“Paterson”, de Jim Jarmusch

Autor:

CINE

 

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“Jarmusch ha compuesto una maravillosa oda al día a día, a lo anodino, a lo casual y a lo cotidiano, incitándonos a detenernos”

 

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“Paterson”
Jim Jarmusch, 2016

 

Texto: ELISA HERNÁNDEZ.

 

Paterson (Adam Driver) es conductor de autobuses en Paterson, Nueva Jersey. Escribe poemas en una pequeña libreta que siempre lleva consigo. Se levanta por las mañanas a la misma hora, besa a su novia, desayuna los mismos cereales, conduce el mismo vehículo, come en el mismo sitio, saca al perro a pasear a la misma hora y se toma una cerveza en el mismo bar todas las noches. Nada más. Y nada menos.

La vida sencilla y ordinaria de Paterson es sin embargo bella, preciosa, poética, y está cargada de momentos que no por cotidianos o habituales son menos memorables o especiales. Haciendo uso de la repetición de ciertos elementos y la variedad e inserción de otros extraños en medio de las reiteraciones, equilibrando ambos registros de una manera muy calculada, “Paterson” nos presenta una y otra vez la rutina del protagonista a lo largo de cada uno de los días de una semana. Como ya sucede en otras películas de Jim Jarmusch, mucho más preocupadas en ver, mirar y escuchar que en desarrollar una verdadera trama al estilo tradicional (pensemos en “Coffee and cigarettes” o “Noche en la Tierra”), en “Paterson” no ocurre nada y ocurre todo. Algo tan simple como la conversación de los pasajeros del autobús se convierte en grandioso y épico ante los ojos del protagonista, cuya sensibilidad y atención son encarnadas con tremenda delicadeza y contención por parte de un enormemente emocionante Adam Driver.

A veces parece que el cine deba recordarnos o presentarnos mundos y universos lo más diferente posible de nuestra experiencia, bien para enriquecerla o bien para hacer que la obviemos. “Paterson” es una de esas rarezas que demuestran que el arte está ahí para enfrentarnos directamente a nuestra cotidianeidad, dialogar con nosotros y hacernos reinterpretar la realidad, no obviarla o alejarnos de ella. Porque la vida no se compone de grandes ocasiones especiales, sino de multitud de pequeños detalles de valor incalculable que muchas veces nos pasan desapercibidos. La belleza, el encanto y la poesía ni se pueden medir ni nos preexisten, sino que están únicamente en los ojos del que observa. Con “Paterson”, al poner esos momentos en pantalla grande y darles el valor que se merecen, Jim Jarmusch ha conseguido componer una maravillosa oda al día a día, a lo anodino, a lo casual y a lo cotidiano, incitándonos a detenernos. Y observar.

 

 

Anterior crítica de cine: “La doncella”, de Chan-wook Park.

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