la pinta, de repente veo una pinta y me llevo el disco, y me equivoco poquísimo. Así descubrí a muchísima gente en los setenta, los ochenta y los noventa. Ahora ese sistema de búsqueda en las tiendas lo tienes menos, por lo menos en España, que casi no quedan tiendas, pero me gusta iTunes, que has oído o leído algo, escribes un nombre y oyes una serie de cosas, me encanta ese sistema, luego decido si eso lo quiero tener en el móvil o si lo quiero en vinilo o en cedé. La putada de todo esto es que apareció un poco tarde, porque si iTunes y Spotify, por ejemplo, hubieran aparecido un poco antes, nos hubiéramos evitado todos el disgusto de la piratería y demás, pero, bueno, apareció como consecuencia de aquello.

 

Para que se comprenda el daño profesional que te está ocasionando lo sucedido, hay que explicar que aparte de suspender conciertos, uno en la plaza de toros de Las Ventas, aparte de fastidiarse el lanzamiento de “Arañando la ciudad”, se ha abortado o por lo menos ha quedado en suspenso un proyecto para reeditar toda tu discografía.
Sí, y no está claro qué vamos a hacer. La idea era hacer un cofre con la discografía, me reuní con Charlie [Sánchez, presidente de Warner], y la verdad es que estaba muy claro, porque toda mi discografía estaba en Parlophone, que era EMI y ahora Warner, excepto “Miedo a soñar” y el doble en directo, que está en Sony, e imagino que se podría llegar a pactar la inclusión de esos dos discos en un cofre. Pero fui yo quien dije de parar, para poder pensar, porque había que pensar bien qué hacer con todo esto, porque teníamos previsto el concierto del 6.0 [en Las Ventas] para el mismo día de mi cumpleaños, que tampoco sé lo que voy a hacer, igual lo hago de todas maneras, no lo sé. Es que no puedo quedarme paralizado, porque si no, qué pasa con mi vida, ya sé que nadie se lo va a preguntar, pero yo sí que me lo pregunto, es mi obligación preguntarme qué pasa con mi vida y qué pasa con mi frigorífico, qué pasa con lo vital. Con lo del cofre con la discografía he de hablarlo con Warner y valorar qué es lo mejor, si hacerlo ahora o esperar. Pero como me pasa eso que te decía de que las casualidades no me las acabo de creer, pues no sé qué hacer. Aunque afortunadamente ya no estás en manos de quien puede hacer eso, ahora estás en un procedimiento y ese procedimiento tiene un tempo, así que vamos a ver qué tempo nos marca el procedimiento y veremos qué hacemos. Pero, bueno, si el cofre no sale en este año que se cumple el 6.0, pues saldrá el próximo, pero sí lo vamos a hacer, con la misma revisión y cuidado que se ha hecho “Arañando la ciudad” se van a reeditar todos los discos.

 

Dices que el frigorífico está ahí, y hay que llenarlo, pero, ¿estos meses has parado completamente toda actividad?
Sí, es que no es fácil, es que tú tienes más problemas que el resto del mundo. Yo tengo más problemas que el resto del mundo, la gente dirá “¡qué gilipolleces dice este tío!”, pero es verdad, porque esto es como ir al quirófano, tú estás en la camilla y todo el mundo te dice que tranquilo, que no pasa nada, que es solo un par de horas y que ya verás qué bien. Y cuando te bajan en el ascensor, lo digo por si han operado a alguno, y empiezas a ver que te ponen las vías, dices “¡joder, qué fácil es decir que en dos horas nos vemos en la habitación!”. Todo el mundo te espera en la habitación, pero el que baja al quirófano eres tú. Es exactamente igual: los juristas te dicen que no pasa nada, que hombre, tranquilo, que esto es imposible, pero el que se la está comiendo soy yo, y nadie más que yo. Pero, bien, también tengo que sentarme con mi editor, porque tengo una idea y vamos a ver si reconduzco todo con normalidad. Si fuera un artista norteamericano de esos con una cuenta que uno lee el dato y se desmaya, pues a lo mejor me quedaba contemplando los pajaritos, igual contemplaba la vida de otra manera: dos años de cruzar ríos y subir montañas no estaría nada mal, pero no, no es posible.

 

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“Tengo media docena de compañeros, cuando he sido compañero de medio millón, pero lo que he recibido ha sido media docena de compañeros, al resto lo que les pase me la suda, todo lo que les suceda les está bien empleado, por cómplices silenciosos, por hipócritas.”

