“La doncella”, de Chan-wook Park

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CINE

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“Un relato de intrigas de alcoba y traiciones que brilla en su configuración narrativa”

 

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“La doncella” (“Ah-ga-ssi”)
Chan-wook Park, 2016

 

Texto: JORDI REVERT.

 

Cabeza visible de la gran oleada del cine coreano en la pasada década, Chan-wook Park descubrió con su “Trilogía de la venganza” una sensibilidad barroca y espectacular que se asociaba a una inclinación por imágenes sórdidas. En ellas, el arrebato visual conjugaba imágenes traumáticas y salpicadas de una violencia al mismo tiempo agreste y meticulosa. Las tres películas –“Sympathy for Mr. Vengeance” (“Boksuneun naui geot”, 2002), “Oldboy” (“Oldeuboi”, 2003) y “Sympathy for Lady Vengeance” (“Chinjeolhan geumjassi”, 2005), a las que habría que añadir el segmento “Cut” de “Three… Extremes” (Saam gaang yi, 2004)– concretaron un contundente imaginario de la venganza que incluso extendería su influencia en obras coterráneas, caso de “Encontré al Diablo” (“Ang-ma-reul bo-at-da”, Jee-woon Kim, 2010).

En los últimos tiempos, el cine de Chan-wook Park ha dejado atrás ese leitmovtiv para entregarse a un viaje sin retorno a las pulsiones. “Stoker” (2013), única incursión norteamericana del coreano hasta la fecha, abrazó pasiones soterradas y erotismo velado, pero siempre bajo el imperativo de un virtuosismo devorador. Tres años después, “La doncella” ahonda en esa senda exploradora del deseo con el mismo afán barroco y con una explicitud liberadora. Adaptación de la novela “Fingersmith”, de Sarah Waters, Park traslada el contexto victoriano original a la Corea ocupada por Japón en los años 30. En ese escenario perfecto para el músculo visual del director, este ofrece una versión menos exhibicionista y más recatada de su caligrafía, y a cambio propone un relato de intrigas de alcoba y traiciones que brilla en su configuración narrativa: despliega una estructura plagada de fracturas y saltos que se despliega con precisión de reloj suizo, articulando una historia en espiral que descubre progresivamente sus estratos y, con ellos, la información que reorganiza su juego de pasiones sin una sola mentira en su montaje. En medio de ese admirable palacio, los cuerpos de sus dos protagonistas femeninas son un bastión de sexualidad desatada y resistencia a un sistema que las cerca en sus respectivos roles sociales. En ellas, y en el erotismo calculado entre el desconcierto del descubrimiento y la deriva del desenfreno se sintetiza toda la fuerza política de una película que atesora una capacidad única para desgranar el carácter perturbador de la belleza y la carne.

 

 

Anterior crítica de cine: “Animales nocturnos”, de Tom Ford.

 

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