Quintessential, de Quint Starkie

Autor:

DISCOS

«Una elegancia impecable, un aire que quiere llegar a ser popular y algo de espíritu teatral»

 

Quint Starkie
Quintessential
P-VINE RECORDS 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Si uno pasea en Londres por el Soho y quiere acceder a Covent Gardent, no será difícil que crucen en su camino con el restaurante The Ivy. Saliendo de Shaftesbury St., la frontera natural del barrio, y entrando en West St., se topará el caminante con unos toldos verdes sobre unas vidrieras policromadas en forma de arlequín. Al llegar a la esquina con Litchfield St. podrá ver su sobrio rótulo, y la aún más sobria entrada. Dentro, sin embargo, domina un esplendoroso lujo art decó, con una barra curva y de roble, las mesas con manteles blancos y pequeñas lámparas. Suele ser frecuentado por famosos y por gente que acude al teatro.

En la carátula de Quintessential, el segundo elepé de Quint Starkie, el primero fue Ghost in my heart, de 2017, se ve a un hombre de atildado traje caminar seguro de sí mismo hacia la esquina del rótulo y a unos paisanos charlando en ese chaflán. A su derecha se ve parte de la fachada del Ambassadors Theatre. No puede haber imagen más icónica de lo que encontraremos en el interior: una elegancia impecable, un aire que quiere llegar a ser popular y algo de espíritu teatral.

Las coordenadas ya aparecen en «Just like you», la que abre el disco y recupera ese estilo odiado en su época y después pasto de oldies, el Adult Oriented Rock. Lo proclama la canción con su falsete, su rock suave con algo de soul, su sofisticación, la atención al detalle orquestal sin desmesura o el diálogo con el coro. En todo caso, hay en el tema, y en todo el disco, ecos también de otros espíritus cercanos que van de Sade a Gerry Beckley, pasando por Everything But the Girl. De este calado son «The gardener and the flower», a dúo con Tania Doko, o «Some thing i couldn’t be», un prodigio de delicadeza, sedosa, tocada por la gracia de las hadas.

Hay canciones que se separan de este camino. «Home again» es mucho más acústica, serena y folk. La instrumentación es sobria y mínima, para una proclama que defiende lo doméstico, lo próximo. También «Fear of flying» goza de espíritu folk y la cercanía la dota de calidez. Casi resbala por la piel.

Sin embargo, frente a este gusto por el justo medio, encontramos los dos extremos. «Mr. Maxwell» sube un tanto las revoluciones y resulta más animada y fluida, casi lindando con la alegría. Por el contrario, «Beautiful thing» nos sorprende con una voz más rasgada, callejera, la voz de años de bares, como ese Tom Waits de las horas buenas. Un tanto canalla, un tanto terciopelo, un tanto discoclub de los setenta, coincide en ello con «Gotta give it up», mezcla de jazz y electropop, a la manera de lo que editaban Swing Out Sisters, suaves caricias y coros femeninos acogedores.

Es un disco para escuchar cuando estás solo y agradeces ese tranquilidad, pero a la vez buscas esa compañía agradable de la música, con algo de bebida en copa y, si puede ser, unos ventanales desde los que se vea la ciudad y se deje tiempo para que el sol vaya cayendo.

Anterior crítica de discos: Epoch, de DeYarmond Edison.

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