Luis Ramiro: Disfrutando cada paso del camino

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“Este disco tiene una puesta en escena buenísima, creo que la mejor de los cinco discos que he hecho hasta ahora”

 

El madrileño Luis Ramiro acaba de arrancar la gira de su quinto disco, el recién editado “Magia”. Antes de presentarlo en Madrid, Marta Sanz le pregunta por sus nuevas canciones y sus próximos directos.

 

Texto: MARTA SANZ.

 

Sin aludir a los descomunales nombres que le han acompañado en estudios y escenarios (desde Luis Eduardo Aute hasta Pablo Milanés), sin citar los premios que le adornan, la brillante trayectoria de Luis Ramiro asoma en cada una de sus réplicas. En estos quince años de tablas se ha revelado como un maestro de la palabra, mecida siempre en su idónea melodía. Estos días viaja por toda España con su quinto disco de estudio en la maleta, “Magia”, al abrigo del cariño que ha cosechado de un público al que vela por encima de todas las cosas. Camina sin prisa, con la calma del que saborea cada paso. Con su personalísima voz ha cantado las emociones más comunes y extraordinarias, con un intachable repertorio que no deja verso al azar, ni tiene límite en su aforo. Porque si algo demuestra ante cualquier folio en blanco es que aún tiene mucho que decir.

 

Igual que en tu disco anterior, “El monstruo del armario” (2013), para grabar “Magia” has recurrido al Crowdfunding. ¿Qué induce a un artista a acudir a esta iniciativa?
Bueno, la verdad es que sobre todo dos motivos fundamentales. Uno es la interacción con los seguidores, hacerles partícipes del disco y que se sientan que forman parte de él, que es lo más importante. Luego hay otro, y es que te da la libertad de no depender de un sello discográfico, el poder hacer un disco de calidad sin tener que depender de todo un sello, teniendo propiedad del master para ti para toda la vida.

 

¿Y cómo afecta esta independencia a la grabación, y al resultado final?
Tú haces lo que te apetece. Según los casos, hay gente que tiene toda la libertad con su compañía y hay gente que no tiene, que deciden por ellos el single, cómo va a ser la portada… pero sobre todo es que el master es tuyo. Aunque pasen cinco años, diez, quince. Es tuyo. Yo no tengo el de mis dos primeros discos, y no puedo hacer copia del disco, no puedo reeditarlo. No puedo hacer nada con él. Ya no me pertenece.

 

Adentrémonos en este último trabajo, al que presta su nombre ‘Magia’, una canción con mucha luz. Quería saber en qué momento del proceso surge, y si tuviste claro en todo momento que iba a ser la proa de este barco.
Sí, en cuanto la compuse, como tres meses antes de grabar, supe que iba a ser el título del disco, porque quiere expresar toda la belleza que se esconde en las cosas pequeñas. En las cosas diarias que muchas veces no vemos, y que solo hay que saber mirar.

 

También has incluido ‘Perfecta’, uno de los temas más celebrados en tus directos. Sin embargo esta versión suena más solemne en el estudio.
Es la única canción que he regrabado, porque estaba en mi primer disco, y lo he hecho porque no estaba contento con la producción, simplemente por eso. Tenía una espinita clavada, quería que estuviera como yo pienso que tiene que estar. Y me he sacado esta espina.

 

Estás en ese momento en el que las canciones pasan del estudio al escenario. ¿Cómo está siendo esa transición, cuando los temas empiezan a ser coreados por el público?
Muy bonita. El disco ha salido hace muy poco, hay que darle tiempo todavía, porque a los conciertos vienen personas que aún no lo han escuchado entero. Pero está bien para testar qué canciones gustan más, las que emocionan. Y la verdad es que la gente está respondiendo muy bien. Este disco tiene una puesta en escena buenísima, creo que la mejor de los cinco discos que he hecho hasta ahora.

 

¿Tienes algún modelo en este sentido, algún artista que te inspire?
Como referencia para hacer un “concierto tipo” como alguien no, hago las cosas de forma muy espontánea. Pero como referente en directo, que me impresionara, Bruce Springsteen. He ido a muchos conciertos a lo largo de toda mi vida, y he visto pocas veces tanta fuerza en un escenario. Piensas: este tío, con la edad que tiene, mira lo que hace. Y tengo muchos referentes, pero en cuanto a lo que yo tengo que hacer en el directo no. Cada uno tiene su estilo, su tipo de música y su forma de hacer conciertos, y yo quiero ser natural y no imitar a nadie.

