Músicos en la sombra: Tito Dávila, tras los teclados de Ariel Rot y Andrés Calamaro

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“A mí me das cinco guitarristas maravillosos, y pueden ser muy buenos, pero entre todos ellos sé decirte quién es Ariel, tiene un estilo y una manera de tocar muy personal, y eso es muy bueno”.

 

El argentino Tito Dávila aterrizó hace años en Madrid y desde entonces no ha parado de tocar: con Ariel Rot, Coque Malla, Christina y los Subterráneos, Andrés Calamaro, Miguel Ríos… Es, digámoslo, tan leyenda como ellos. Arancha Moreno nos lo presenta.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

Alguien puso en sus manos un single de los Beatles, y a su vera un piano. Empezó a sacar canciones de oído, y así, nota a nota, se hizo músico. En su Argentina natal vivió el éxito con el grupo Enanitos Verdes, con el que grabó tres discos, y donde conoció a dos músicos con los que se toparía más adelante: el joven Andrés Calamaro, a la producción artística, y el juvenil Ariel Rot a los coros. Tiempo después, instalado ya en España, dejó de formar grupos, pero acompañó a muchos: fue teclista de Christina y los Subterráneos, Los Ronaldos, Miguel Ríos, Estopa, Jorge Drexler… Y, cómo no, volvió a caminar junto a Ariel Rot en varios de sus discos, coproduciendo el directo “En vivo mucho mejor”, y se embarcó después en las filas de Andrés Calamaro, donde ha militado hasta hace dos años. Uno de los mejores teclistas del rock patrio se refugia ahora en los estudios, preparando el lanzamiento de un disco propio, aún no editado, que llevará por título “Telúrico”.

 

¿Hubo algún culpable concreto de tu primera conexión con la música?
Probablemente fueron los Beatles, y que hubiera un piano en mi casa, y que Dios me haya dado oído, sacaba algunas canciones con un dedo. Al final nunca estudié, y algún detractor puede decir que se nota. Estudiar suma, pero bueno, soy autodidacta.

 

El piano, sin embargo, te ha llevado al rock.
Es lo que más he hecho, rock, pero he hecho de todo, como folclore. Ahora he terminado un disco instrumental, “Telúrico”, de “popklore”: mezcla folklore y pop.

 

Estuviste varios años en Enanitos Verdes, un grupo argentino que triunfó allí en los ochenta. ¿Fue tu primera experiencia musical?
No, tuve varios grupos. Yo me crié en Mendoza, y entre otros grupos tenía uno de rock sinfónico, y en un coro que mezclaba música sudamericana con letras muy combativas. Después de eso entré en Enanitos Verdes, y eso me permitió que la música fuera una profesión. Pude vivir de la música y dedicarme a esto, dejamos nuestra ciudad y nos trasladamos mil kilómetros, y  entonces era muy raro que triunfara un grupo de pop rock de provincias. Con ellos toqué delante de George Martin, el productor de los Beatles. Y con Enanitos Verdes conocí a Calamaro, porque fue su primer trabajo como productor.

 

Así que tu relación profesional con Calamaro comenzó mucho tiempo atrás.
Sí, en el 85, 86. Él hizo la producción artística, hicimos tres seguidos. Vueltas de la vida, le conocí allí y años después hemos acabado en Madrid, siendo vecinos, y después hemos trabajado juntos. También conocí a Ariel, que hizo coros en un disco de mi grupo, y años después terminé siendo su teclista. ¡Quién iba a imaginarlo!

 

Hablando de tu vida en Madrid, ¿por qué, con tanto éxito allí, decidiste venir a España?
El grupo tuvo suerte, nos fue muy bien en toda Sudamérica, hicimos muchas giras por Colombia, México… Pero en el 89 tuvimos un accidente de coche, murió nuestro jefe de prensa y nos dejó medio tocados, y ahí nos separamos. Me vine a España de luna de miel, y hace diez años que me divorcié y sigo en España.

 

Así que encontraste un panorama musical interesante.
Sí, Argentina vivía tantos momentos de crisis, corralito… Y me empecé a quedar aquí. Hice amistad con Mecano, Sabina y sus músicos, que sí habían ido a México y conocían mi grupo, así que cuando llegué aquí estuve con ellos, y a través del manager de Joaquín me salió la grabación y producción de Pabellón Psiquiátrico, un grupo de los noventa. Me empecé a quedar y a encariñar.

