Libros: “Lo que me queda por vivir”, de Elvira Lindo

Autor:

“Esta no es una novela sobre el Madrid en efervescencia. Apenas aparecen sus calles y bares, siendo no más que referencias difusas que no llegan a establecer un decorado”

“Lo que me queda por vivir”
Elvira Lindo
SEIX BARRAL


Texto: CÉSAR PRIETO.


De entre todos los géneros –orales, escritos, periodísticos– manejados por Elvira Lindo, la novela para adultos parece ser el peor asimilado, tanto por su recepción como por su interpretación. Todos han pasado por “Manolito Gafotas” o por sus artículos en prensa pero no se han detenido en la demora de sus narraciones más serias. Y si lo han hecho, no parecen haber entendido el material del que están construidas, cegados quizás por el armazón.

Ocurre en “Lo que me queda por vivir”. Antonia, separada de Alberto y con un hijo de cuatro años, Gabi (extrañamente serio y reflexivo), vuelve a Madrid a principios de los ochenta tras pasar un tiempo alejada por su trabajo en radios de provincias. Pero ésta no es una novela sobre esa ciudad de efervescencia. Apenas aparecen sus calles y bares, siendo no más que referencias difusas que no llegan a establecer un decorado. Porque resulta que Antonia, en ese Madrid, es también difusa, y teme que nunca vaya a dejar de serlo.

No, Madrid no es el fondo, sino más bien una tabla de supervivencia pesada y peligrosa. Antonia parece divertirse pero nunca sabemos dónde va. No la vemos. El único espacio descrito con pulcritud es la clínica donde va a abortar y ni siquiera el padre queda iluminado con claridad.

Y llegamos al apartado que la crítica acostumbra a pasar por alto. “Lo que me queda por vivir” es una novela sobre las ilusiones, la vida en el pueblo durante su juventud es tajante pero libre, real. La muerte de la abuela, de la madre y de su amiga Marisol son un peso pero no una muralla. Así que el recuerdo se embriaga de la alegría pasada y de todo lo que se vive en plenitud. Es por ello que junto a la pareja formada por madre e hijo destaca la tensión precisa de dos antagonistas: la tía Celia que ofrece y no demuestra y el padre que demuestra y no ofrece. Ellos son los verdaderos protagonistas.

La última imagen es de Gabi en su primer curso de universidad. Nuevamente casada, Antonia vive en Nueva York. Su hijo pasa las mañanas en un banco de la calle, en Madrid, leyendo. Lo ven, la llaman. Pero no debe de haber problema. Gabi va a esperarla al aeropuerto. Quizás la espera sea lo que realmente nos salve.

Anterior entrega de Libros: “Turismo interior”, de Marcos Ordoñez.

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