 

¿Cuántos músicos te acompañarán en esta gira?
Bueno, a la presentación vinieron cinco músicos, y cuando hago mis conciertos con banda, como el del próximo 22 de abril (sala Galileo Galilei, Madrid) voy con una banda de cuatro. Una banda completa. Y luego ya hay conciertos que hago a trío, con batería y teclado, sobre todo fuera de Madrid. Y algunos solo con teclista.

 

Todos los formatos imaginables, entonces. ¿Tienes preferencia por alguno?
No, la verdad es que todos son bonitos. Lo que pasa es que cuando tocas en un sitio con poco público, fuera de tu ciudad, movilizar a una banda cuesta mucho dinero. Por eso la mayoría de artistas no lo hacen, económicamente es imposible. Pero la limitación es así, económica. Si no tienes un mínimo de público, que tiene que ser bastante, no te queda otra que ir solo. De todas formas yo estoy muy acostumbrado, creo que tengo tablas suficientes. Llevo quince años haciendo conciertos con mi guitarra y mi piano. Evidentemente, cuando llevas una batería, un teclado, la cosa gana. Gana en energía y en ciertas canciones, pero luego hay otras que son íntimas, y el público prefiere escuchártelas solo a ti.

 

 

En cualquier caso, el tino o desacierto a la hora de escoger el lugar del concierto es primordial. ¿Cómo ves en este sentido la realidad de nuestro país?
Hombre, es mejorable. Sobre todo es una pena que en algunas ciudades no haya salas de un aforo de cien o doscientas personas. Solo hay uno o dos espacios para quinientos, y la mayoría de los músicos no metemos quinientas personas. Pero sí tenemos un público, queremos ir a una ciudad. Entonces se echan en falta ese tipo de salas. A mí, por suerte, la mayor parte de las salas me tratan bien. Influye mucho la interacción con los dueños, comprenderles, ponerte en su piel. Porque no solo fallan las salas, también hay músicos que destrozan los camerinos, o se llevan los micrófonos. Y luego vienen y te dicen que en Alemania las salas son más profesionales. Ya, pero los músicos también son más profesionales. Y sí, hay sitios que no te gustan, pero en mi caso son pocos. Yo sobre todo pienso en el público, quiero que esté a gusto. Si están incómodos, si pasan un calor horrible, ahí me puede doler.

 

En el espacio de los cantautores, desde el escenario más grande al más pequeño, hay una gran colaboración entre músicos. Compartís interpretaciones, cedéis espacio a artistas casi desconocidos. ¿Hasta qué punto es importante esta ayuda, y cómo surge?
De manera natural, suele surgir porque algunos somos muy amigos, y otros compañeros de profesión. Es muy bonito compartir escenario y compartir canciones con voces de otros artistas a los que admiras. Y bueno, que canten una canción tuya hace ilusión, y te lo pasas bien. Además, profesionalmente es una ayuda, claro. Hay que ser generoso. A mí en mis inicios me ayudaron bastante, mucha gente, y yo trato de ayudar en lo que puedo. Hay conciertos en los que se me ha acercado gente, y sin haberles escuchado les he dado la oportunidad de cantar una canción. Depende del escenario, del tiempo que tenga, pero conmigo lo han hecho y creo que hay que ser generoso en esta vida, ser buena persona. Aunque también tiene que salir de ti. A mí me hace mucha ilusión porque pienso en cuando me sacaban a mí cuando empezaba, y ahora veo las caras cuando saco a gente y me parece muy bonito.

 

Entre los artistas con los que has compartido escenario están Marwan y Conchita, con los que hace poco celebrasteis un precioso homenaje a Andrés Lewin. Con ellos se nota una sintonía especial, incluso en la forma de miraros.
Claro, porque somos muy amigos, amigos de verdad. De hecho Conchita en esta gira va a hacer muchos conciertos conmigo a la batería.

 

¡A la batería!
Sí, porque toca, toca muy bien. Es una faceta de ella que la gente no conoce, pero lleva muchos años tocando la batería. Bueno, la verdad es que lo toca todo, de forma increíble, y baila de forma increíble, y compone y canta de forma increíble. Lo hace todo bien, la tía (ríe). Nos apetecía mucho, así que habrá muchos conciertos en esta gira a los que vendrá.

 

Además de lo puramente artístico, a los cantantes os toca muchas veces hacer promoción constante por las redes sociales, trotar por todo tipo de escenarios, alejándoos de esa imagen de estrella que lo tiene todo hecho.
Si no sales en radio, si no eres un artista potente con una promoción brutal en la que se encargan de hacértelo todo, te lo tienes que hacer tú. En mi caso me lo tengo que hacer yo, me tengo que anunciar yo, tengo que hacer promoción. Aunque tengo gente que me ayuda, o puedes contratar, pero sí, tienes que tener más implicación. Por un lado está muy bien, porque tienes el feedback de la gente, escuchas lo que te tiene que decir. Hay veces que por el volumen de mensajes no contestas a todo el mundo, porque materialmente es imposible. Pero bueno, ahora la música esta así, cada uno tiene que hacerse el camino como puede.

