Pixies: «En nuestra cabeza sonamos muy pop, quizá por lo raros que somos, pero es como nos gusta ser»

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«Que a la gente le guste lo que haces: ningún músico piensa en otra cosa»

 

A punto de editar su próximo disco, Doggerel, que verá la luz el 30 de septiembre a través de BMG, y en medio de una gira que pasará también por Japón y Australia, charlamos con el guitarrista de Pixies, Joey Santiago, que se estrena como compositor en el nuevo trabajo de la banda. Por Carlos H. Vázquez.

 

Texto: CARLOS H. VÁZQUEZ.
Fotos: TOM OXLEY.

 

Quienes asistieron a los shows más recientes de los Pixies pudieron escuchar algunos adelantos (“There’s a moon on”, “Vault of heaven” y “The Lord has come back today”) del que hoy es el nuevo álbum de la banda de Boston: Doggerel (BMG, 2022), tres años después de Beneath the eyrie (BMG, 2019).

Cuenta Joey Santiago que la música le alivia y le evade de la realidad: «Es mágica», dice. Puede entrar en una habitación y, dependiendo de la música que esté sonando, cambiar de humor. Habla a través de Zoom desde la que parece su casa. También se escucha de vez en cuando a un gato maullar. El músico filipino y guitarrista de los Pixies continúa departiendo sobre la música, ajeno a los maullidos: «Sencillamente, te ayuda a sentirte como debes en cada momento. Llego a sitios y pensamientos a los que no llegaría de otra manera si no la escuchase. Escucho música siempre prestando mucha atención, no puedo sencillamente ponerla como ruido de fondo, que es lo que quiero que los fans hagan con nuestra música». No busca formar parte del decorado. Quiere que quienes vayan a verlos estén atentos. Al fin y al cabo, pagan por ello.

 

Debutas como compositor en Pixies con este último trabajo, aportando la música de “Dregs of the wine” y la letra de “Doggerel”. Después de tanto tiempo en la banda, ¿cómo es que te lanzas a aportar composiciones ahora?
Paz [Lenchantin], de una manera muy natural, llegó a ser coautora de ciertos temas. Ella empezó a ser miembro permanente de la banda hace seis años e inconscientemente, me dije: «¡Eh, que yo llevo mucho más tiempo aquí!» [Risas]. Nunca había trabajado en nada más que en la parte de las guitarras. Durante la pandemia, me hice con una [guitarra] acústica de 1956 muy bonita que suena increíble y empecé a tocar unos acordes y a organizarlos de tal forma que tuvieran sentido y me gustasen. No me di cuenta de cuánto me gustaban hasta que mi novia me grabó en secreto con su teléfono y me lo puso. Automáticamente dije: «Esto funciona». Trabajé un poco más en ello y empecé a pensar a quién podría enviárselo para terminar la canción, entonces me di cuenta ¡de que tengo una banda!

 

Ahora las canciones duran más de un minuto o dos. En este álbum los temas superan la duración media habitual. ¿Por qué?
Porque ahora nos cuesta menos hacer canciones de tres minutos. Nos sorprendió mucho, durante los arreglos de las canciones, la duración. Mirábamos cuántos minutos eran y decíamos: «¿Tres minutos? ¡Madre mía! ¿En qué nos estamos convirtiendo?». No tendría sentido que nos esforzásemos para hacer una canción de noventa segundos, eso sería ridículo. Podemos, pero no es natural, no va a tener el arco que nosotros queremos que tenga. Así que, sencillamente, nos rendimos a la evidencia y ahora nuestras canciones son más largas. Somos así, estamos locos. De hecho, ahora, cuando tocamos “Crackity Jones”, sentimos que la canción es más larga de lo que realmente es porque hay muchísima información en menos de dos minutos.

 

“The Lord has come back today” los supera, por ejemplo. ¿Cuál es su historia?
Charles [Black Francis] vino con “The Lord has come back today” y, al principio, yo intentaba replicar las intros de The Beatles con unos amplificadores Leslie y empezó a cuadrarnos cómo sonaba. Es una de mis canciones favoritas porque cambiamos de tempo naturalmente. Se ralentiza, luego se acelera… Así que suena orgánico. No sé de qué va la letra, pero, sencillamente, es una gran canción.

 

¿Cómo es el sonido Pixies y qué aportas tú al mismo?
Nos representa a todos. Lo que yo aporto es un cierto tipo de sonido a la guitarra. Parece que toque la guitarra que toque siempre suena igual y, a veces, pienso: «¡¿Por qué?! ¿Por qué no suena como si fuera una guitarra diferente?». Imagino que es algo interno, propio; la guitarra, de algún modo, está cohesionada de esa forma conmigo.

 

¿Crees que la marca Pixies y la tuya propia están al mismo nivel?
Diría que yo pongo la guinda al pastel. Si escuchases un tema en el local de ensayo, podrías decir: «Mmm… Sí, parece que suena a los Pixies», pero en cuanto yo meto mi guitarra, entonces es cuando se confirma: «¡Ah! Claramente, son los Pixies». Incluso Charles lo dice: «En cuanto suena la guitarra… ¡Son los Pixies!». Y digamos que mola así.

