Jaime Urrutia: La resurrección

Autor:

Jaime Urrutia
10 de junio de 2010
Sala Joy Eslava, Madrid


Texto: JUANJO ORDÁS.
Foto: SONIA MOLINA.


Portentoso y soberbio. Así fue el concierto con el que Jaime Urrutia dio el pistoletazo de salida a la gira de presentación de “Lo que no está escrito”, de largo su mejor disco en solitario hasta la fecha. Todas las facetas del madrileño parecen mejorar con los años, como el buen vino, pero es preciso destacar su hermosa voz, madura y con matices cada vez más profundos. Es normal que los vocalistas pierdan registros altos con la edad, pero solo los mejores son capaces de bucear en ella para trabajar nuevas modalidades. Y Urrutia es uno de ellos.

Fue un gusto que tocara su nuevo trabajo al completo, un plato para gourmets salteado con concesiones al repertorio de Gabinete Caligari y visitas a su cancionero en solitario. Acertó de lleno al arrancar con el funky bastardo de ‘De perdidos al río’, como también al relegar ‘Mentiras’ a su posición de clásico hacia el final del repertorio. ‘La fuerza de la costumbre’ estremeció y ‘Lo que no está escrito’ puso la sala patas arriba. Es gracioso y pueril que este último tema y primer single del disco haya suscitado cierta infantil polémica cuando es típico que Urrutia se acerque y modernice géneros populares. ¿Qué habrían pensado sus detractores si en su día hubiesen escuchado las castañuelas de ‘Que Dios reparta suerte’? ¿Cómo puede ser que estos mismos quejicas pierdan el sentido con piezas legendarias como como ‘El calor del amor en un bar’ (¡una tarantela!) o ‘La culpa fue del cha cha cha’ (la cuál no sonó) para luego cargar contra una genial mezcla de ska y pasodoble como ‘Lo que no está escrito’? Lo que está claro es que el público congregado la otra noche disfrutó mucho con la canción.

En perfecta forma física, era estupendo ver al chulapo ponerse a pie de escenario para sentir la proximidad de su público fiel, perfectamente apoyado por una banda que, a día de hoy, es un grupo muy distinto del que conocíamos. Ahí siguen Germán Vilella, Ambite y Esteban Hirschfeld, pero quienes aúpan el espectáculo junto a su líder son el guitarrista Juan Carlos Sotos y el saxofonista Francis García. Respecto a Sotos, es increíble el gran carisma que ha ganado sobre el escenario, ahora mismo es un guitarra de lujo, de  gran presencia y técnica, y al que podríamos definir como un nuevo Guillermo Martín. No es exageración, evidentemente Martin es ya una figura mitológica por derecho propio, pero Sotos sigue esa misma línea y nadie debería perdérselo en vivo junto a Jaime.

La valentía del repertorio estuvo fuera de toda duda. Urrutia fue inteligente y basó el concierto en su robusta nueva obra, en “Patente de corso” y en algunos clásicos de Gabinete Caligari. “El muchacho eléctrico” fue arrinconado, solo sonó ‘Maribel’ (a estas alturas un anti himno para poner de los nervios a culturetas), pero el madrileño ya tiene tal cantidad de diamantes en solitario que debe dificultar bastante la confección de un set list.

Algunas quedaron en el tintero (ni ‘Cuatro rosas’, ni ‘Camino Soria’ se dejaron oir), pero ahí estuvieron ‘Tócala Uli’, ‘Suite Nupcial’ y ‘Al calor del amor en un bar’ junto a fantásticas redenciones de ‘Qué barbaridad’,  el incandescente rock años 50 de ‘Siempre a veces’, ‘Vestida para mi’ o ‘Tarde’, con todo su clasicismo. Cualquier seguidor del rock español debería tratar de cazar a Jaime en esta gira, su tour definitivo. Lo tiene todo, el carisma, la voz. Su arte, en definitiva.

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