La victoria imposible, de Rayden

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DISCOS

«No vamos a tener más discos con su voz, pero en este ha conseguido su propio dialecto, su obra definitiva»

 

Rayden
La victoria imposible
WARNER, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Hace veintidós años, en las fiestas patronales de Alcalá de Henares, un grupo de amigos decidió formar una banda de música. Quien tenía unas letras, quien entendía algo de dj, quien aspiraba a poeta… Y la cosa fue creciendo. El aspirante a poeta, David Martínez Álvarez, tiempo después participó en peleas de gallos, esas competiciones en que el ingenio y el desparpajo construyen al momento la música y, desde 2010, en que editó su primer trabajo, ha publicado seis discos de larga duración. En 2022, participó en el concurso que designa al representante español en Eurovisión, aquel en que los tres primeros puestos tuvieron polémica y disputa, y quedó en cuarta posición.

Una carrera, pues, asentada e incluso prometedora a sus treinta y siete años, que se ve reafirmada por este séptimo disco —tras su trilogía de la palabra— y concluida, porque el cantante ha anunciado su retiro de los discos, las canciones y los escenarios. En esas dicotomías que a veces la vida te hace estallar en la cara, hay que escoger entre una carrera musical que ocupa tiempo, giras, estudios de grabación y que convierte al músico casi en un emigrante en su propia casa, y la familia.

No ha querido marcharse, eso sí, sin dejar un testamento, este La victoria imposible, de título más que directo, en el que se incluye la canción que presentó para Eurovisión, “Calle de la Llorería”, suficientemente conocida y carne de meme constante, junto a otras quince piezas que muerden y sacan jugo a su estilo particular. Pongamos por caso “Alma 22”. Rayden habla como nadie lo hace en este país de los sentimientos, del dolor y el fracaso. Hay un lejano murmullo orgánico de bosques y de mar en la instrumentación, y la voz se va creciendo, cada vez más, sin cejar, y cada vez más va olvidándose de cantar —aunque sigue armonizando— para contar.

Porque lo que lleva adelante Rayden es una pura potencia del sentimiento. En “Ayer a estas horas” es acelerado, marcado por la fuerza de las flechas sonoras, en “Multiverso”, su descalificación de la nostalgia, es más pop y en “El lenguaje de los coleteros” añade a la pasión la rabia y la ductilidad de la voz. Pero siempre, en todos los casos, se estruja las entrañas, siempre al borde de la lágrima.

Otra característica es el uso del recitado, “Castigos amables” apunta a esto y lo acrecienta con unos fondos misteriosos con alma de bolero, y en “Llámalo azar” esta dinámica se atropella con versos que fluyen con desespero sobre el tema del amor, casi el único, que vuelve a presentarse en “Ser, estar, aparecer”, acompañado de la dulce voz de Covi Quintana.

Hay dos excepciones a estos ejes estilísticos. “Una fiesta en tu nombre” ataca con una producción más moderna y soluciones más imaginativas y, sobre todo, “Llanto”, acompañado de Travis Bird, que está llena de groove y tiene todo el sabor de los setenta, desde Nino Bravo hasta Pedro Ruy Blas, con ese estribillo inconmensurable.

El disco deja otra de las joyas para el final, “Año nuevo chino”, un espléndido colofón con un tímido acercamiento al vals. Y al cerrarse los dos minutos y cincuenta segundos de la última canción, de la última producción de Rayden, queda un sabor agridulce. No vamos a tener más discos con su voz, pero en este ha conseguido su propio dialecto, su obra definitiva, aquella en que deja su definición connotativa de los sentimientos más vulnerables y de la vida más al filo.

Anterior crítica de discos: First two pages of Frankenstein, de The National.

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