Material sensible (1989), de Joan Manuel Serrat

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OPERACIÓN RESCATE

«Un espléndido disco, que unas veces destaca en la estructura narrativa y otras por lo lírico e introspectivo»

 

Serrat comenzó y despidió la década de los 80 de la misma forma: con un disco en catalán. En 1989 lanzó Material sensible, un álbum no lo suficientemente reconocido en su momento, a pesar de la calidad de su repertorio, su evolución sónica y dos estupendas colaboraciones: las de Ana Belén y Paco de Lucía.

 

Joan Manuel Serrat
Material sensible
ARIOLA, 1989

 

Texto: LUIS GARCÍA GIL.

 

Joan Manuel Serrat comenzó y cerró la década de los años ochenta con un disco en catalán. Tal com raja supuso en 1980 un notabilísimo giro expresivo y musical ya anunciado, por otra parte, en el poco apreciado pero reivindicable 1978. Material sensible culminaba en 1989 una década muy intensa en la que mantuvo su preeminencia como cantautor de referencia con la madurez del tiempo trascurrido y la sabia alternancia en las giras de los grandes clásicos de los sesenta y setenta con las nuevas canciones, que supieron abrazar una nueva sonoridad con un grupo de músicos fieles entre los que sobresalía su inseparable Ricard Miralles junto al gran Josep Maria Bardagí. También estaban Jordi Clua o Francesc Rabassa que, a partir de Material sensible, empezarían a desaparecer de las formaciones habituales del cantautor.

Material sensible es un espléndido disco, que unas veces destaca en la estructura narrativa de determinadas piezas (“Salam Rashid”) y otras por lo lírico e introspectivo (“La rosa de l’ adeu”). De todos modos, no fue un disco bien escuchado ni suficientemente valorado. La catedralicia obra del cantautor ya pesaba demasiado sobre las nuevas propuestas y todavía más si estas nuevas propuestas eran en catalán, su lengua paterna, que repercutía mucho menos en los países de Latinoamérica, tan importantes para Serrat.

Pero, más allá de repercusiones, merece la pena regresar a la senda que marca un disco como este, con nueve canciones en perfecto equilibrio en las que se nota la buena mano de Bardagí como arreglista. La foto de portada, en blanco y negro, se la debemos a Carme Masiá. Plano americano del cantautor con ropa vaquera y rostro serio. En la contraportada vemos imágenes de la grabación. Los tiempos estaban cambiando y los créditos de los discos era más generosos que en los años setenta donde no era fácil saber los nombres de los músicos que participaban en las grabaciones.

 

Colaboraciones magistrales

Material sensible contiene dos colaboraciones musicales extraordinarias: Ana Belén dejaba su sello vocal en “Malson per entregues” y Paco de Lucía el genio de su guitarra flamenca en “Salam Rashid”, rememorando aquel encuentro musical con Serrat en Sant Feliu de Guixols cuando finalizaban los años setenta.

 

Una canción a su ciudad

El álbum empieza con “Barcelona i jo”, una canción que Serrat dedicaba a su ciudad, cuyos rincones habían estado muy presentes en su cancionero, desde los cines de barrio de posguerra (“Los fantasmas del Roxy”) a las ramblas (“La aristocracia del barrio” o “Decir amigo”), pasando por el barrio del Poble Sec y aledaños (“El meu carrer”, “La Carmeta”). Ese mismo año Serrat había descubierto una placa en la calle donde nació un 27 de diciembre de 1943. La Ciudad Condal era el centro de muchas de sus historias cantadas y el lugar por el que paseaban muchos de sus personajes. “Barcelona i jo” no era una oda condescendiente. Cabían en ella todas las Barcelonas posibles y terminaba siendo un retrato tierno de la ciudad amada. Especial relevancia tenía el arreglo de Bardagí y la presencia inconfundible de la tenora de Jaume Vilà. Este instrumento musical, ligado a la cobla y a la sardana, le daba una expresividad muy especial a la canción. Serrat había sabido integrar en sus formaciones setenteras a la tenora y en “Barcelona i jo” la recuperaba.

El álbum proseguía con “La lluna”, una de esas baladas serratianas tan características en la que realiza un proceso bastante llamativo, al traducir al catalán un poema en castellano del mexicano Jaume Sabines. La canción haría fortuna, porque Serrat la va a mantener en su repertorio algún tiempo e incluso la cantará en su histórico recital de vuelta a Chile en 1990, tras la prohibición a la que le sometería la larga y tortuosa dictadura de Pinochet.

