Músicos en la sombra: Begoña Larrañaga, el acordeón sobre el que lloraba Enrique Urquijo

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 “Empecé a ser alguien cuando grabé con Sabina, que metió el acordeón en el ‘Bulevar de los sueños rotos”

 

Begoña Larrañaga se ha hecho un hueco en la música española como acordeonista, pero se la recuerda sobre todo en su etapa junto a Los Problemas, el grupo de Enrique Urquijo. Arancha Moreno la entrevista.

 

Una sección de ARANCHA MORENO.

 

Empezó a tocar el acordeón con diez años y por casualidad, y a los seis meses ya era mejor que su profesora. Ahí empezó una carrera que le ha llevado por terrenos musicales y geográficos dispares, generalmente con el acordeón, aunque también toca el piano. Tocar en el ‘Bulevar de los sueños rotos’ de Joaquín Sabina puso a Begoña en el mapa, y suyo es también el acordeón del ‘Agárrate a mí María’ de Los Secretos, y el que se escucha en discos de M Clan, Lila Downs y La Cabra Mecánica. Ahora tiene una banda llamada la Orquesta Pinha que suena “a música de entreguerras” y acaba de sacar un disco propio por primera vez después de varias décadas acompañando a otros. Pero, indiscutiblemente, siempre se recordará a Begoña Larrañaga por los años que acompañó a Enrique Urquijo, por ser el acordeón sobre el que lloraba su voz profunda, en Los Problemas o cuando tocaban a dúo. Y por aquellas noches mágicas en el Rincón del Arte Nuevo, el local madrileño donde Enrique dio su último concierto. Nos encontramos con ella días después del decimo tercer aniversario de la muerte de Enrique, en el Café Comercial, donde nos aguarda su melena roja mientras toma un café.

 

¿Por qué elegiste el acordeón?
Fue una opción casual. Cuando tenía diez años tenía una amiga que tocaba el acordeón, mi madre me preguntó si me gustaría tocarlo y le dije que “bueno”, no tenía especial predilección. La profesora era una vecina, y a los seis meses yo tocaba mejor que ella. Mi madre se puso en contacto con un profesor de acordeón, que era el segundo del mundo y tricampeón de España, Jose María Urquijo. Fue quien me inculcó una disciplina y una técnica, que es lo más difícil, porque el talento sin técnica no te sirve de nada, si quieres llegar a un sitio real. Al cabo de un año empecé con el piano. Hice la carrera de piano, por eso toco también teclados.

 

Así que mucha formación técnica, y fuiste casi niña prodigio.
Sí, cuando tenía doce años iba los domingos a las doce de la mañana a tocar en el Hospital Provincial de Bilbao. Íbamos a los pabellones infantiles, les llevábamos caramelos y tebeos, les tocaba la marcha del Athletic y se ponían como locos. A los quince formé mi primer grupo de rock, Sócrates y Los Filósofos. Hacíamos temas de los Rolling, los Beatles… Tocábamos bastante, pero mi madre se asustó y vendió mi teclado. A los dieciocho me escapé de mi casa y me vine a Madrid.

 

¿Te escapaste a Madrid para tocar?
No, me escapé de aquello. Me puse a trabajar de secretaria para una empresa alemana. Con veinte años conocí a Antonio García de Diego, formamos un grupo que se llamaba Franklin y me casé con él. Al poco el tiempo dejé el grupo y le dejé a él [risas], me fui sola a tocar por los mundos, ya me dedicaba a la música. De hecho, el teclado que tenía con Franklin me lo compré con un crédito que me dieron en la oficina, me compré un Hammond de los primeros que hubo, el de mueble. Me fui a Turquía con él y con el Fender Rhodes en furgoneta. Fue divertido, y aventuras todas.

 

Así que iniciaste un camino hacia el rock a pesar de que tenías un instrumento más relacionado con el folclore.
En el rock tocaba teclados. Con dieciséis ya no quería tocar el acordeón, casi estaba mal visto. Hoy día, a veces me preguntan por “ese órgano que tocas”, o lo relacionan con María Jesús y ‘los pajaritos’. A veces me molesta, otras no tanto. La gente tiene un gran desconocimiento sobre ese instrumento, se creen que solo vale para tocar cuatro pasodobles en los pueblos, y se toca en todo el mundo: Finlandia, Francia, Italia… Pasa con muchas cosas en España, la copla se asociaba a la época posfranquista, como un género de tercera categoría, y para tocarla en condiciones hay que saber música, no es un género barato.