 

Y te empezaron a llamar para trabajar.
Sí, al poco trabajé con Christina y los Subterráneos, cuando pegó en el 92. Iba como teclista, en la batería estaba el gran amigo Sergio Castillo, que nos dejó el año pasado; en el bajo estaba Elsa Fernández y en las guitarras Gonzalo Lasheras y David Gwynn.

 

¿Por entonces te dedicabas en exclusiva a girar con una banda, o estabas en varios proyectos?
En estos años he tocado para otra gente, porque yo ya tuve mi grupo, ya viví todas las situaciones. Ya componía desde el principio, y después empecé a producir, iba alternando. Hacía la gira con Christina pero también empecé a trabajar en el estudio de Alejo Stivel, ASK, y allí hice infinidad de arreglos y producción de discos en los noventa: Claudio Gabis, Cañamán, Sergio Makaroff… Después entré con Los Ronaldos.

 

¿Qué compartiste con Los Ronaldos?
Grabamos el disco en directo, “Quiero que estemos cerca”, hice varias giras, fuimos a Cuba, muy curioso. Y otra cosa que me regaló el destino con ellos fue tocar con Chuck Berry, yo ya había visto la película sobre su vida, que muestra lo bravo que es el viejo. Es casi el papá del rock and roll, y ¡él le robaba muchas ideas a su pianista! Después de Los Ronaldos me llamó Ariel, para su primer disco en solitario después de Los Rodríguez. Trabajé con Ariel muchos años, salvo la escapadita que hice para trabajar con Miguel Ríos, “Como si fuera la primera vez”, y después volví con él. Ariel, Miguel Ríos, Estopa…

 

¿Compones desde que vivías en Argentina?
Llevo toda la vida, en aquella época para mis grupos, y aquí pasé a ser más sesionista, pero hice un disco con Ricardo Marín que no se editó, por movidas de compañías. También canciones para Alejandra Guzmán, de México, que ha grabado temas míos, y he seguido componiendo, aunque sea para mí.

 

También tocaste con Kiko Veneno.
Con Kiko grabé un disco nada más. Y con Burning hice un directo que se grabó en Joy Eslava hace unos años. En la primera banda que toqué cuando llegué a España tocaba el guitarrista de Burning, Eduardo Pinilla.

 

Mencionabas antes tu etapa como teclista de Ariel Rot, ¿qué discos has compartido con él?
Estuve del 96 al 2000, aunque seguía produciendo y trabajando con Alejo. Coproduje con él su directo “En vivo mucho mejor”. Luego paré, y en 2004 volví con Ariel y estuve dos años con él, hasta que en 2006 me fui con Calamaro. Fue después de hacer la gira “Dos Rodríguez” de Ariel y Andrés, hicimos cuatro conciertos aquí y también en Argentina, y Andrés me invitó a quedarme con él, y estuve con él hasta 2011.

 

Es curioso, trabajaste con Ariel Rot y Coque Malla en sus primeros discos en solitario tras el éxito de sus bandas. ¿Cómo fue trabajar con ellos entonces: como banda de un solista, o casi con concepto de grupo?
Uno para cualquier proyecto acude a la gente que le rodea y musicalmente algo les había aportado y teníamos una complicidad. Con Coque llevaba trabajando muchos años, y con Ariel nos conocíamos.

 

¿Y por qué te buscaban? Seguro que te lo han dicho alguna vez…
Estaría mal que lo dijera yo, deberían decirlo ellos. Te juro que no lo sé, no es falsa humildad. Más que teclados y coros, y haciendo un paralelismo con el fútbol, cubría una posición como la de Xavi: ya hay un Messi que dispara los goles y un Casillas que para, pero alguien que está en el medio que une la defensa con la delantera. Por ahí podría ser.

 

“En los años que me queden de músico todavía creo que no voy a batir el récord que tengo con Andrés. Cuando estuve con ellos años atrás, teníamos montadas cien canciones”

 

¿Hasta qué punto los teclados se han vuelto imprescindibles en el rock? ¿Crees que también han vivido o viven su época dorada en este género?
Si nos ponemos puristas, se le pone el título de rock a cosas que no son rock, cosas de décadas distintas. En los ochenta, a no ser que llegaras a Jimi Hendrix, fue una década muy pop, los sintetizadores empezaron a tener protagonismo, son esos años horribles de cajas de ritmos cutres. El rock fundamentalmente es guitarrero.

