Lo que hay que tener: Clifton Chenier

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«Clifton Chenier fue el gran cocinero negro del rhythm & blues de Lousiana, una auténtica leyenda del acordeón, el hombre que hizo con el cajun lo mismo que Flaco Jiménez con el conjunto, que Elvis Presley con el rockabilly y que el Professor Longhair con la rumba»

Clifton Chenier
«Zydeco dynamite. The anthology»
RHINO

 

Una sección de LUIS LAPUENTE.

 

Clifton Chenier, palabras mayores que obligan a quitarse el sombrero, sacar la tabla de lavar, calzarse los zapatos de baile, cerrar los ojos y trasladar la imaginación a algún rancho negro de Luisiana, cerca de un pantano, a la luz del crepúsculo. Allí donde nace el espíritu mestizo y festivo del zydeco, hijo bastardo del blues y el cajun, y donde ejerce su reinado aún desde la tumba el auténtico rey del género, el único e inimitable Clifton Chenier.

Nacido en 1925 en Opelousas y fallecido en 1987 en Lafayette –de las secuelas de su diabetes–, hijo del acordeonista/violinista John Chenier y sobrino del guitarrista Maurice «Big» Chenier, Clifton Chenier fue el gran cocinero negro del rhythm & blues de Lousiana, una auténtica leyenda del acordeón, el hombre que hizo con el cajun lo mismo que Flaco Jiménez con el conjunto, que Elvis Presley con el rockabilly y que el Professor Longhair con la rumba.

«Zydeco dynamite» –doble CD, libreto interior rico en textos eruditos y créditos completísimos– es no solo la mejor introducción al legado de Chenier, sino la guía obligatoria para adentrarse en el territorio fascinante del zydeco. Una colección que sobrevuela todas las etapas del legendario acordeonista, desde su primer y oscuro single en el sello de Luisiana Elko (‘Louisiana stomp’, 1954) hasta los últimos registros en Alligator (‘I’m the zydeco man’, 1982, del álbum «I’m here!», que le valió un premio Grammy), pasando por algunas de sus gloriosas grabaciones en Chess, Zynn, Flyright, Specialty, Bayou, Ahoolie, GNP, Jin, Maison de Soul y Caillier. En total, cuarenta magníficas demostraciones de energía y vitalidad sureñas, todas sus clásicas –’Eh, petite fille’, ‘Bogalusa boogie’, ‘Hot rod’, ‘Zydeco cha cha’…– y muchas que solo pueden conseguirse en esta antología gozosa e imprescindible. «Bon ton roulet, Clifton, bon ton roulet!»

Anterior entrega de Lo que hay que tener: Skip James.

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