Prince, enigmático y eterno

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 “A uno le cuesta aceptar que semejante bestia creativa no escribirá nunca más”.

 

La marcha de Prince lleva a Óscar García Blesa a situarle como uno de los iconos indiscutibles del pop de todos los tiempos.

 

Texto: ÓSCAR GARCÍA BLESA.

 

2016 será recordado (y aún faltan ocho meses para que concluya) como uno de los años más negros en la historia de la música popular. Tras las desapariciones de David Bowie, Glenn Frey, Merle Haggard, George Martin, Keith Emerson, Black, Gato Barbieri o Manolo Tena, descubrimos ojipláticos que Prince ha muerto a los 57 años. Maldita sea.

Encontrado en su casa en Paisley Park, en la ciudad de Minneapolis, ha sido su publicista el que ha confirmado su fallecimiento a la agencia Associated Press sin especificar las causas. Prince venía arrastrando un cierto decaimiento que le obligó a suspender uno de sus shows más recientes, pero como en el caso de Bowie, lo inesperado de la noticia nos deja completamente helados.  

Hombre carismático e icono indiscutible, su marcha supone la pérdida de un personaje imprescindible para comprender la cultura pop rock de la última parte del siglo XX y lo que llevamos del XXI, pero sobre todo el adiós a un músico hiperbólico, capaz de renovar el oxidado y algo encasillado panorama discográfico de finales de los años setenta con una propuesta revolucionaria capaz de integrar el funk y rhythm and blues en las estructuras pop más clásicas.

 

Un legado colosal

Prince Nelson alcanzó su momento de mayor popularidad en los ochenta, con la publicación de “Purple rain”, banda sonora que ponía música a la peliculita que él mismo interpretaba, y que incluía la canción que le haría inmortal. Músico, compositor, productor, artista visual, performer… nos deja huérfanos de talento.

‘Purple rain’ es, por derecho, una de las más bellas composiciones de todos los tiempos, enigmática y eterna, conceptual y emblemática, una canción que pondría la música de toda una generación, un fenómeno cultural de dimensiones épicas y que supone para siempre el regalo definitivo de un músico irrepetible.

Pero su obra era mayúscula, transitando territorios mucho más variopintos. Su legado es colosal en calidad, y también en tamaño. Prince, con sus diferentes alter ego, publicó treinta y nueve álbumes a lo largo de casi cuarenta años de carrera. Desde el extraordinario “Dirty mind” en 1980, al mencionado “Purple rain” en 1984, el extraordinario “Sign o the times” en 1987 —para muchos, su gran obra maestra—, un álbum doble tan relevante como el mismísimo “White album” de los Beatles o “Blonde on blonde” de Dylan, la notable aportación en el “Batman” de 1989 hasta los “3121” o su última aportación en los poderosos “Hitnrun” ya en este siglo.

Conocidos son sus arrebatos artísticos contra la industria del disco. Se tatuó la palabra esclavo en la cara como muestra de protesta contra su sello discográfico. Se cambió de nombre innumerables veces hasta el punto de resultar difícil seguirle la pista. Provocador hasta el extremo, alumbró algún que otro escándalo y solía correr la voz sobre unas impresionantes dotes amatorias. Pero nada podía hacer sombra a su inmenso talento musical.

 

La trinidad del pop

Con Prince y Michael Jackson se van las dos terceras partes de la santísima trinidad de la edad de oro del pop internacional (completada con la presencia de Madonna en el contrapunto comercial). Su inimitable estética y esa particular manera de construir imposibles himnos pop bebiendo de las inagotables fuentes del funk y el rythm and blues le confirieron un estilo inconfundible. Nadie nunca sonó como él, a pesar de que muchos trataron sin éxito de replicar su fórmula.

Menudo en tamaño, apenas 1.57 de estatura, el genio indómito fue capaz de poner a sus pies a todo el planeta. De personalidad abrumadora y delicioso y delicado gusto musical, su imaginación a la hora de crear pequeñas obras maestras no tenía límites. Prolífico como pocos, su legado es sencillamente trascendental. Canciones como ‘Let’s go crazy’, ‘Kiss’, ‘Raspberry beret’, ‘When doves cry’, ‘Alphabet St’, ‘Nothing compares 2 U’, ‘The most beautiful girl in the world’ y ‘Sexy M.F’, son solo una pequeña muestra de un arsenal monumental. A uno le cuesta aceptar que semejante bestia creativa no escribirá nunca más. Maldita sea, otra vez.

“No hay porqué preocuparse, no hace falta llorar, soy tu Mesías y tú eres la razón de ello. Moriré por ti, si tú quieres, yo moriré por ti”. ‘I would die 4 U’.

 

 

 

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