«Por tierras escocesas»: Cuando Duncan Dhu eran libres

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Mikel Erentxun: “No se entendería mi carrera, ni la de Diego, sin este disco. Es la clave de todo”.

 

Minutos antes de que el éxito llamase a su puerta, Mikel Erentxun, Diego Vasallo y Juan Ramón Viles irrumpieron en el San Sebastián de mediados de los 80 con un disco crucial para entender lo que vendría después. Un reportaje de Arancha Moreno.

 

Texto: ARANCHA MORENO.

 

Antes de ‘Cien gaviotas’, ‘Esos ojos negros’ y todos los hits que contenía el disco “Canciones” (Grabaciones Accidentales, 1986), Duncan Dhu debutaron con un epé casi tan desconocido como necesario. Seis canciones que grabaron con el título “Por tierras escocesas” (Gasa, 1985), las seis con las que echaron a rodar una propuesta que se desmarcaba de la música que triunfaba en la España de los 80. Entonces eran un trío acústico enamorado de Elvis Presley y de la Sun Records, de la literatura romántica escocesa y de los sonidos del rock and roll más crudo y primigenio. Ahora, aquellas canciones vuelven a las tiendas reeditadas por Warner en vinilo y cedé, con maquetas y extras de la época, porque contienen una parte muy importante del comienzo de su historia. Cuando las grabaron eran tan jóvenes e inexpertos que ni siquiera podían sospechar lo que les esperaba a la vuelta de la esquina de una calle cualquiera de San Sebastián. Caminaban despreocupadamente a la gloria. Eran libres.

No se entendería mi carrera, ni la de Diego, sin este disco. Es la clave de todo”, apunta Mikel Erentxun, apostillado en un sofá vintage en su discográfica, en Madrid. En la pared que tiene a su espalda está proyectada la portada de aquel debut discográfico que firmó hace treinta y tres años junto a Diego Vasallo y Juan Ramón Viles. Él venía de Los Aristogatos y los otros dos tocaban en Los Dalton. Conoció a Diego una noche que les presentó su hermana. Todavía recuerda cómo le confesó la idea que tenía en la cabeza: “Quería revivir al Elvis de la época de la Sun (Records), en trío, sin batería: guitarra eléctrica, contrabajo, guitarra acústica. Le conté que me gustaba mucho Escocia… le conté toda mi pájara, y a él le encantó. Ahí mismo me dijo: ‘Cuenta conmigo’”. Hasta tenía pensado el nombre: Duncan Dhu, como un personaje de “Las aventuras de David Balfour”, de su admirado Robert Louis Stevenson. Pero le daba tanta vergüenza que no quiso pronunciarlo en voz alta.

Al otro lado del teléfono, Vasallo reconstruye la escena. “Recuerdo una vez en su casa, cuando me sugirió el nombre de la banda. Antes habíamos tenido muchas conversaciones musicales, muy teóricas, de qué sonido queríamos. Es curioso, porque el sonido es muy crudo, muy primitivo, muy simple, pero es algo que estaba muy muy pensado, no surgió al azar, habíamos teorizado mucho al respecto. Recuerdo estar en casa de Mikel, hablando de esto, y me escribió el nombre de la banda en un trozo de papel, que creo que conservo, y eso que yo soy muy malo guardando cosas, soy bastante desastre. Creo que no se atrevía a decírmelo porque de primeras podía parecer un nombre bastante raro para un grupo de rock and roll. Recuerdo hasta la tipografía de cómo me lo escribió”. En su voz pausada se desliza una pequeña risa, divertido quizá al volver a aquella habitación de juventud, cuando cada uno vivía con sus padres y solían quedar para ensayar en el garaje o en cualquier otro sitio. Contaban con una ventaja: no necesitaban amplificadores ni enchufes.