 

La ignorancia hace que la gente simplifique las cosas.
Claro, al pobre acordeón le ha pasado eso, hasta que llegó un día Bob Dylan y dijo que es el instrumento más completo, o gente como Jackson Browne o James Taylor, que lo utilizan. Yo he empezado a ser alguien cuando grabé con Sabina, que metió el acordeón en el ‘Bulevar de los sueños rotos’. Y cuando tocaba con Enrique Urquijo, creo que los dos hicimos una labor muy importante, soy una embajadora de ese instrumento.

 

¿Con el acordeón se transmiten más alegrías o más tristezas?
Las dos cosas. Al ser un instrumento de viento, tiene una fuerza que lo hace más alegre todavía, y si tocas algo triste puede ser arrebatador, tiene todas las gamas, es su secreto y su gran fuerza, la capacidad que tiene para transmitir todo tipo de sentimientos. Yo toco un acordeón muy pequeño, porque al ser más manejable el fuelle es más flexible y puedo tocar de pie. Ahora, ese acordeón que yo antes compraba por muy poco dinero se cotiza muchísimo, porque otros acordeonistas se han dado cuenta de que es mucho más cómodo.

 

¿Hay una gama muy grande de acordeones?
Sí, por lo general el tamaño va con el número de bajos. Mis acordeones tienen 48 bajos, los hay de 120, pero con uno de 120 no me podría levantar, pesan una barbaridad. Tienen más teclado, más recorrido y puedes hacer más cosas, pero sacrificas la expresividad que puedes manejar con el fuelle.

 

Tu acordeón es más rock, entonces.
Sí, se podría decir.

 

Y aún así, estuviste años alejada de él.
Sí, retomé el acordeón cuando empecé con Enrique Urquijo, en el 92. Al principio tocaba acordeón y teclados, pero probábamos los temas con el acordeón y casi nos gustaban más. ¿Para qué íbamos a cargar con el teclado? Íbamos a sitios pequeños, cogíamos la maleta del acordeón y el micro de Enrique y el mío, y listo. Era más sencillo, pero la calidad era muy buena, la gente se emocionaba mucho con lo que hacíamos. Ahí fue cuando empecé a dedicarme más al acordeón, y hasta hoy. Acordeonistas hay pocos, pianistas hay muchos. Me gusta mucho el piano, y lo toco, pero con el acordeón tengo más trabajo.

 

Así que tocar con Enrique Urquijo te “reconcilió” con el instrumento.
Sí, él tuvo mucho que ver con que yo retomara el acordeón.

 

«Se le sigue teniendo bastante miedo al acordeón. M Clan o La Cabra lo introducían como experimentación, un toque exótico en un tema, como quien mete el banjo o la mandolina»

 

¿Cómo recuerdas la época de Los Problemas?
Yo recuerdo con mucho cariño los trabajos que hacía con él sola, porque viajábamos por toda la geografía española, y en muchos garitos de Madrid. Teníamos libertad, yo con el acordeón, él tocaba la guitarra y cantando tenía mucha fuerza y embrujaba con lo que hacía. El primer disco de Los Problemas el grupo ya estaba formado, se formó en el Maravillas, él era uno de los socios, ensayábamos y tocábamos allí. Para el segundo disco no existía el grupo, y fui yo la que me encargué de buscar músicos para grabar y tocar, y lo que grabamos fue lo que nosotros dos habíamos estado casi cinco años haciendo por muchos garitos, por eso hacíamos ‘María la portuguesa’ o ‘Solo pienso en ti’, versiones absolutamente diferentes a las de sus compositores. Queríamos hacer un disco con eso, y para eso buscamos los músicos. Cuando se formó el grupo para hacer las actuaciones todo cambió, entramos en relaciones con la compañía discográfica, el manager de Hook y otra serie de personajes, y para mí empezó todo a desmadrarse, hasta que un día le dije a Enrique que ya no quería continuar porque para mí ya no era lo mismo.

