MSDL- Canciones dentro de canciones, de Vetusta Morla

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DISCOS

«Pocas bandas se atreven (y menos aún lo consiguen) a subir la nota en un triple mortal con una muda de piel tan atrevida»

 

Vetusta Morla
MSDL – Canciones dentro de canciones
PEQUEÑO SALTO MORTAL, 2020

 

Texto: DAVID PÉREZ MARÍN.

 

«Y qué viene después, no sé dónde regresar… / La aurora me dejó a los pies de mí mismo, / sin cima que ascender, sin nota en las páginas».

 

Tres años ya del penúltimo salto adelante de la banda, Mismo sitio, distinto lugar (2017), su trabajo más ambicioso y valiente hasta la fecha y, en estado de sedación y sin tiempo para masticar el presente escurridizo y apocalíptico que nos ha tocado vivir, abrimos los ojos y nos encontramos justo ahí: en el mismo sitio, pero en distinto lugar.

La literalidad simbólica y compleja del título que daba nombre a su sobresaliente reinvención sónica anterior hoy sobrepasa toda ficción y funde con este extraño mal sueño en el que aún andamos inmersos… Así que, sin saber a dónde regresar tras meses de pandemia y confinamiento, habiendo «llegado aquí sin un solo talismán», nos bajamos del carrusel y seguimos la mágica estela que redibujan Vetusta Morla en el aire con estas diez canciones revisitadas. Un MSDL – Canciones dentro de canciones en el que dejan atrás la cuidadísima producción de su predecesor, desnudando cada tema y abriéndolo como matrioshkas que esconden nuevos universos, mapas del tesoro o morfínicas vacunas musicales que nos ayuden, quizás, a reencontrarnos y retomar las riendas. «Soy lo que ves, soy un indicio, / no reconozco mi propio carnet. / Soy lo que ves, solo el principio, / busco las riendas de un nuevo cordel…».

Canciones dentro de canciones que, sin perder en ningún momento su esencia originaria, mutan y llevan a cabo esa difícil tarea de, por unos instantes, hacernos olvidar aquellas primeras versiones del trabajo matriz de 2017, cargadas de exuberantes arreglos y atmósferas instrumentales que, acrecentadas por los recuerdos de una triunfal gira plagada de frenéticos directos a tumba abierta, se resisten a dejar de resonar en nuestras cabezas.

La partida está montada y aunque las cartas no pueden ser más ganadoras, algunas pistas se antojan más indomables que otras de desvestir: La «rampa de lanzamiento» de “El discurso del rey” parece pedir a gritos más inclinación y velocidad, ahora más orgánica y real, pero añorando un poco de aquel controlado caos sónico que nos llevaba en Mismo sitio, distinto lugar a otra dimensión… Al igual que los aguaceros sintetizados y la tormenta eléctrica que nos envolvía en “Palmeras en La Mancha” o en la inflamable “Te lo digo a ti”, ahora ausentes y adquiriendo a cambio rugosidad y crudeza.

 

 

Otros temas del lote, aún perdiendo esa aura que brillaba y bailaba en la oscuridad, parecen haber logrado en esta segunda vida mayor profundidad, soltando lastre instrumental y haciendo reflotar, con más fuerza y claridad, sus épicos estribillos siempre presentes.

De la caja de música que giraba a ritmo de vals retrofuturista empapado de sueños en el “23 de junio” anterior llegamos a esta nueva versión, que desprende en MSDL una cálida luz y juguetona brisa pop de amaneceres furtivos, pasando por un “Consejo de sabios” que sigue cortando la respiración y volando, con un extra de paz añadida, hacia el infinito y más allá… Sin olvidar la inicial y ya mencionada “Deseame suerte”, con un piano que marca ahora el camino y, siendo fiel a su antecesora, al igual que “La vieja escuela”, pierden capas y bolas de espejos, cogiendo altura en una creciente fragilidad que es puro renacer y flamante empoderamiento hacia lo desconocido.

«No serás el mismo tras la guerra civil, / no saldrás ileso de esta guerra civil». Así es, las quemaduras y rasguños florecen tras la dolorosa opacidad acústica de la nueva “Guerra Civil”, individual y colectiva. Salvaguarda intacta su mordida de lobo al acecho y termina abriendo las mismas heridas que nunca se cerraron. Mientras, ese refugio itinerante en la oscuridad reaparece en el corte “Mismo sitio, distinto lugar”, bajo el balanceo y redención del beso más lento, ese que demuestra que «todo nace en el pecho» y que, aunque «el círculo vuelva a cuadrar», nunca es un mal momento para partirlo todo en pedazos, tirar los dados y montar las baldosas amarillas hacia otro destino desconocido, tan tuyo y tan mío, tan nuestro.

La segunda vida de estas diez canciones dentro de canciones muestra una desnudez que, sin perder intensidad, baja la velocidad girando hacia paisajes más acústicos. En cambio, en “Punto sin retorno” el acelerador no se suelta, sino que se pisa a fondo en la parte final, superando en explosiones y resplandores a la grabación original: «Ven, vendaval, / ven y barre mis papeles. / Ahora nos da igual / si no soy el de ayer / y ya no queda fuel para volver…».

 

 

Un ciclón de emociones que se arremolina y nos empuja (sin miedo ni combustible para volver al punto de partida) a dar un nuevo salto y giro de la mano, siguiendo el hilo de nuestro instinto. Pocas bandas se atreven (y menos aún lo consiguen) a subir la nota en un triple mortal con una muda de piel tan atrevida. Vetusta Morla lo consiguió en Mismo sitio, distinto lugar y ahora, vuelven a cruzar su propio espejo y corren, triunfales y saboreando el tiempo, tras ese conejo que, reloj en mano, siempre va apresurado a ninguna parte. Los seis de Tres Cantos llegan antes que nadie y, evitando echar raíces en el mismo sitio, cruzan la madriguera en cada uno de los surcos de MDSL, deshojando capas y dejándose llevar por el origen de melodías reconquistadas, hacia otro efímero y eterno País de las Maravillas. «Seguiremos el sedal, / sin fuel para regresar. / Cruzaré este nuevo umbral, / sin fuel para regresar…».

Anterior crítica de discos: El bando bueno de Sr. Chinarro.

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