 

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Mikel Erentxun: “Hay un punto salvaje, de descontrol, una inocencia, una frescura brutal, una mezcla de cosas imposibles”

 

Duncan Dhu tenía nombre, un concepto claro y un completo imaginario. En medio de una escena entregada al rock radical vasco y al Donosti Sound, se desmarcaban con sus aires al rock and roll de los cincuenta en formato acústico. Para ellos era muy importante definir el proyecto, confirma Diego: “Un grupo es una propuesta sonora, artística, y creo que debe haber mucha teoría por detrás, no solo ponerte a tocar y ver qué sale. Tienes que pensar qué quieres, que tipo de sonido, y nosotros pensábamos mucho en eso. Al principio, Duncan Dhu fue un concepto un tanto arty, era algo muy meditado, muy pensado, con un cruce de influencias un poco extrañas, como el rockabilly, el rock and roll americano, la literatura un tanto romántica y brumosa de Stevenson, los paisajes de Escocia, la niebla, las tormentas… todo eso también influidos por nuestra propia tierra, por Euskadi, Donosti. Creo que le imprimió un carácter curioso y muy personal a la banda en esa primera época”. También se empapaban de contrastes, como apunta Mikel: “Yo quería ser Elvis y Jaime Urrutia, fíjate, mezclas bastante antagónicas, explosivas. Nosotros, al principio empezamos haciendo versiones de Elvis, luego empezamos a hacer canciones nuestras en inglés y enseguida empezamos a escribir en castellano”.

La idea inicial de tocar con dos guitarras y un contrabajo llegó a materializarse en algún directo, acompañados por el primo de Mikel, pero no acabó de cuajar. Fue Diego quien apostó por cambiar la segunda guitarra por la percusión, y sugirió llamar a Juanra Viles para que se encargase de la caja. Con él cerraron el trío definitivo en agosto de 1984, en un bar de su ciudad, aunque llegaron a grabar maquetas antes de que se incorporase el percusionista. Lo que no recuerda Mikel es dónde están.

Creatividad, arrogancia y poco oficio

En su primera excursión maquetera a Madrid, repartieron sus canciones por cuatro sellos, y les llamaron de GASA. Aquellos meses, entre 1984 y 1985, todo iba rapidísimo. Escribían sin parar y tocaban en todos sitios, desde “el bar más cutre de San Sebastián”, hasta el Guría, los bajos del Teatro Victoria Eugenia donde hacían tres pases por mil pesetas, relata Mikel. Tres conciertos por noche los viernes y otros tres los sábados. Viajaban por toda España “en el cuatro latas de mi hermana, conducíamos con el mástil del contrabajo al lado, compartíamos habitación, compartíamos cama… hemos conocido todos los estamentos del rock, pero cada día iba mejorando. Empezamos abajo, fue subiendo y no paró. Pero a la plaza de toros tardamos dos años en llegar, con un segundo disco”.

 

 

No empezaron pisando la alfombra roja, pero tardaron solo medio año en entrar a grabar sus canciones. Diego describe el vértigo sin renunciar a su voz pausada: “Fue rapidísimo, de locura, porque el grupo estaba más que verde, estaba muy poco rodado, y en febrero nos enfrentamos al estudio de grabación con la inexperiencia de los tres. Encaramos ese primer disco quizá hasta con un punto de arrogancia, que refleja un poco esa frescura, y esa limitación técnica añade un plus de sonido un tanto peculiar y especial, creo que por eso ese disco tiene una cierta magia”. Se pusieron a las órdenes de Paco Trinidad, aunque estas fueron prácticamente inexistentes porque el productor enfermó y se perdió las sesiones. Lo cuenta Mikel: “La grabación la hicimos sin él, los tres con el ingeniero. Eran dos hermanos y no daban crédito a que estuviéramos grabando un disco. ‘¿Cómo podéis estar grabando un disco con lo mal que tocáis?’ Hubo una canción con la que se desesperaban, porque éramos incapaces. Se movía como el mar en día de tempestad. El tío se metió dentro de la sala para dirigirnos, para marcarnos el tempo. Era muy divertido”.

El descaro de aquellos días de juventud está incrustado entre los surcos de ese vinilo. Nada más ponerlo en marcha, destapa algo que está vivo. “Hay un punto salvaje, de descontrol, una inocencia, una frescura brutal, una mezcla de cosas imposibles. Crecimos oyendo Elvis, pero en vez de hablar de chicas y autocines, hablábamos de Escocia”, aclara Erentxun. Habían recreado su propio universo y se lo creían, aunque algunos recelaban de su propuesta sin tupé: “Decíamos que era rockabilly, pero cuando íbamos a fiestas de rockabilly nos apedreaban. ‘¡Esto no es rockabilly, es otra cosa!’ Me acuerdo que a Loquillo le preguntaron qué le parecía y dijo: ‘Bueno, que se dediquen al jazz’. No éramos un grupo típico”.

