La última casa de apuestas, de Marcelo Criminal

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DISCOS

«Canciones maravillosas, compuestas con los mínimos elementos posibles, interpretadas sin ningún tipo de afectación y llenas de una ironía a veces naif y a veces sangrante»

 

Marcelo Criminal
La última casa de apuestas

SONIDO MUCHACHO, 2023

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

No sé si recordarán ustedes una canción que asaltó los oídos indies hace unos tres años. Carolina Durante y Amaia, la ganadora de Operación Triunfo, hicieron que sonara a todas horas “Perdona (ahora sí que sí)”, una imprecación del tímido a su chica soñada que, en cuatro versos, rasgaba una sensación de autocompasión y complejo de inferioridad, una sensación de desamor cotidiano en la que muchos sintieron reconocerse. Su autor era Marcelo García —como músico se hace llamar Marcelo Criminal—, que llevaba años haciendo maravillosas canciones pop en su cuarto y que en 2016 empezó a publicarlas de manera autoeditada.

Ahora que ya está —desde hace años— en un sello con distribución más amplia, Marcelo sigue haciendo las cosas a su manera: canciones maravillosas, compuestas con los mínimos elementos posibles, interpretadas sin ningún tipo de afectación y llenas de una ironía a veces naif y a veces sangrante. Como Daniel Johnston o como nuestros Primogénito López, sus canciones buscan la esencia del pop en su expresión más cruda, aunque a veces lleguen a ser las más fantásticamente anticomerciales del mundo, como “Mi propio infierno”.

Este, su cuarto elepé, llega a contar con veintidós canciones, esbozos bien construidos que no suelen durar más de dos minutos y que abordan, desde una óptica muy personal o cotidiana, El Corte Inglés, los sudokus, la lotería o las máquinas de café. Todo ello puede dar lugar a delirantes experimentos que se resuelven de la manera más sencilla posible, y a la vez de la más fantasiosa. El culmen, la que toda la prensa ha destacado y, tal como están las cosas, seguirá destacando es “El día que murió Pedro Sánchez”, que canta junto a Nacho Vegas, una genial distopía que ironiza sobre el odio que genera nuestro presidente, no sé si aún en funciones cuando se publiquen estas líneas. No se puede decir que Marcelo Criminal no acepte el riesgo.

Pero hay más, “Como negociar con Qatar”, sencilla y emotiva, traza irreverencias sin cuento, y “Café de Máquina” —el enamoramiento hacia una joven que va a dejar la carrera, académica nos referimos— es afín a los grupos de los noventa que no pasaron de una maqueta o de los Meteosat más dementes. Como ellos en “Haloperidol”, Marcelo Criminal también dedica una canción a un medicamento en “Bromazepan”, un ansiolítico para mitigar la ansiedad.

Veintidós canciones dan para mucho, para letras desmesuradas donde se da la vuelta al melodrama, como en “Canción para llorar”, o se habla de los entierros a los que acudes con la ebriedad del empalme de fiesta, extrañas canciones que, a la que uno sea un tanto perspicaz, se adivina que hablan del dolor. Los laberintos que los centros comerciales construyen —recuerden que de algunos cuesta salir—, ¿no serán un remedo de los de nuestra mente?, se proclama indirectamente en “El Corte Inglés”, que por fin cuenta con un solo de guitarra.

No es más que un antecedente de las tres canciones finales, que pertenecen a otro universo y están un tanto más llenas; tanto, que parecen estar a punto para unos vestidos más cuidados. “Otra noche más” está pidiendo desesperadamente unos arreglos funky, “Labiodental” es un divertimento sobre fonética —Marcelo tiene un grado en Filología Hispánica— y “Los últimos días”, que cierra el disco, es una soberbia canción que también pide un ropaje más brillante, para potenciar este carácter de mundos cotidianos tocados por la luz del humor y de una voz un tanto triste. Y de unas canciones que él quiere alejadas de la perfección y el preciosismo, en un disco en que su mayor gracia es también su defecto, a veces son demasiado esquemáticas, aunque siempre son impactantes e imaginativas.

Anterior crítica de discos: Subtle love, de The Slow Show.

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