Raimundo Amador: Enredado con la guitarra

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«Cada vez que iba a tocar con B.B. King me entraban cagaleras; ya un mes antes, de pensarlo, me cagaba»

Raimundo Amador vuelve con nuevo disco, de título rotundo: «Medio hombre, medio guitarra», en el que sigue su personal periplo entre el flamenco, el rock, el blues y el jazz. Juan Puchades lo entrevista.


Texto: JUAN PUCHADES.


Como tantos otros, Raimundo Amador (Sevilla, 1959) ha optado por la independencia, porque aunque su «Medio hombre, medio guitarra» (Diagonal/Discmedi) sale en el sello de su manager, se trata de un disco concebido por el ex Pata Negra por su cuenta y riesgo, tanto que, en gran parte, se lo ha grabado en el estudio que ha montado en su casa –que los estudios de grabación también escasean a esta altura de la gran debacle–, produciéndolo junto a su hijo Mundy. Pero que nadie se piense que por ello Raimundo se ha apretado el cinturón, para nada, que en los créditos de esta placentera nueva obra se leen nombres como los de Santiago Auserón (cantando y componiendo), Matt Bianco o el del fallecido Antonio Vega, con una guitarra que dejó grabada poco antes de morir.

Llevabas ya mucho tiempo sin sacar disco, ¿qué ha pasado?
Sí, mucho tiempo, pero que no he parado de tocar, y creo que de vez en cuando los artistas debemos tomarnos un descanso para coger aire, recargar pilas y hacer un disco que refleje las vivencias de unos años, porque hay gente que graba un disco todos los años, los hay que, incluso graban dos en un año, como Prince, que ha hecho cosas muy buenas, pero no todos sus discos son igual de buenos. La verdad es que los discos tienen que tener un proceso y un rollo, pasa con gente que se ha tirado un tiempo sin grabar y cuando han grabado, han sacado un pelotazo de disco, pero no de que vaya a pegar, sino pelotazo de bueno, de pedazo de disco. En este, además, he cambiado mucho el concepto del sonido, ahora sueno más crudo.

Más natural.
Sí, más natural, exactamente, y más analógico, lo hemos mezclado en mi casa con una mesa que he comprado, analógica, de principos de los años 70, y me traje a un americano, Mikel Mariconda, para que mezclara. También estuvo el disco Howe Gelb [«A band of gypsies»], que me cambió el concepto del sonido, con ese rollo suyo, que lleva una Martin del año 50 y en lugar de meterla con micro o pastilla, le pone una pastilla antigua pero de acústica, y saca un sonido eléctrico de lo más cochambroso, y le mete pedales, una cosa muy cruda. Entre Howe Gelb, la mesa que me compré y Mikel, que también tiene un concepto muy purista del sonido, que no le gustan las reverbs, los agudos, las cosas muy chillonas, pues he pillado otro concepto, que me recuerda más a la música que siempre me ha gustado a mí.

Sí, porque puede ser que tú, en algún disco, hayas estado hasta sobreproducido, ¿no?
Sí, pero no era yo el productor, y en este disco sí lo soy. Claro, algún amigo me ha dicho que discos como el «Okupa» [«Un okupa en tu corazón», 2000] estuvieron sobreproducidos, porque «Gerundina» [1995] era más este rollo, más crudo. Ahora escucho los discos, míos y de otra gente, con un buen equipo, un equipo grande, y si le das volumen, suenan fatal, porque todo el mundo lo que queremos es tener mucho volumen y apretar mucho los compresores para que puedan sacar todo muy fuerte. Lo que he aprendido es que hay que buscar espacios para que no moleste un instrumento a otro, poner cada uno en un plano, no ponértelo todo en la frente, que luego el sonido es muy desagradable, con mucho brillo, muy fuerte.

Que es, de algún modo, el sonido que se empeñaron en darle a los CDs.
Eso es, pero yo ahora busco el sonido de los vinilos, he vuelto a comprar vinilos, y de hecho este disco voy a sacarlo también en vinilo. Se presta mucho por el sonido que tiene. ¡La verdad es que estoy muy contento! Me gusta este sonido natural, un sonido casero, caserito.

¿Qué tal la experiencia de producir con tu hijo?
Joder, yo estoy encantado, la verdad. Eso es lo más bonito que me ha pasado en esta vida, bueno, después de cosas como conocer a mi Antonia, y tener a mis hijos y mis nietos. Mundito me metió en la cosa hiphopera, porque desde chiquitito era un rapero, un hiphopero, ahora se ha puesto más flamenco. Por eso fue la primera colaboración de Mala Rodríguez en ‘Me voy a las 3.000’. Yo escuché a Prodigy por mi hijo, que me dijo, «escucha esto, que mola».