 

¿El concierto del día 19 en Madrid, es el arranque de tu vuelta a los escenarios o es una fecha puntual?
Esa es la idea, vuelta a los escenarios, que la gente vea que lo estás normalizando. Espero que no hayamos perdido el pulso, porque veníamos haciendo unos conciertos, y no lo digo yo, lo dicen los demás, con un ritmo y una manera de hacer y una intensidad que espero que no hayamos perdido. Dos días después de eso yo iba a ensayar con la banda porque tocábamos, pero hablé con los chicos y les dije: “A nadie que me llame a partir de este momento intentando acreditarse, viene al concierto, porque no tienen ningún interés en el concierto, por lo tanto no le voy a dar a la gente pienso para que coma”. Fue muy frustrante, llevábamos un repertorio impresionante, con todo ensayadísimo y ahora tenemos que retomar ese pulso, en ese concierto de Madrid veremos cómo se desarrolla, cómo estoy yo, cómo me encuentro, vamos a ver. Pero es el inicio.

 

Son muchos años subiéndote a los escenarios, pero, ¿sientes algo de miedo ante el concierto del 19?
No, no, nunca he tenido miedo escénico. Fíjate, después de aquello del Viña Rock, que es cuando empieza todo, que era una excepción que hacía, porque hacía mucho tiempo que había decidido que solo toco para mi público, senté a mis músicos, al mánager y les dije: “Solo voy a tocar para mi público, si el público que tengo son cincuenta, tocaré para cincuenta yo solo con la guitarra, pero no vuelvo a tocar en fiestas mayores de pueblos”. Es que cuando estás cantando y a lo lejos oyes la feria y la muñeca chochona y te viene el olor a panceta… No, decidí que tocaba en clubs y si se venden 150 entradas, pues esas que se venden. Cuando me dicen de ir a tocar a Toledo, vale, pero añaden que en unas fiestas, y entonces no, lo siento, pero no toco en fiestas. No hay nada que odie más, y hay artistas testigos de ello, y me he partido el pecho por ellos, cuando vas a un sitio y está la gente sin mirar, sin atender, no lo puedo soportar. Yo voy a un concierto y veo el concierto, y si tengo una persona al lado y quiero comentarle algo le comento, pero escucho el concierto, luego las copas y el cachondeo lo hago en otro sitio. Pero esto fue una reacción que tuve en los años noventa, que vendimos 400.000 discos dobles en vinilo y dije no, lo siento, pero no, suspendimos media gira, fue un drama de la hostia, todo el mundo pensaba que me había vuelto loco. Me acuerdo que estábamos tocando en Orense, en las fiestas, y de pronto me dije: “Qué coño hago aquí, con esta gente, la mitad que sí y la mitad que no, con niños corriendo por allí, gente asomándose a las ventanas, qué coño hago aquí”. Y corté. Por eso ya nada me preocupa. En Madrid voy a dar el mismo concierto si hay 100 como si hay 800, y ya sabré yo cómo tratar a esos 100 o a esos 800, pero son mi público, mi gente. Y eso es lo que no se ha entendido en este país, ¿por qué los artistas grandes tienen ese público y esa pasión? Es que ¡quién coño ha visto a Bruce Springsteen gratis! Salvo, lógico, periodistas o invitados, pero quién lo ha visto gratis. Ni los de Peralejos que vinieron a Madrid con el cartel, que se tuvieron que venir en autobús, pagar un hotel y la entrada. ¿Quién ha visto a Lenny Kravitz o quién ha visto a Shakira en su pueblo gratis? ¿Quién ha visto a Maná gratis, ahora que están de gira? ¡Pero qué coño es eso de tocar gratis! Yo quiero que el que entre pague, o por lo menos que sea un seguidor. Porque, fíjate, luego invito a los que no tienen dinero, cuando se hizo el concierto del 25 aniversario en La Riviera, invité a 3.500 personas al concierto, pero no con la puerta abierta, no, invitados: tenían que entrar en la página, registrarse, imprimir una entrada y no sé qué más. Es decir, no es nuevo, si los músicos pueden cobrar y los técnicos pueden cobrar, te lo juro, no me importa no cobrar las entradas, pero las de “mi” público, eso lo tengo claro. Está muy bien hacerse fotos desde atrás tocando en la plaza de un pueblo a rebosar, ¿sabes?

 

Soy consciente, con las redes sociales han proliferado esas fotos.
Sí, queda muy bonito: “Han venido 5.000”. No, pero, oye, de esos, ¿cuántos han pagado?

 

Sí, y cuántos conocen tu último disco.
Exacto, y cuántos se lo han comprado. ¡Y mañana cuántos van a ir comprárselo! [risas], que es fundamental.