 

Black Francis llegó a los ensayos con el productor Tom Dalgety con cuarenta canciones. ¿Las probasteis todas?
No, solo probamos las doce que metimos. Tuvimos que centrarnos porque solo teníamos tres semanas para grabar el álbum. Parece poco tiempo, pero para nosotros es suficiente; de otro modo, pierdes el interés. Si hubiéramos tenido más tiempo, hubiéramos hecho un álbum más largo, y la gente no quiere un álbum doble ahora mismo.

 

¿Habrá más material tuyo con Pixies en el futuro?
Ya estamos trabajando en nuestro siguiente material y tengo tres ideas que espero que se puedan manifestar en el álbum. Por ahora, estoy intentando trabajar esas ideas y que lleguen a algo bueno; tengo más, pero creo que el resto serían rechazadas de plano [risas], lo que no es muy bueno.

 

«En cuanto suena la guitarra… ¡Son los Pixies!»

 

Creo que este álbum no es tan depresivo como los anteriores, parece que los Pixies estáis empezando a sonar de un modo más alegre. ¿Podemos pensar que ya habéis encontrado vuestro lugar, en referencia a “Where is my mind?”?
No creo que revisitemos ese lugar [el punto mental en el que se encontraban grabando “Where is my mind?”] a no ser que estemos trabajando en un proyecto muy concreto, y eso suena a que sería un encargo. Sencillamente, dejémoslo atrás.

 

Teniendo en cuenta el éxito de “Where is my mind?”, debido a la película El club de la lucha, ¿temisteis en algún momento que os consideraran locos?
No. Sencillamente nos centramos en que le gustase a la gente y lo disfrutamos. Ningún músico piensa en otra cosa que no sea que a la gente le guste lo que hace.

 

¿Los Pixies están más cerca del punk o del rock?
En nuestra cabeza sonamos muy pop, quizá sea por lo raros que somos, pero es como nos gusta ser. Lo que grabamos es lo que nos gusta, lo que nos llena a nosotros. No creo que seamos punk. Tampoco rock, en el sentido en el que ni el punk ni el rock es lo que somos.

 

Creo que hay un cambio de ritmo bastante marcado en “Nomatterday”, justo cuando la canción alcanza el minuto dos. ¿Ahí hay dos canciones en una?
Sí, efectivamente las hay. La historia que nos contó Tom es que tenía dos ideas y sencillamente las juntó. Y me gusta mucho. Como te comenté antes, el hecho de que se cambie el tempo es lo que le da un sentido y un sonido más humano, más orgánico.

 

“Dregs of the wine” me recuerda a The Who y creo que es la primera (y última canción) que nombra a Van Halen.
Sí, sí… Es la primera y la única canción en la que los nombramos. Y muy buen apunte el de los Who; es algo de lo que hablamos cuando la grabamos, que nos recordaba a su sonido por los acordes sostenidos. Eso hace que podamos sonar como Pete Townsend.

 

Pero la canción “Haunted house” tiene un sonido fronterizo, hablando de las guitarras…
Cuando pusimos el álbum y escuchamos “Haunted house” con el equipo, automáticamente pensaron que era el single porque tiene el gancho perfecto. La melodía resuena mucho, se te queda… Sencillamente lo tiene todo. El puente te lleva hacia otro lugar, hay un cambio de clave furtivo, escondido. Creo que hicimos un gran trabajo.

 

¿Por qué hay una cuenta atrás en castellano en “Thunder & lightning”?
Justo me enteré el otro día. Sabes que una tormenta está acercándose cuando ves los relámpagos, y puedes saber cuánto queda para que llegue si haces una cuenta. Mira, cuando yo jugaba al béisbol, contábamos para comprobar cuánto le quedaba para llegar y así saber cuándo se estaba acercando. Si al ver el relámpago y contar llegábamos a, por ejemplo, seis y, cuando veíamos el siguiente relámpago, llegábamos a siete, entonces es que se estaba yendo. Perfecto. Pero si al contar llegábamos a cinco, cancelábamos el partido. Obviamente, si solo llegas a uno, entonces, es que la tienes justo encima. Esta canción, para mí, va sobre la relación sobre los relámpagos que se acercan a ti y el tiempo que pasa hasta que llegan los truenos. Nunca llegan a la vez. Es una manera de contar cómo se acercan las tormentas, los problemas.

 

“Doggerel” es la última canción y le da título al disco. ¿Va la última porque representa al álbum?

Fue la última porque sencillamente sonaba como un buen final para el álbum. Nosotros casi nunca hacemos un fade out en una canción y esta vez lo conseguimos. Realmente trabajamos duro y fue complejo conseguir juntar todas las ideas y esta canción, que suena como un punto final.

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