Libros: «Lo que importa es la ilusión», de Ignacio Vidal-Folch

Autor:

«Una lectura magnética que encarna esa atracción de los diarios en los que uno se enfrasca como en una conversación que no quisiera ver acabada nunca»

Ignacio Vidal-Folch
«Lo que importa es la ilusión»
DESTINO

 

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

 

Me sorprendió en 1985, y atesoré durante mucho tiempo en la mesilla de noche, un libro escrito por un nuevo narrador, Ignacio Vidal-Folch. “El arte no paga” era un conjunto de cuentos descarados, hiperbólicos, en los que estrujaba costumbrismos hasta llevarlos a situaciones límite. Ya desde el primero, ‘Iliada’ –unos miembros de ETA que persiguen a unos amigos que les han robado una bolsa de deporte– la carcajada y la desmesura se aliaban. Esa carcajada se convierte, treinta años después, en sonrisa cómplice al enfrentarse a sus diarios.

En muchas de sus obras narrativas, Vidal-Folch apunta como motivo la relación del hombre con su territorio, y en estos breves apuntes que ocupan desde 2007 a 2010 también aparece casi como personaje una Barcelona y una Cataluña de las que el autor revela su absurdo. Se comporta así como un cronista lúcido, que sabe ver en una pequeña riña en un restaurante del Ensanche el signo de los tiempos o que describe con sabiduría melancólica el degradado barrio portuario de Can Tunis tras dejarse llevar al azar en un autobús equivocado.

De la misma manera que retrata su tierra, aparecen diversas impresiones en países ajenos. Sus andanzas por tierra de Suiza o Cabo Verde son verdadera literatura de viaje, atenta tanto al exotismo como a retratar un mundo propio a partir de la visión del extranjero. También, no en vano es un dietario, aparecen sus lecturas y sus filias y fobias; entre los tres años que discurren en estas páginas hay un curioso episodio que tiene como «mcguffin» el bastón de Jorge Luis Borges, y a partir de esa primera entrada desfilan Juan Eduardo Cirlot, Valle-Inclán, Ballard o los más deplorables versos de la tradición hispana.

La amistad también es un bastión de la obra, hay pequeños retratos de Joan Navarro, por ejemplo, o emoción contenida ante la fiesta de homenaje a Francisco Casavella. Y un hondo y absoluto desprecio por la política que se convierte en geografía moral. De hecho, envueltos en hechos cotidianos, en impresiones de vida, el final de la obra traza dos estupendos relatos –como cuentos serían impagables– sobre la dignidad humana. El primero, la ayuda a una joven hindú que intenta escapar de su clan y crea un conflicto diplomático; el segundo, un retrato del señor Feliu, su antiguo profesor de arte, una de las mejores descripciones de la nobleza a la hora de educar, comparable al don Gregorio de ‘La lengua de la mariposa’. En todo caso, resulta una lectura magnética y encarna esa atracción de los diarios en los que uno se enfrasca como en una conversación que no quisiera ver acabada nunca.  

Anterior entrega de Libros: «Autobiografía», de Rod Stewart.

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