 

Hay muchos compañeros tuyos que viven de esos conciertos gratuitos.
Bueno, yo tengo muy pocos compañeros [silencio]. Esos serán compañeros entre ellos. Yo tengo media docena de compañeros, cuando he sido compañero de medio millón, pero lo que he recibido ha sido media docena de compañeros, al resto lo que les pase me la suda, todo lo que les suceda les está bien empleado. Y más que les va a pasar, por cobardes, por cómplices silenciosos, por hipócritas.

 

Tengo la teoría de que muchos músicos en este país, que viven en silencio y que de determinados temas no saben no contestan, callan por miedo a perder esos conciertos de los que estamos hablando.
Bueno, eso ha ocurrido siempre. Pero que analicen, el que cobraba 10.000 de derechos de autor por qué cobra 1.000, si es que los cobra; el que hacía 100 bolos por qué hace 15, el que vendía 25.000 discos, por qué vende 2.500. Que analicen cómo han sido las cosas, cómo algunos nos hemos dejado la vida para advertir lo que iba a pasar, cómo iba a pasar y de qué manera iba a pasar. Esto no tiene trampa ni cartón, se acude a las hemerotecas, que esto lo estaba diciendo hace diez o doce años. Pero la gente se calla básicamente porque son cobardes, y cada uno tiene su manera de defender su rollo. También hay mucha gente, y hoy en día más que nunca, que ni siquiera son dueños de su carrera, tienen contratos de 360 grados, donde todo está controlado, donde les dicen lo que tienen que hacer, cómo vestir, todo está junto, y esa gente decide jugar al negocio, que es una manera de hacerlo, y no es criticable por ello, juegan a su negocio. Y les dicen de qué pueden hablar y de qué no, de qué no deben opinar. Es una manera. En el mundo del pop es muy difícil ver que alguien saque la cara por alguna ideología, hay excepciones como Miguel Bosé, y pocas más, la gente normalmente está callada, en manos de su mánager. Y para quedar bonito hacen una fiesta para los niños que están malos no sé dónde. Lo que todos sabemos, y sabemos por qué. Pero la gente con arrestos han sido pocos. Los cantautores han sido siempre muy valientes, mucho, muy valientes desde tiempos muy duros, y han seguido teniendo opinión, pero hay un bloque mayoritario de artistas que cierra la boca. Y esos son chungos, pero lo peor son los que dicen “esto no me mola, ¡pero me lo llevo!”. Eso es la hostia.

 

Estaba recordando cuando desde la derecha mediática se atacaba con encono a las subvenciones al cine español, y en paralelo leías declaraciones de algún músico diciendo que el cine estaba subvencionado pero no la música, y era el mismo tipo que semanas atrás te había comentado, todo ufano, que ese verano había hecho cuarenta bolos, bolos pagados por ayuntamientos, o sea, ¡con dinero público!
Eso se ha producido mucho, pero ha terminado como ha terminado. Lo que hay que hacer es poner entradas a la venta, no hay otra solución. Pero uno se despierta demasiado tarde, aquello tan bonito de “¡yo no me arrepiento de nada!”, no, no, no, yo sí, yo sí me arrepiento, quién me lo iba a decir, me arrepiento profundísimamente, me arrepiento con toda mi alma, me arrepiento hasta el infinito y nunca tendré tiempo de arrepentirme, nunca me daré suficientes golpes, porque cuando me di cuenta era demasiado tarde. Cuando vi que no podíamos hacer nuestro trabajo en el Viña Rock, ya no yo, el resto de personas que venían, músicos, técnicos… cuando vi eso, que se nos impedía hacer nuestro trabajo y que los otros 86 grupos lo hacían y cobraban los derechos que yo no cobré y que luchaba para ellos… Hay algo que está mal, algo no funciona. Porque te digo una cosa, si estoy en el Viña y delante de mí toca quién sea, Burning, Pereza, Miguel [Ríos], me da lo mismo, incluso alguien a quien no conozca o ni me caiga bien, y lo sacan a pedradas del escenario, y el siguiente que sale soy yo, o me sacan a mí también a pedradas o los que se han tenido que ir vuelven a salir al escenario. Y eso lo sabe todo mundo. Y en ese momento me dije: “Tú eres gilipollas”, cuando vi la cara de mis hijos… ¡pero bueno, pero bueno!… Era para haber salido diciendo que os den por el culo a todos. Y todavía me quedaba ese resquicio, hasta que en un viaje en AVE una persona muy querida y muy conocida y que vende muchos discos me dijo que no estaba de acuerdo con el canon y después de quince minutos de conversación le dije: “¿Por qué no devuelves todo el dinero que has cobrado de canon en los últimos años, que has sido uno de los cinco que más han cobrado?”. Y dijo que no, que no. ¡Bah!