 

Hablando de rock, ¿para qué gira o disco te llamó Miguel Ríos?
Antes de salir de gira con él, grabé “Como si fuera la primera vez”, en el 96, y ahí fue la primera vez que trabajé con Miguel. Después grabé con él “Miguel Ríos y las estrellas del rock latino”, en 2001, y uno de los últimos que ha hecho, “60mp3”. Grabé tres discos de Miguel. Fue muy bueno, para mí es un grande y un precursor, tiene mucho carácter pero a la vez es muy buena gente, le tengo mucho cariño. Me alegra mucho que los músicos de rock españoles finalmente hayan reconocido a Miguel, hace unos años los jóvenes españoles le veían mayor, como en el club de Víctor Manuel y Ana Belén, de otra época y edad. Y ahora he visto que gente como Pereza, Iván Ferreiro y Carlos Tarque le respetan como el pionero en España. Miguel es más como Elvis, canta pero componía muy poco, y nosotros, con Andrés, como los Rolling Stones. Salvo excepciones, he tenido la suerte de tocar con gente que eran amigos, no he sido el típico sesionista sin relación, en ese sentido nunca me he sentido sesionista. He tocado estilos que me gustan con amigos.

 

¿Cómo es girar con Miguel Ríos, le gusta llevar todo muy atado, o da margen a la improvisación?
Lo justo, hacer el repertorio como está ensayado y arreglado, pero con margen para la libertad, los músicos que van son profesionales con criterio.

 

Con una carrera tan larga, ¿el repertorio también era muy exteso?
En los años que me queden de músico todavía creo que no voy a batir el récord que tengo con Andrés. Cuando estuve con ellos años atrás, teníamos montadas cien canciones. Y solo en «El salmón» salían más de cien.

 

¿Por qué volvisteis a trabajar juntos, tanto tiempo después?
Fue en la época de “La lengua popular”. En la gira que hicimos con Ariel y Calamaro coincidimos varios músicos: estábamos Niño Bruno, Candy [Caramelo] y yo con Ariel, ellos ya sabían que iban a tocar con Andrés pero yo no tenía ni idea. Andrés se quedó con los tres para su banda, solo cambió los guitarristas, no vinieron Ariel ni Osvi [Grecco]. Con Andrés estaba esa complicidad de ser paisanos de la misma quinta, nos conocimos cuando él no era tan famoso y yo estaba en mis primeros años, han pasado muchas cosas, y cuando nos miramos sabemos que hay complicidad.

 

Andrés también toca el teclado, ¿te condicionaba eso la forma de tocar, de llevarlo al directo?  
En el caso de Andrés, salvo una melodía o algo muy característico de la canción, tienes libertad para tocar. Ariel es tal vez un poco más estricto, es muy personal, y si él grabó algo y está acostumbrado a escucharlo así, cuando llama a alguien pide que toque eso. Ariel tal vez es meticuloso, pero tiene una gran virtud, que es ser personal. A mí me das cinco guitarristas maravillosos, y pueden ser muy buenos, pero entre todos ellos sé decirte quién es Ariel, tiene un estilo y una manera de tocar muy personal, y eso es muy bueno.

 

Pensándolo bien, tus teclados están en gran parte del rock español.
¡Pero por lo viejo! La verdad que sí, he tenido suerte. Una vez en vuestra revista salió un ranking de mejores teclistas, y ganó Johnny Cifuentes, pero empatamos en votos. Y los más votados en todas las categorías éramos todos la banda de Calamaro y Ariel.

 

¿Qué has estado haciendo últimamente?
No he estado en giras, he estado haciendo producciones con Gonzalo Lasheras. Acabo de terminar mi disco, es instrumental, no sé si decirte ni cómo se le llamaría a mi música, dicen que quizá sea world music, música con raíces instrumentales. No tengo muy claro quién lo va a editar. Empezó siendo un hobbie y al final lo he grabado. En el disco tocan Yayo Morales, Marcelo Fuentes, Jacob Reguilón…

 

¿Algún otra cosa pendiente?
Una producción de un grupo en Chile.

 

Veo que nunca dejas de estar a los dos lados del charco.
Sí, de alguna manera sí. Y ahora, teniendo a mi hija allí, con más razón.

Anterior entrega de Músicos en la sombra: Anye Bao, el batería rockero de Antonio Vega, Estopa y Raimundo Amador.

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