 

Una canción para Kubala

Serrat le sigue cantando a las pequeñas cosas que conforman la vida, sublimándolas, cobijándolas en un lenguaje aparentemente sencillo pero muy trabajado para llegar al corazón del oyente. De ahí que buceando en sus años de infancia terminara escribiendo una canción a su ídolo balompédico, el magiar Ladislao Kubala, que había liderado en los años cincuenta al Barça de las cinco copas. Con agradecido ritmo brasileiro, Serrat compone una hermosa canción futbolística, luminosa, sin la gravedad hiriente de “Garrincha de Zitarrosa”, una canción que tuvo presente a la hora de hacer la suya.

Tanto en “Barcelona i jo” como en “La lluna” se deja ver al piano Ricard Miralles, que aquí no tiene labores de arreglista, aunque sí firma los arreglos de todos los discos de los años ochenta. Tras la gira de este disco se producirá una separación amistosa del tándem formado por Serrat y Miralles, que se prolongará más de una década. Irán entrando en escena Manel Camp, Kitflus y el argentino Horacio Icasto. Solo el segundo de ellos tendrá presencia en las grabaciones oficiales del cantautor.

Tras “Kubala” llegaba la primorosa “La rosa de l’ adeu”, una de esas canciones absolutamente perfectas que de vez en cuando sacaba Serrat de su chistera. Balada estremecedoramente lírica en la que Serrat sigue poetizando los milagros de la naturaleza, en este caso de una rosa superviviente nacida contracorriente en medio de la crudeza del invierno. Rosa desafiante, utópica, con toda su carga simbólica. La canción conocerá una versión bellísima de Maria del Mar Bonet.

 

Reinvención sonora

Material sensible juega con distintas sonoridades. No es un disco agotado en lo musical, sino en el que moderadamente se reinventa. Por eso ensaya el reggae en “Si no fos per tu”, una canción que contrapone el yo privado con el yo público en ese desdoblamiento de personalidades que conforma la propia naturaleza humana. Canción de mérito que cantará en castellano grabándola con el cubano Augusto Enrique. Especial mención merece el ingenioso videoclip que se hizo sobre la misma, en la que el cantautor interpreta a los más variopintos personajes desde un torero al mismísimo hombre del butano.

El disco mantiene su intensidad con “Salam Rashid”, con regusto a copla fronteriza, cuya autoría comparte con el periodista Joan Barril. Nos encontramos con una de las obras maestras de la última hornada de Serrat, a la altura de cualquiera de sus clásicos. La mirada inmigratoria hacia este personaje errante tiene una fuerza descomunal con la entrada en determinados pasajes de la guitarra de Paco de Lucía. A ello se añaden la guitarra, los teclados y la percusión de Josep Maria Bardagí, que firma el imponente arreglo y el acompañamiento instrumental con los violines de Pere Bardagí, el violonchelo de Joaquín Alabau, el bajo de Mario Rossy y la percusión de Enric Canada. Algunos de estos músicos debutaban en grabaciones del cantautor y contribuían al remozamiento sonoro que traía aparejado este disco.

La tensión dramática de “Salam Rashid” se aliviaba con el ritmo desenfadado —y algo chocante— de “En paus”, donde Serrat escogía la ironía como recurso y como modo de pintar al mundo superficial de la jet-set. Todo ello antes de culminar el repertorio con otra balada marca de la casa, “Per construir un bell somni”, que precede a la pesadilla final que Serrat firma con Bardagí, la densa e inquietante “Malson per entregues”. Una canción vertiginosa que es como una película y que constituye otro acierto en el disco. No era la primera vez que Bardagí asumía la autoría de una canción. Recuérdese la magistral “A la sombra de un león” compuesta junto a Joaquín Sabina y que grabaría Ana Belén.

Material sensible suponía para Serrat el adiós a la década de los años ochenta. Lo hacía asumiendo su condición de mito popular al que ya la crítica empezaba a cuestionar cada uno de sus trabajos comparándolo inevitablemente con obras como Mediterráneo o En tránsito. Con este disco pudo ofrecer una propuesta escénica más intimista con una gira otoñal de teatros. Fue una de las muchas cosas positivas de un disco que ha ganado con el tiempo la consideración que merece dentro del conjunto de su discografía.

Anterior entrega de Operación rescate: Life’s other side (1992), de Slaid Cleaves.

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