 

¿No vas a decir el nombre?
No, no, no, en su momento lo diré.

 

¿Alguien del rock?
Bueno, él entiende que hace rock, yo no [risas], ¡pero ese ya es otro debate! Pero él no era más que un ejemplo de otros tantos que no se atrevieron a hablar cuando la piratería, pero, tronco, si te parece bien, ¡regala los discos! Es muy fácil, si estás de acuerdo con la piratería regala tus discos y tus canciones. El que quiera dar caña gratis, que la dé, pero al que quiera cobrar por sus canciones y te las pillas sin pagar, se las estás robando.

 

Entiendo que te arrepientes de haber entrado en la junta de SGAE y de haber mantenido aquella postura tan beligerante frente a la piratería.
No me arrepiento de haber entrado ahí, que hicimos cosas maravillosas, la mayoría de las cosas sociales que funcionan en esa casa me las he peleado yo con la colaboración de unos cuantos que eran gente de puta madre, y con otros que no tanto. Allí podías ir de dos maneras, a las barricadas o a tomar las aguas del palacio de Longoria, que es una cosa estupenda, porque estás ahí y la pintas mucho y no te metes en líos. Yo no me arrepiento de haber defendido los derechos, y defenderé los míos hasta el día que me muera, lo que me arrepiento es de haber defendido a un colectivo que creía que existía como tal, cuando en realidad lo que estaban haciendo es que “si llueven hostias se las lleva este, y sigo al cobijo de mi paraguas o de mi techo”. Y me arrepiento profundamente. Eso no pasa con la gente del mundo del cine, con quienes tengo muy buena relación y tengo muy buenos amigos, gente que ha estado luchando toda su vida, las han pasado putas, pero jamás el colectivo los ha abandonado, jamás, por eso les va mejor, por eso les atienden, a pesar de que ahora la venganza contra ellos la estemos pagando todos y se llama 21% de IVA.

 

Entre el público más musical también te has quemado por tu participación en mucha tertulia televisiva, ¿te arrepientes de eso?
No, no, con eso no tengo ningún problema. Esto es muy fácil: estás viendo una tertulia televisiva y no te gusta, la quitas. Eso en mi cabeza no funciona. Cuando alguien te dice, “¡cómo estabas ayer en esa tertulia!”, respondo “¿y tú cómo la estabas viendo? Gilipollas, que a mí me pagan por ir, pero, ¿a ti te pagan por verlo?”. Y sobre todo, ¿en esa tertulia me has oído decir algo incoherente con mi pensamiento? Porque podría entender que uno está en una tertulia de La Sexta y dice una cosa, y se va a una de Intereconomía y dice otra, eso ya es otro asunto, pero es que hablar de esto en este momento es ridículo, porque, afortunadamente, mucha gente de muchas ideologías están en muchos programas. A mí lo del fundamentalismo no me ha gustado en la vida. He oído a compañeros decir que no leen o que nunca irían a un desfile de modas, tú sabrás, yo es que no he entendido jamás estas cosas. Grabé mi primer disco y en el segundo ya había escrito un libro y ya estaba yendo a espacios de televisión, y había hecho cine y teatro. Pero, de todos modos, hace falta ser tonto para ver algo que no te gusta.

 

En tu carrera musical casi que solo ha habido unos años de calma, los de los años ochenta, porque tu carrera, a nivel popular, se inició con aquello de la gente lanzando huevos…
¡Joder…! ¡Madre mía!

 

Luego presentando el “Lingo”, que para muchos fue como si hubieras violado a una entrañable ancianita en directo en televisión…
Sí, sí, aquello fue como cometer una aberración brutal… acojonante.

 