 

¿Qué pasó?
Enrique empezó a tener problemas serios con sus drogadicciones y veía que el grupo no me apoyaba, alguno decía que le daba igual salir al escenario aunque él hiciese el ridículo. Yo pensaba que ellos iban a apoyarme en ese sentido, porque yo hacía de madre, hermana… Al final se fue todo al garete. Tres meses antes de que él muriera le dije que yo no iba a continuar así y me desvinculé de la banda por esa razón. Después él me pidió perdón, me dijo que en esa época había estado muy mal y quería retomar de nuevo nuestras actuaciones en el Rincón del Arte Nuevo. Estuvimos a primeros del mes de octubre allí, mi intención era volver a tocar allí una vez a la semana, pensaba que para él era saludable. Pero después de tocar me dijo que la siguiente semana no lo iba a hacer, era el Pilar y tenía otro plan. Ese fue el último día que le vi, su última actuación fue en el Rincón del Arte, con Ramón Arroyo y conmigo. Después ingresó y luego pasó lo que pasó.

 

La muerte de Enrique adelantó el final de vuestra historia, por desgracia.
Es una etapa que recuerdo con mucho cariño y con mucha pena, yo no quería que se muriera Enrique. Me sentí muy mal, no me llamaron para el homenaje y había personas en ese homenaje que no eran amigas de Enrique. De pronto yo me tenía que sentir culpable, cuando hacía tres meses que no estaba con Enrique. La compañía discográfica y Los Secretos vieron un filón, porque si a Enrique le veían en garitos para qué iban a verle con Los Secretos. A Enrique la gente le adoraba, sus canciones transmitían muchísimo, él quería seguir con Los Problemas. La industria discográfica es la parte mala de todo este mundillo, ellos se encargan de subir a los artistas y de bajarlos a los infiernos. Cuando un artista tenía éxito intentaban que hiciera otro tema igual, y se metían en un terreno que no les corresponde. Él quería graba con Los Problemas y le decían que antes tenía que grabar un disco con Los Secretos. El ‘Agárrate a mí María’ era para Los Problemas, fíjate en el estilo. Él dijo que lo tenía que grabar yo, fue casi impuesto por él, se llevaba fatal con las compañías. Las discográficas solo piensan en el dinero, pero el arte camina por otro lado. Yo me he tenido que financiar para sacar mi disco para hacer lo que quería. A mí lo que me gusta es tocar, hacer feliz a la gente, es un gran privilegio que tenemos y afortunadamente puedo sentirlo constantemente cuando me subo a un escenario. Por eso sigo, es lo más bonito. De pronto te bajas del escenario y te dicen “he disfrutado mucho con tu música”. Eso es lo más bonito, no que me digan “qué bien tocas”.

 

Supongo que la transición después de la muerte de Enrique no fue fácil, ¿qué pasó después?
He pasado muchos años sin querer oír las canciones de Enrique porque sufría muchísimo escuchándolas. Ahora he tenido que enfrentarme con ello, en el Rincón me propusieron hacer una noche especial con canciones suyas con un montón de cantantes y les dije que sí, porque quiero promocionar mi banda, mi disco y creo que tengo mucho que ver con el trabajo que hice con Los Problemas. Después de aquello me fui a vivir al campo, me compré un caserón en Guadalajara. Me enamoré de la casa y del pueblo, y como todos los amores van cayendo, decidí venderlo y volví a la ciudad, echaba de menos tocar más, no es que me retirara, me fui de gira a Costa Rica acompañando a Guadalupe Urbina, y trabajaba con un folclorista de Guadalajara, José Antonio Alonso, pero no era suficiente.

 

En los últimos años has grabado en muchos discos, para grupos como M Clan o La Cabra Mecánica.
Sí, trabajaba para el estudio de Alejo Stivel, y muchas eran producciones de Alejo, era la acordeonista de la casa.

