Quique González, la luz de nuestros barrios

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CRÓNICA DE DIRECTO

«Mientras otros viven entre el temor al olvido y el miedo a la saturación, Quique guarda la distancia adecuada»

 

Antes de que su próximo disco vea la luz este octubre, Quique González regresa a los escenarios con la banda que le acompaña en sus canciones nuevas. Una minigira de verano que recaló este jueves en el festival Noches del Botánico, al que acudió Arancha Moreno.

 

Quique González
Noches del Botánico, Madrid
15 de julio de 2021

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: J. PEREA.

 

En la puerta de uno de los camerinos de Noches del Botánico está pegado el setlist de esta noche. Es la noche de Quique González. La primera de las dos que va a ofrecer en el festival y la segunda de esta pequeña gira veraniega que antecede a su esperado próximo disco, Sur en el valle. En los camerinos se respira felicidad y camaradería al acabar el concierto; el público le esperaba con ganas, pero la banda también ha disfrutado del escenario como solo se saborea lo que se echa terriblemente de menos. Pero empecemos desde el principio.

La magia de esta minigira que le ha traído de vuelta es, precisamente, que no gira en torno a un solo disco, sino a toda una carrera. Es un viaje por el presente, el pasado y el futuro de Quique González que arranca con “La luna debajo del brazo”, como si respondiese de alguna forma a la pregunta que todo el mundo se llevaba haciendo tiempo: «¿Cuándo vas a volver otra vez por aquí?». «Estoy llegando ya», avisa, como si estuviese preparándonos para el disco que viene, surgiendo de entre la bruma después de más de un año de ausencia escénica y demostrando una vez más lo bien que mide los tempos. Mientras otros viven entre el temor al olvido y el miedo a la saturación, Quique guarda la distancia adecuada. La misma que le hace acercarse al micrófono cuando toca y echarse un par de pasos atrás cuando cede el protagonismo a su banda. Hoy trae, como él dice, «canciones en la cartuchera». Guiños al pasado con la eléctrica “Kamikazes enamorados” o “Me agarraste”, que hacía mucho tiempo que no tocaba en directo, pero también pistas hacia el futuro con la presentación de su nuevo single, “Puede que me mueva”, que bombea casi como una secuela funky. Una pista de lo que viene rodeado, precisamente, de la banda con la que ha grabado su próximo disco.

 

«Quique oscila entre su corazón de rock eléctrico y su espíritu poético y acústico, y se desliza de uno a otro con una absoluta naturalidad»

 

Tras él vuelven a situarse los simpares «detectives» Edu Olmedo (batería) y Alejandro Boli Climent (bajo), remarcando la base rítmica como vienen haciendo desde hace muchos años; a su derecha, su amigo Raúl Bernal, teclista habitual de Lapido y 091 (además de sus propios proyectos con Dolorosa y el extinto Jean Paul); y a su izquierda, Toni Brunet, guitarrista y responsable de la producción del esperado Sur en el valle. Acaban de echar a rodar y aún se están midiendo entre ellos, pero no cabe duda de que en un par de conciertos se asentará todo lo que ya se respira en el aire: seguridad, ganas y una química que ya arranca la sonrisa de González repartiendo protagonismo a todo su equipo.

El público más exaltado devora y corea las canciones con ansia y frenesí, y cuando tememos que vamos a escuchar más a los de atrás que al propio Quique, ocurre algo. Llega “Cerdeña” y la energía eléctrica se transforma en delicadeza acústica, con el músico arrancando a guitarra y voz, en un respetuoso silencio que se extiende por todo el auditorio y que permite que cada instrumento espere su turno para entrar con sumo cuidado. El acordeón, el contrabajo, la batería y la acústica lo dominan todo y percibimos algo que ya habíamos detectado en los últimos discos. Quique oscila entre su corazón de rock eléctrico y su espíritu poético y acústico, y se desliza de uno a otro con una absoluta naturalidad. Tanta, que su público sabe cuando disparar la voz y cuando escuchar con la mayor de las atenciones. Saben cómo seguirle.

El escenario es puro juego. “Me mata si me necesitas” enfatiza su blues, “Avería y redención” apunta unos teclados funk que levantan a Raúl de la silla; “Pájaros mojados” aparece en su vertiente más country. Suenan las canciones perdidas entre discos, como “Clase media” o “Caminando en círculos”, y hasta se atreve con la versión castellanizada de Dylan, “¿Es tu amor en vano?”. Hay un par de atropellos en “No es lo que habíamos hablado» y “Conserjes de noche”, y Quique decide que no, que sus viejos conserjes se merecen la mejor puesta en escena, así que para el concierto y vuelven a empezar la canción. Algunos nos preguntamos dónde lleva esta vez la armónica; está colocada en el micrófono, y se agarra a ella en los últimos compases. Como antes, como siempre. Pinchándonos en la memoria, removiéndonos por dentro más de lo que expresamos con palabras. Lo mismo que pasa siempre que suena “Salitre”. Quique confiesa que han salido de casa «para sentirse como en casa» y sospecho que eso mismo piensa cada espectador.

 

«Quique confiesa que han salido de casa “para sentirse como en casa” y sospecho que eso mismo piensa cada espectador»

 

En la recta final nos esperan un par de sorpresas. Irrumpe en escena César Pop, el tipo con el que se enroscó diecieséis horas creando “Dallas Memphis”, y ambos se reparten las guitarras y las voces. La noche, ahora, es una ranchera defendida por los ejércitos del rock. César se queda un rato más, mientras aparece la siempre añorada Nina, vocalista de Morgan y antigua cantante de Los Detectives, a la que Quique considera, directamente, «la jefa de todo esto». El escenario es pura fiesta mientras interpretan “Charo”. Se van del escenario con una sonrisa cómplice, para regresar poco después con un par de últimos regalos. Suena “Aunque tú no lo sepas”, la canción que originó todo, desnuda y defendida desde el compositor y músico que es ahora. Esta vez «la cama se queda —no se queja— fría cuando te marchas », y enciende con velas «la luz de tu barrio». La luz de nuestra memoria y la de nuestros barrios. Y el jardín, rodeado de pequeñas luciérnagas luminosas, enmudece.

El cierre lo prende la eléctrica y fogosa “Vidas cruzadas”, y ahí ya no hay quien mantenga la calma. Unos y otros saben que están viviendo los últimos compases de una noche muy esperada, el reencuentro de gente que ama las mismas canciones. Por eso esta vez no importan tanto las mascarillas ni la distancia de seguridad; porque por encima de todo eso ha flotado una energía especial, unas ganas de recuperar el tiempo perdido. El que nos robaron y el que se nos fue. Ese al que nos siguen llevando, de la mano y con mimo, las músicas y letras de Quique González.

 

Repertorio:

“La luna debajo del brazo”
“Kamikazes enamorados”
“Cerdeña”
“Se estrechan en el corazón”
“Me agarraste”
“No es lo que habíamos hablado”
“Polvo en el aire”
“Avería y redención”
“Clase media”
“Nadie podrá con nosotros”
“Pequeño rock and roll”
“Pájaros mojados”
“¿Es tu amor en vano?”
“Salitre”
“Orquídeas”
“Su día libre”
“Caminando en círculos”
“Conserjes de noche”
“Puede que me mueva”
“Dallas Memphis”
“Charo”
“Aunque tú no lo sepas”
“Vidas cruzadas”

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