 

Ese contacto tan directo con el público, ¿cómo afecta?
Te ayuda, cuando son críticas constructivas. La gente que te dice qué parte le ha gustado más, o te cuenta una historia y te dice lo que significó una canción en su vida. Son cosas que te refuerzan para seguir adelante, para seguir componiendo, haciendo conciertos. Si estuvieras aislado en una burbuja no pasaría. Y también las negativas, te las dicen con cariño, que no les ha gustado esto o lo otro. Pero hay que estar a pie de calle. Historias que te cuenta la gente, ver que al final tú eres uno más, que no se te sube a la cabeza. Es un trabajo que tiene el valor de cualquier otro. Yo pienso eso, que este es un oficio más.

 

En estos últimos años has publicado dos libros de poemas, “Te odio como nunca quise a nadie” y “Rojo Chanel”. Cuando llega el momento, ¿se distinguen las musas?
La verdad es que sí, porque cuando hago una canción la hago con la guitarra. Si yo agarro la guitarra y estoy canturreando, cuando me sale un principio de canción sé que es una canción. No estoy en el mundo del poema. Sin embargo, cuando estoy con mi cuaderno en un bar y se me ocurre algo, lo escribo como poema. No pienso para nada en canción, lo tengo muy delimitado. Nunca he escrito canciones haciendo antes la música o la letra, lo hago todo a la vez.

 

Pero sí unes ambas facetas en el escenario, sueles colar algún poema en tu repertorio. ¿Sentiste algún tipo de pudor al estrenarte en la declamación?
Cuando empecé a hacer recitales en sí, que hago muy pocos, sí me sentía raro. Eso de estar sin guitarra… (ríe). Pero como estás acostumbrado a estar delante de la gente al final consigues crear un mecanismo para que la gente lo pase bien. Aunque tuve que coger la entonación, aprender mínimamente a recitar. Pero estoy contento, me gusta.

 

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En tus conciertos la gente suele precisamente pasarlo en grande, ya que riegas el repertorio con mucho sentido del humor. ¿Cómo consigues esa conexión con el público?
Lo vas viendo durante el concierto. En eso consiste también la experiencia. Hay veces que no sale como deberías, la gente no está metida, y entonces hablas menos y cantas más. Por eso yo voy improvisando, cada concierto es diferente. No tengo ni el repertorio definido. Cuando voy con banda sí que lo defino más o menos, porque si no es un jaleo, pero muchas veces les trastoco. Me gusta ver el estado de la gente, pensar “ahora necesitan dos canciones cañeras para venirse arriba”.

 

Esa constante improvisación, ¿hace que te mantengas en tensión?
No, para mí es al contrario. A mí me libera. Hace que todo fluya más. Voy eligiendo las canciones sobre la marcha, cuando acabo una pienso qué voy a cantar después. Muchas veces pregunto a la gente qué canción les apetece, y así van saliendo.

 

¿Y cómo te quedas tú al bajar del escenario?
Cansado. El último concierto de Zaragoza, por ejemplo, duró más de tres horas. Te cansa porque estás con una adrenalina brutal, y al final acabas bastante agotado. Te da un bajón mental. Además tienes que hacerte fotos, firmar discos… y cuando recoges te apetece estar una hora en silencio, tranquilo. Luego ya me tengo que recuperar, hay conciertos en los que me apetece irme al hotel a leer. Pero otros en los que sigues, y sales, y lo que surja.

 

Ahora que estás casi al principio de la gira, ¿te encuentras fuerte, o la energía se va perdiendo con cada concierto?
No, no. Al día siguiente ya tienes ganas de tocar otra vez, al final el escenario engancha. Estoy con muchas ganas. El escenario es el sitio en el que más a gusto estoy en la vida. Disfruto muchísimo. Hay músicos que cuentan que están a disgusto, que llevan demasiados años. A mi me pasa al contrario, es lo que más me gusta hacer. Cuando tienes al público ahí es cuando las canciones cobran sentido.

 

Con esta trayectoria tan fructífera, ¿acucian los retos de cara al futuro?
No tengo ningún objetivo, la verdad es que no. Cuando me puse a escribir los libros fue como un juego. Porque salió así. Y musicalmente mezclo estilos según me salen, no tengo cortapisas. Pero no tengo proyectos concretos. Solo seguir. Seguir dando conciertos, seguir escribiendo.

 

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