 

Así que el acordeón se fue expandiendo a otros géneros.
Sí, lo metían en un tema, o en dos, pero se le sigue teniendo bastante miedo al acordeón. M Clan o La Cabra lo introducían como experimentación, un toque exótico en un tema, como quien mete el banjo o la mandolina, no como instrumento base como hacíamos con Los Problemas. Hay tantas guitarras en todos los grupos… Tal vez porque es más fácil tocar la guitarra que el acordeón. En muchos países el acordeón se escucha constantemente y a la gente le encanta, no le cansa por eso. ¿Por qué aquí sí? Me parece que es ignorancia.

 

Es fruto de un concepto cultural. Se tarda mucho en cambiar el concepto cultural de un país.
Llevo veinte años batallando con este tema, y los que me quedan, tengo muchísima energía.

 

Háblame de la Orquesta Pinha, el proyecto que tienes con Fernando Polaino.
Todas las canciones son nuestras, algunas de Polaino y otras míos. El clarinete y el acordeón le dan un carácter un poco antiguo, la han denominado como música de “entreguerras”, me gusta esa palabra, pero lo que hacemos está muy vivo. Cada vez suena mejor, está cogiendo un poso que no tenía antes, y lo pasamos genial, y la gente lo percibe y acaba bailando por el patio de butacas. Llevamos siete años y es placentero tocar con ellos, si no no estaría. Hoy día, no hay trabajo que dé dinero. Últimamente, cuando hay que tocar en algún sitio, preguntamos “¿y cuánto vale?”, porque casi no te da para la cena y el transporte. Pero a mí no me va a hacer dejar la música. En estas épocas es cuando se pueden hacer cosas más interesantes, precisamente porque no lo haces por dinero.

 

Antes mencionabas tu disco, has grabado tu primer trabajo propio, “Dar-dar”. ¿Cómo surgió?
Era algo que tenía pendiente desde hace muchos años. Es un disco de composiciones propias, puramente instrumental, solo canto en la última, porque está dedicada a mi tío, que fue el que me crió en un caserío, tiene 97 años y le escribí esa canción hace mucho tiempo. Haré otro disco cantando también, tengo material para otros dos, pero en principio voy a vender este, a ver si consigo un poco de dinero para seguir grabando, que no es fácil.

 

¿En qué consiste el repertorio?
He tocado el acordeón, teclados y percusión. En mi disco he tocado cuatro acordeones diferentes, de cuatro tamaños. En once temas de los quince toco el piano, acompañándome a mí misma. Tengo un Petrof de media cola y lo he grabado en mi casa.

 

¿Qué otros instrumentos te acompañan?
Hay unos cuantos músicos, para mí era fundamental el violín, lo grabó Pavel Sacuta, que se volvió a Ucrania, y Raúl Marquez vino a grabar dos o tres temas, pero trabaja con muchos grupos, por eso ahora estoy grabando con Constantin. Hay guitarra, y la batería y el contrabajo hicieron la base conmigo. No hay muchos instrumentos, no hay metales, solo una tuba, doblando al contrabajo, haciendo base. Ahora estoy ensayando los temas y posiblemente también tendré un cantante, Héctor Tuya, él toca la guitarra y también toca teclados y yo necesitaría a alguien que toque las dos cosas, no puedo llevar una banda de ocho. Al final seremos un quinteto. En los directos es posible que incluya en mi repertorio un par de temas de Los Problemas, la gente también lo va a agradecer.

 

También has compuesto una canción dedicada a Reverendo.
Le di el disco antes de morir, no tenía la portada pero le pasé el master y le encantó. Me dijo que teníamos que hablar con los de Radio 3 para promocionarlo, estaba muy emocionado con la canción que le había dedicado. Me dijo su madre que la había escuchado y que estaba muy contento. Otro que ha caído… Pero tengo esa satisfacción, haber recibido su respuesta. Le vi que estaba muy malito y me di prisa. Era un pianista fantástico y un musicazo impresionante.

 

Al margen de todo esto, ¿estás ahora mismo en algún otro proyecto?
Estoy componiendo con Kike Babas [Kike Suárez], que quiere grabar en enero. Me gustaría dedicarle más energía a mi proyecto.

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