¿Y trabajar con tu hijo no te hace sentirte mayor?
Qué va, no, hombre, yo me doy cuenta que ya tengo una edad, lo que pasa es que tengo los años, pero te juro que en la cabeza soy como un niño, tengo una energía que te cagas, cuando pasen diez años no sé cómo estaré, ojalá esté así, pero voy a aprovechar estos años con la energía que tengo. Sólo quiero tocar, cuando estoy en casa dos días, sin bolos, me voy con mis amigos a los garitos para tocar, porque no lo puedo aguantar, si me quedo en casa le doy la brasa a toda la familia tocando, con los amplificadores, con el ruido, con los distorsionadores…

¿Te sientes medio hombre y medio guitarra?
Sí, la verdad es que sí. Lo he visto más claro con esta letra de Pedro Rivera, él me conoce desde chavalito, y me decía que siempre me ha visto con una guitarra encima, sin funda ni ná, la guitarra pelada siempre conmigo, no sé cuántas veces me habrá visto sin guitarra en tantos años que nos conocemos. Es una letra muy buena y divertida, es un tema que me encanta.

¿Qué fue de Gerundina, tu famosa guitarra?
Pues en la casa está, tiene una clavija que se queda cogida y voy a cambiarle el clavijero, se lo voy a poner metálico; como el clavijero se queda atrancado, el dedo este lo tengo casi reventado, por eso casi no la cojo, porque cada vez que la cojo acabo con un dolor de dedo que no veas.

Gerundina, después de tantos años, te hace daño ahora…
Sí [risas]. No la quiero coger mucho, pero tampoco la quiero dejar ahí tirada, pero a la vez no la quiero coger para que no se me parta. La voy a arreglar para usarla en grabaciones especiales, para momentos muy especiales, en determinadas reuniones, porque mira lo que te digo: Esa es mi guitarra, es la única guitarra que es flamenca-rockera, parece una guitarra eléctrica.

¿Prefieres cantar o tocar la guitarra?
Tocar, siempre prefiero tocar la guitarra. Lo que pasa es que ahora estoy cogiéndole el punto no a cantar, sino a contarle cosas a la gente, se las puedes contar con la guitarra también, pero el lenguaje de la guitarra es más difícil que lo entienda todo el mundo, sin embargo, cuando tú le cuentas historias a la gente es más fácil llegarle. En realidad, me gustan las dos cosas, pero yo no soy cantante ni cantaor, soy trovador, y algo más guitarrista.

Tengo la sensación de que, en estos momentos, cuando coges la eléctrica tiendes más al blues, al rock y al flamenco, y que cuando tocas con la española, te aproximas más al jazz.
[Risas]. Sí, puede ser, quizá porque se presta más, pero con la española también hago rock, cuando aprieto la púa, cuando aprieta el turbo como le digo yo, rasco y eso no lo hace mucha gente, lo inventamos nosotros, los Pata Negra. Lo que pasa es que últimamente me está gustando mucho el jazz, incluso hago temas de jazz, pero no tengo lenguaje de jazz, de blues tengo más lenguaje, pero de jazz tengo un lenguaje muy cortito, pero si me lo aprendo, puedo tocar cualquier cosa, dándole siempre un punto flamenco. Con el tiempo quiero coger más lenguaje de jazz, me voy a buscar un profesor que me dé clases, de hecho ya tengo una persona, un maestro, Frank Mazuelo, es un jazzero muy bueno y un amigo que me admira, le dije que iba a llamarle para que me diera unas clases y me dice, «¡pero, de qué estás hablando!» Coño, ya empezamos… Pero, sí, quiero aprender más cosas de jazz.

¿Cómo fue esa colaboración con Antonio Vega? ¿Cuándo se grabó?
Muy buena, yo estoy contento de todas las colaboraciones que he tenido en le disco, pero la de Antonio Vega, figúrate tú, el pobre que hizo el tema… Menos mal que se grabó en un estudio profesional, porque él tenía que venir a grabar su guitarra otra vez, y menos mal que estaba la guitarra bien grabada porque, por lo menos, lo tenemos ahí.