 

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Diego Vasallo: “Fue rapidísimo, de locura, porque el grupo estaba más que verde, estaba muy poco rodado”

 

Creatividad sin oficio. Eso es lo que destaca Juanra Viles en el libreto de la reedición: “Es la obra musical de dos estudiantes de Arquitectura y uno de Bellas Artes. Quizás esa sea la clave de todo el disco. Tres estudiantes con vocación creativa haciendo música sin ser músicos, tres jóvenes tocando unos instrumentos cuyas claves básicas desconocían y aún así, o puede que quizás por eso mismo, el resultado final se caracterizaría por la frescura, la originalidad y una personalidad propia que se mantiene intacta tres décadas después”.

Erentxun se gira hacia la pared del fondo y contempla la portada. Aparecen los tres delante del «Château» de la Abbadie de Hendaya. No les llegaba para viajar a Escocia, pero aquello era lo más parecido. Habla de la tipografía: “La hicimos nosotros con letraset. No sabes lo que es, porque eres muy joven, pero esas letras están hechas comprando unas plantillas, como calcamonías. Ponías la letra d, pintabas por encima y se quedaba. Como no teníamos dinero, una está pintada con rotring, para no comprar otra plantilla. Hay un rollo de artesanía en la portada, en las fotos, en la grabación del disco… sin claqueta, no sabíamos lo que era un afinador. Yo eso lo oigo, oigo las canciones y noto un desparpajo, una naturalidad, oigo el rock and roll. Es el disco más salvaje que ha hecho Duncan Dhu nunca. Nos lo creíamos, lo vivíamos”. Y ahora, peleado con su propia voz en discos posteriores, admite que es el único álbum de aquella época que puede escuchar sin sonrojarse.

El disco de la libertad

“Por tierras escocesas” fue el inicio de todo, salvo del éxito. El triunfo les llegó con el siguiente, “Canciones”, y no precisamente con ‘Cien gaviotas’, sino con el segundo single, ‘No puedo evitar pensar en ti’, su primer número uno en los 40 Principales. Ahí empezaron a llenar los sitios y a ver cómo la gente cantaba sus estribillos.

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Diego: «El éxito es peligroso, sobre todo cuando eres tan joven y tan inexperto»

Más de tres décadas después, recuerdan con cariño su querencia rockabilly, su pasión por Elvis y Gabinete Caligari, su amor a la fría Escocia y al cálido acústico. Su ingenuidad y su pasión les hizo disfrutar sin ninguna atadura. Lo cuenta Juanra Viles en el libreto de la reedición del disco:  “Nunca fuimos tan libres como en ese momento”. Erentxun le da la razón: “Hay una libertad total. Cero presión. En ‘Canciones’ también fuimos bastante libres, pero luego se acabó la libertad. La hemos vuelto a recuperar Diego y yo al final. Pero ya no es la misma, porque tenemos prejuicios”. Vasallo coincide: “En cuanto empieza el éxito empieza la presión. Es inevitable, siempre sucede. El segundo disco lo grabamos sin mucha expectativa de venta, aunque ya estuvo Paco Trinidad y empezó a haber problemas, a Juanra no le dejó tocar en algunas canciones, hubo cierta limitación de movimiento. Y cuando el segundo empezó a vender mucho, la presión aumentó muchísimo. El tercer disco habíamos perdido bastante el control de la banda”. Por contradictorio que parezca, triunfar les privó de su libertad inicial: “El éxito es peligroso, sobre todo cuando eres tan joven y tan inexperto. Éramos muy manejables, muy influenciables”.

Dice Mikel que “Por tierras escocesas” es, probablemente, “el disco que mejor ha envejecido de todos”. Sigue guardando su magia intacta, también a nivel emocional. Diego nunca olvidará lo que sintió cuando lo escuchó por primera vez: “Ese momento es absolutamente mágico y esencial. Me acuerdo perfectamente de ese vinilo, lo pones una y otra vez, esa sensación es algo irrepetible, realmente especial. Luego todo eso cambia, empiezas a escuchar los discos con un espíritu mucho más crítico. Ya no vuelves a disfrutar como esa primera vez, nunca”.

 

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