“No, no me olvido. Nacha Pop”, de Sandra Bensadón

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LIBROS

“Está hecho de otra pasta, de un material emocional sensiblemente distinto”

 

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Sandra Bensadón
“No, no me olvido. Nacha Pop”
CHELSEA EDICIONES

 

Texto: XAVIER VALIÑO.

 

No es extraño, en el mercado internacional, encontrar libros de fotografía sobre un artista en concreto, en un momento determinado de su trayectoria o a lo largo de su carrera. Vienen firmados por profesionales que, aun partiendo de una vocación nacida en su juventud a partir de su amor por la música, han hecho de ello su forma de vida.

“No, no me olvido” (con el título de una canción del disco “Dibujos animados” de Nacha Pop, 1985) está hecho de otra pasta, de un material emocional sensiblemente distinto. Podríamos rastrear en ella un origen similar, pero a partir de ahí no se parece en casi nada a todos los otros que se puedan encontrar en el mercado. Y la razón de ser está en su autora, Sandra Bensadón.

Bensadón cogió por primera vez una cámara de fotos para retratar a sus amigos, su pandilla, que no eran otros que los componentes de lo que se conocería meses después como Nacha Pop, una de las bandas decisivas del pop-rock estatal. Lo dejó cuando la banda se separó, para dedicarse a otras cosas, y no volvió a hacer fotografías hasta que Nacha Pop se reunió de nuevo a finales de la década pasada, más de veinte años después (convirtiéndose, de paso, en su jefa de prensa).

Recientemente se le pasó por su cabeza que aquello que había hecho en su momento bien podía recopilarse en un libro. Se lo propuso a Chelsea Ediciones (el proyecto editorial de Álex Cooper) y gracias a ello hoy está disponible este volumen, un verdadero festín para los seguidores del grupo y, también, para los interesados en la fotografía musical.

De origen sefardí, y nacida en Casablanca, Sara coincidió en el Liceo Francés con los primos Vega. Novia del hermano de Nacho García Vega, el germen de lo que sería Nacha Pop lo vivió, prácticamente, de primera mano. Y quiso documentarlo para ella, para sus amigos y, sin saberlo todavía, para la posteridad.

Estuvo con ellos cuando ensayaban como Uhu Helicopter, haciendo fotografías que solo buscaban convertirse en regalos para sus amigos. La banda fue el objetivo de su primer carrete y de su primer revelado en el baño de su casa familiar. Tras esos primeros disparos, Sara contó con unas lecciones de urgencia por parte de su hermano y un breve curso de fotografía.

Fue todo lo que necesitó para seguir practicando y mejorando. Estuvo presente en casi todos los momentos clave del grupo, haciendo de ellos su objetivo casi exclusivo en sesiones improvisadas en decorados abandonados, bajos comerciales de conocidas calles madrileñas, en conciertos en salas como Rock-Ola o El Sol y como responsable, por ejemplo, de la portada de “Más números, otras letras” (1983).

Al ser alguien de su entorno, el cuarteto siempre posó para ella con comodidad y naturalidad, mostrando en las imágenes de finales de los 70 y principios de los 80 una insultante juventud revestida con una imagen algo más cuestionable, y que no deja de obedecer a la moda de aquel tiempo o la interpretación que de ella hacían sus miembros.

“Gracia, ingenuidad y cristalina naturalidad”, mantiene Nacho García Vega que es la principal cualidad de las fotos de su amiga en el prólogo, un texto al que se suman otros del primer batería Jaime Conde, varios de Carlos Brooking, y un único y breve texto de Ñete, con lo que todos los componentes que pasaron por la banda, a excepción del desaparecido Antonio Vega, contribuyen a este libro, algo que probablemente nadie más podría lograr.

En sus imágenes, Bensadón muestra una especial predilección por el blanco y negro, cuando la fotografía digital no era siquiera imaginable, así como un atinado sentido del encuadre y de la localización. Con complicidad y cariño, supo mantener en todo momento la difícil equidistancia entre el respeto y la indulgencia, evitando cualquier atisbo de protagonismo, a pesar de que también estuvo allí viviendo la nueva ola del momento (sus fotos con Ramones, Joe Jackson, Graham Parker, The Jam o Nick Lowe lo prueban).

“Necesito un gesto, una mirada, una persona”, asegura hoy la autora sobre aquellos retratos. “Que salga lo que se está viendo en ese momento”. Y en Nacha Pop tenía cuatro personalidades rotundas que se muestran en todo su esplendor en esta singular obra.

 

 

Puedes adquirir «No, no me olvido. Nacha Pop» en La Tienda de Efe Eme.

Anterior crítica de libros: “Cuando Brue Waye se llamaba Bruno Díaz”, por Jorge Gard.

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