Iván Ferreiro: El gobierno de las canciones

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«“El equilibrio es imposible” casi lidera el número de móviles alzados. Todos quieren capturar para siempre su contradicción: la definición más sólida de algo que se tambalea»

 

Con la gira de Casa dando sus últimos coletazos, Iván Ferreiro se adueñó del escenario en el festival Noches del Botánico, en una jornada revisionista en la que sonaron canciones de casi tres décadas. Allí estuvo Arancha Moreno, autora del libro “Iván Ferreiro. 30 canciones para el tiempo y la distancia”.

 

Iván Ferreiro
Festival Noches del Botánico, Madrid
27 de junio de 2019

 

Texto: ARANCHA MORENO.
Fotos: J. PEREA.

 

El cielo (“espacio denso y desigual”, como decía aquella canción) se derrite sobre nuestras cabezas minutos antes de que Iván Ferreiro se suba al escenario de Noches del Botánico. No quiero ni imaginar cómo habrá sido esa prueba de sonido a media tarde, en este junio que quema hasta la ropa. Hace rato que el periodista Fernando Navarro se encarga de amenizar la previa lanzando hits del indie. Cuando acaba, Amaro Ferreiro recoge el testigo y caldea el ambiente con su cancionero solista, interpretado junto a su compañero Pablo Novoa. Han pasado tres años desde su último disco, Biólogo, y anuncia que en septiembre volverá a encerrarse en el estudio: ya tiene canciones hirviendo dentro. Al otro lado del jardín, su hermano Iván apura sus últimos cigarros en un vagón-camerino y confiesa que está nervioso. “Ya están ganados”, respondo, refiriéndome al público. Pero no, no es eso exactamente.

«Estoy intentando encontrar las palabras». El primer verso me golpea con sobresalto, como si Ferreiro subrayase justo lo que me pasa por la cabeza. Ha escogido “Ansiedad” como parapeto, porque con ella puede cobijarse brevemente detrás del teclado y prepararse emocionalmente para lo que va a ocurrir las próximas dos horas. Necesita ir entrando en escena poco a poco, quizá para paliar esos nervios confesos. Arranca con un guiño al pasado antes de levantarse a arrastrar “Tupolev” y recordar el poder de las canciones, y a la tercera ya está bailando “Casa, ahora vivo aquí”. Ya se ha aclimatado.

 

«“Pensamiento circular” logra una atmósfera irrompible que emociona en cualquier escenario»

 

Que abra el show con una canción del Relax de Piratas no es casual, pues sonarán otras cinco piezas de su exbanda a lo largo de la noche. Dos de ellas, auténticas rarezas: “Santadrenalina”, extraída de Respuestas —el tercer cedé que incluía la versión extendida de Relax, y versionada por Iván en Confesiones de un artista de mierda—, y la añoradísima “Fecha caducada” —incluida en el recopilatorio Fin de la primera parte—, que más de un viejo fan celebra y canta de principio a fin en una versión que añade guitarras hindúes y guiños electrónicos. Las otras tres son hits que tienen al público enamorado. Aunque se rodee de programaciones misteriosas al inicio, “M” siempre supura nostalgia, porque nos recuerda quienes fuimos. “El equilibrio es imposible” casi lidera el número de móviles alzados. Todos quieren capturar para siempre su fascinante contradicción: la definición más sólida de algo que se tambalea. Y en “Años 80” hay grupos que se olvidan de mirar al escenario y se la cantan entre sí, como si esa fuese suya y no del tipo que se la está arrojando desde el escenario, a ratos sin micrófono, como a pleno pulmón. Como se hace solo con las canciones que se desbordan.

Los viejos guiños a Piratas son tan celebrados como el resto del repertorio. Oficialmente este es uno de los últimos conciertos de la gira de su último disco de canciones originales, Casa, que vio la luz hace casi tres años, y que en los últimos meses compagina con la gira de su tributo a Golpes Bajos. Se despedirá de su último disco con canciones nuevas el próximo otoño en Vigo. De momento, rescata de ese álbum las citadas “Tupolev” y “Casa, ahora vivo aquí”, además de “La otra mitad” —en la que el público, espontáneamente, parece haber adoptado ya sus versos favoritos: “¿Quién quiere ser normal? Yo quiero que me echen de menos”— o las más electrónicas, “El viaje a dondenosabidusientan” y la canción que abre el segundo cedé, “El acontecimiento”. Sin olvidarse de “Pensamiento circular”, siempre con esa atmósfera irrompible que emociona en cualquier escenario. Porque algunas canciones perfectas no necesitan de saltos y gritos. Su magia es otra.

 

«Ferreiro sigue dejando que las canciones le gobiernen, le traspasen y encaucen toda su energía cada vez que sale a tocar»

 

Es una noche eléctrica y ecléctica en la que pasea por todos los discos, aunque algunos tienen más peso que otros. Sorprende, por ejemplo, la absoluta vigencia de su debut, del que suenan cuatro canciones: “Ciudadano A”, “Viaje de Chihiro”, “SPNB” y “Turnedo” -interrumpida por cortes fugaces de sonido que no callaron ni al público ni a los músicos-. Un vals, un rock catártico, una ranchera y una canción pop envolvente. Dos de Amaro y dos de Iván. Cuatro piezas absolutamente dispares que les retratan muy bien, aunque hayan pasado ya casi 15 años desde que vieron la luz. También adquiere mucho peso el disco Val Miñor-Madrid, del que recupera dos de sus títulos más lunáticos —“Bossón de Higgs” y “Una inquietud persigue mi alma”— y temas tan festivos y vitamínicos como “Pájaro azul” y “El dormilón”. Cuando suena “Cómo conocí a vuestra madre” veo a alguien llorar a mi lado. Seguro que la ha escuchado decenas de noches antes, pero ya no es la misma persona, y en sus versos de dobles lecturas reconoce heridas nuevas.

Cuántas historias habrá detrás de cada canción. Una vez intenté llegar a ellas en un libro que hoy está en ese mismo jardín, en un puesto de merchandising junto a los discos, las tazas y los vinilos de Ferreiro. Pero en los ojos del público percibo muchas otras historias personales anudadas a esas canciones a través de los años. Son rostros que acuden una y otra vez a esos conciertos. No sé hasta dónde se expande el público de Iván Ferreiro, no sé si alguna vez llenará estadios, pero sí sé que la mayoría de los que llegan a él se quedan para siempre. Son, como se les bautizó en la época de Piratas, auténticos fieles. Fieles que llegan deseosos de cantar, celebrar y emocionarse, y que lo consiguen gracias a lo que sucede en el escenario. Porque Ferreiro sigue dejando que las canciones le gobiernen, le traspasen y encaucen toda su energía cada vez que sale a tocar. Quizá sus nervios del principio sean justo eso: saber que algo increíble está a punto de suceder. Ojalá no desaparezcan nunca.

 

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