Desde ese momento, cada poco has vivido prácticamente en el sobresalto.
Hostia, sí, tío. A veces lo pienso: con lo tranquilo que yo estaba, a la mierda todo, me podía haber quedado tranquilamente haciendo tele, pero es que uno hace lo que le gusta y, sobre todo, ¿será uno libre de hacer lo que quiera? Por cierto, ahora hay que ver la tele: todo el mundo lo hace, va todo el mundo y a todos les parece bien. Ayer leí que Mago de Oz quiere ir a Eurovisión, ¡ole sus cojones! ¡Cojonudo! Es que Morrissey lleva un montón de tiempo diciendo que hasta que no lo lleven a él Inglaterra no va a quedar bien, Katrina & the Waves fue la última en ganar un festival para Inglaterra, pero aquí tenemos este fundamentalismo mortal. Y el daño es palpable, piensa en los grupos de los años ochenta, piensa en las personas, piensa en las carreras cómo se han desarrollado, piensa que la mayoría ha tenido que dejarlo, que otra parte está sufriendo de mala manera en casa. Es que no puede ser, es que uno hace en su vida lo que quiere hacer, no hay más que hablar, ¿a quién le importa? Fortu [Obús] se va a la isla o a tirarse a una piscina, ¡¿y qué?! ¿A quién ha hecho daño? ¿A qué ha hecho daño? ¿Ha cometido un sacrilegio? Es que me parece de puta madre, si lo veo, no lo veo, me gusta o no me gusta es asunto mío, pero es asunto de él hacer lo que quiera hacer, ¿y qué problema hay con eso? ¿Cuántos que te critican no habrían dado la vida por haberlo podido hacer? ¿Cuántos? Es que es acojonante. Espero que las nuevas generaciones y los nuevos chavales se pasen todo esto por el arco del triunfo, si quieren ser diseñadores de bikinis y tener una banda indie, que se les permita. Uno hará cine si es capaz de hacer cine, o hará teatro si es capaz de hacer teatro. Yo he escrito casi una docena de libros, y por cierto, uno de ellos único en el mundo, un diccionario de jergas que todavía no se ha superado, y ahí está. ¿No tenía que haberlo hecho? O el “Lingo”, ¿por qué existen “Pasapalabra” y “Cifras y letras”? Porque antes estuvo el “Lingo”, que fue un programa donde se juntaba una cultura, en minúscula, con el dinero y con el premio. Sinceramente, no lo alcanzo a comprender. Y volveré a la tele si me llaman, y volveré a decir lo que pienso. Eso no va a cambiar.

 

Se dice que cuando los compositores están mal, salen buenas canciones. ¿Has escrito canciones en estos meses duros?
No. Yo es que creo todo lo contrario. En mi caso la peor canción de amor que puedes componer es cuando estás con desamor. Cuando estoy así, escribo unas gilipolleces monumentales. Yo escribo de desamor cuando estoy enamorado. Escribí ‘Como un susurro’ en un momento de paz emocional de la hostia, una noche pensando en cómo explicarle a aquella persona cómo me sentiría si lo nuestro no funcionara, y creo que es una gran canción de amor. Lo que pasa es que cuando estás jodido quieres contar muchas cosas y quieres decirlo todo. Para escribir necesito estar bien, pero cada uno es de una manera. Posiblemente, el día 19, en Madrid, estrene una o dos canciones, no lo sé, quizá alguna yo solo porque no me dé tiempo a trabajarla con el grupo, pero ya estaba con ellas antes de que pasara eso. Hay una prácticamente terminada, solo me falta algún toque en la melodía.

 

Es decir, ahora estás con esas canciones nuevas.
Sí, sobre todo con una. Lo que pasa es que tengo un problema: escribo muchas canciones y luego no me vale ninguna, cuando me valen es cuando vamos a grabar, que digo “tengo quince temas”, pero llega la hora de la verdad y me doy cuenta que me valen tres, muchos de los temas que he grabado los he compuesto en el momento en que estaba grabando, que luego si te fijas y vas leyendo entrevistas es lo que ha hecho todo el mundo a lo largo de su vida, Dylan, Led Zeppelin… El problema de escribir canciones a destiempo es que para ti envejecen. Aunque para el otro sean nuevas, tú llegas con una canción que ya no tiene ese punto de frescura. Me pasó en el disco “Cuando el diablo canta…” [2011], quería escribir algo sobre el maltrato a las mujeres, lo había perfilado un poco en ‘La chica de la puerta 16’, más sutilmente, y tenía una canción y quería darle dramatismo y no estaba en ese momento, si la hubiera grabado en el momento que la escribí, quizá habría sido otra cosa, y el tema es de rabiosa actualidad. Las cosas tienen el valor que tienen en el momento en que las haces, por eso me gusta grabar lo que estoy haciendo en el momento.

 

El último disco, “Cuando el diablo canta…”, es de hace cuatro años, ¿estás pensando en grabar uno nuevo?
Sí, quiero grabar ya, en cualquier momento, ya, quiero grabar ya, ya [risas]. Es que es… ¡ya!, ¿cuándo puedo estar un mes en el estudio? Ya. Cuanto antes, por favor.

 

Las entradas para el concierto de Ramoncín del 19 de septiembre, en Madrid, están a la venta en este link.

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