Las palmeras y el viento, de Daniel Cros

Autor:

DISCOS

«Canciones sencillas y hermosas, hechas a voz y al piano que Daniel Cros domina a la perfección»

 

Daniel Cros
Las palmeras y el viento
Rosazul, 2021

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

La carrera de Daniel Cros está íntimamente ligada a su ciudad, no solo en la música. Cierto es que comienza su carrera en Brighton ’64, para pasar a tener sus propias bandas como El Clan-Destino –con un elepé que nunca llegó a editarse– o El Instante, que sí tiene manifestación discográfica. Son bandas que pertenecen a la pequeña historia local, que iba compaginando con estudios universitarios y con el Taller de Músics de Barcelona, donde se siente especialmente atraído por la música caribeña.

En 1995 graba su primer disco, ya con su nombre y, poco a poco, se va haciendo con un capital de casi diez elepés. En este, Las palmeras y el viento, lleva sus miras hacia esos países tropicales, donde ha actuado varias veces, y a las palmeras que el viento nunca puede arrasar puesto que son elegantes y delgadas. Es la imagen que quiere ofrecer y trasladar a cierta visión del hombre, también inalterable ante la adversidad, resistente a los temporales de la vida.

Él resistió. No hay una mejor canción del disco, todas son la mejor canción, pero sí hay una que puede aglutinar a las demás y representar su espíritu: “Tirar la toalla”. Cuando la gimnasta norteamericana Simon Biles arrojó la toalla durante los Juegos Olímpicos de Tokio reveló la enorme presión que aplasta a los deportistas, a los músicos también; así que Daniel Cros repasa su vida con una instrumentación canalla y arrabalera, también festiva, para demostrar que sí se sale adelante.

Son, las once del disco, canciones sencillas y hermosas, hechas a voz y al piano que Daniel Cros domina a la perfección, como en “Mentesuave”; utópicas como la proclama lírico anarquista de “Si los poetas gobernaran el mundo” e incluso algo misteriosas en su letra, como el valsecito que es “Todo y nada” en que se deja claro el contexto, pero no los hechos.

La propuesta deriva hacia algo que los creadores españoles han tenido como espuela en estos últimos tiempos: la canción popular. Que “La pena y la locura” tenga un aire andino –también muy común en los últimos tiempos- no deja de ser propio de la cultura tradicional hispana. También “Mali blues” está apegada a la tierra, natural y clara, y pertenece, recién creada, a la tradición. Incluso la que da título al conjunto está en el punto justo de cocción entre lo bamboleante, lo fronterizo y lo camp.

La sólida base instrumental sostiene un disco que habla de que la mujer ha de empoderarse, de que debemos atender a lo pequeño, lo nuestro y de los demás, de que debemos poner fuerza, porque todo es posible. Las preciosidades, como “Vamos yendo”, que hablan de las últimas brasas del amor, son prueba perfecta de eso, de que hay que seguir yendo en la vida, en todo.

Anterior crítica de discos: Sometimes I might be introverted, de Little Simz.

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