“Meridiana”, de Enric Montefusco

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DISCOS

 

“Un retrato nostálgico de un mundo que aún sigue, escondido entre esos bloques, con madrugadas de sol a punto de salir y fines de semana siempre hacia el norte”

 

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Enric Montefusco
“Meridiana”
BUENA SUERTE / SONY

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

La avenida Meridiana es una arteria que abre Barcelona hacia el norte. Como la Diagonal, está definida por trigonometrías sociales y no topográficas, es casi un no lugar. Siete kilómetros que recogen los barrios de menor renta de la ciudad, antiguos pueblos, descampados, modernos complejos. Una zona dode convivía la inmigración con un poco de poder adquisitivo, los otros catalanes –los que no derivaban a barracas– con catalanes de estirpe que habían recalado aquí vaya usted a saber por qué, y en las que los niños de los setenta –yo también soy hijo de la Meridiana– defendían su territorio como tribus cerca del río. Cabe decir que entonces era tan inhospita como el Amazonas; para que se hagan una idea, no se podía cruzar por semáforos, solo por algún puente o algún tunel subterráneo.

“Meridiana” también es el disco en que Enric Montefusco, tras disolver Standstill, recrea ese mundo, un mundo de agitación que ni los barceloneses saben que existe, acostumbrados a ver bloques de quince pisos sin nada detrás cuando escapan de la ciudad. Así la canción que abre, y que se titula igual que el conjunto, es una suprema elegía sobre esos años, un retrato nostálgico de un mundo que aún sigue, escondido entre esos bloques, con madrugadas de sol a punto de salir y fines de semana siempre hacia el norte. Esto en cuanto a la letra, la música es una espiral hipnótica que poco a poco se va elevando en un crescendo frío como un témpano de hielo.

Todo tiene este espíritu y todo es variado, instrumentos que se sienten arrabaleros como el acordeón y brindis –el disco lo es ya de por sí– al pasado: colegios, collejas, fiestas, clases de música que en ‘Flauta man’ recrean un ayer si no idílico por lo menos correcto, o que arrebatan con un frío lirismo, como el violín de ‘Buenas noches’ o el piano con que empieza ‘Uno de nosotros’ con ligereza, para después convertirse en un ritmo obsesivo y en unos coros espectrales y densos, que casi marean.

Es un disco afín al mundo de los cantautores, precisamente cercano en la única en catalán, ‘El riu de l’oblit’, y costumbrista en ‘Obra maestra’, el retrato de un bar de esos barrios en que como en gran parte del disco hay una vía flamenca, entrega y palmas. Y aún hay lugar para sobrecogedores ambientes invernales con ‘Lo poco que sé’ a la manera de Décima Víctima, en la que el estribillo explota con una nota de piano que es la espoleta que lo llena todo. O para soberbias calas de componente religioso que en ‘Adiós’ se resuelven en descargas de percusión tribal –y cierto quejido flamenco– y en ‘Yo delego en ti’ se convierten casi en versículos.

Son once canciones. Y parecen pocas y parecen más. Se hace corto y está lleno de hondura. Quizás lo mejor que se puede decir de este disco no es que sea auténtico ni con buenas hechuras, que también lo es, lo mejor que se puede decir es que es noble. Simplemente.


Anterior crítica de discos: “Was your tie black?”, de Roger Sincero y Javier de Torres.
https://www.efeeme.com/was-your-tie-black-de-roger-sincero-javier-de-torres/

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