¿Es decir, era una colaboración que tenías prevista, grabó una maqueta y falleció?
Eso es, era un instrumental y le dije a Juan Perro, «¿por qué no nos enrrollamos los dos y hacemos un cachito de letra cada uno y le cantamos algo al Antonio?» Y es eso, que le cantamos cuatro cositas.

En ese tema cantas muy flamenco.
Sí, sí, bueno, trato, trato [risas]. Me encanta ese tema, de verdad, se me ponen los vellos de punta. Pero el que toca muy flamenco es Antonio, muy flamenco y muy Led Zeppelin, a mí siempre me ha gustado mucho Antonio, pero no concía esa faceta suya tan Led Zeppelin y tan aflamencada, lo hace muy bien, con mucho gusto, como todo lo que hacía, ¡qué voy a decir de sus letras y canciones!

¿Cómo se te ocurrió llamar a Matt Bianco?
Yo es que era fan de Matt Bianco, y voy mucho a los estudios que tiene Jesús Bola en Sevilla, voy y veo una foto de Matt Bianco con mi prima Susi, la cantaora, y Diego Carrasco, y digo, «¡coño, Matt Bianco!» Y Jesús me dice que ha estado ahí, grabando unos discos con Diego y la Susi, le pregunté si estaba en contacto con él, me dijo que sí y le propusimos hacer una colaboración, fue decírselo, mandarle el tema, y me lo envió de vuelta ya cantado, le respondí que muy bien, que está de puta madre, y me dice que no, que aunque está bien quiere venir a Sevilla y cantarlo conmigo. Claro, se vino. Fue muy bueno, se meaba al verme cantar, me decía, «tienes los movimientos de Joe Cocker», me hizo mucha gracia, porque como yo canto tan mal y él tan bien…

Un tema precioso es el que cierra el disco, ‘El mecánico’, con el que te sales de lo que es el resto del álbum.
Sí, me salgo porque es un adagio que me salió improvisado. Murió mi padre, que en paz descanse, y al año siguiente murió un hermano mío y a la semana siguiente tenía que actuar, y llevaba dos o tres meses sin actuar, estaba con mucha impotencia y con mucho coraje, y de esa impotencia, en lugar de salirme un rock and roll fuerte, me salió esta cosa, suave, triste, fue improvisado, me bajé con una Ramírez, y Raimundito me vio la cara, enchufó la máquina e hice una guitarra entera, sin pinchar, todo improvisado, te lo juro, y después hago toda la otra guitarra, y ni un pinchazo. Al teclista le dije las notas que tenía que hacer para los chelos y eso es lo que se ha quedado. Ese tema y el de ‘Elegía a don Luis Amador’, que era mi padre, me encantan, son para mí… mira que hay temas que me gustan mucho, pero esos son a los que más cariño les tengo.

Has sido componente de grupos y también has liderado, como ahora, tu propia propuesta, ¿qué es lo que prefieres?
Estoy muy contento de lo que he hecho con los grupos, lo que pasa es que, al final, uno siempre ha salido un poco quemado, y gracias a dos amigos que me animaron a cantar, porque me había separado de Pata Negra, la definitiva, me lancé en solitario. La verdad es que me siento muy bien, porque Raimundo Amador no suena a Raimundo Amador, suena a Raimundo Amador Group, porque siempre dejo a los músicos que tengan su propia identidad, y si me tienen que decir que soy un cabrón, que me lo digan. Quiero que se impliquen, yo no quiero mercenarios, quiero dejarles su sitio. Pero, claro, Raimundo Amador soy yo, y lo tengo claro.

Kiko Veneno y tú no estáis en buenas relaciones, ¿que ha sucedido?
Nada, hombre, no quiero hablar de eso, yo quiero mucho a Kiko, para mí es como un hermano, ya lo arreglaremos, seguro.

¿De todos los músicos con los que has tocado, que han sido una pila de ellos, cuál es el que más te ha impresionado?
Es que son muchos, y son tan buenos… Te puedo hablar de tres. Yo toqué con Camarón, y la verdad es que no creí que lo fuera a conocer, porque yo era superfan de Camarón y de Paco de Lucía. Los otros dos son Björk y B.B. King, ¡qué te voy a decir de esta gente! También Santana, que es un maestro. B.B. King, que es mucho más mayor y se adaptó a alguien muy joven como era yo la primera vez que toqué con él, me impresionó mucho. Cada vez que iba a tocar con él me entraban cagaleras; ya un mes antes, de pensarlo, me cagaba. Con Camarón sueño mucho, y cuando me despierto, digo, «¡me cago en la mar, ya podía estar un ratito más con él!».

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