Is this it (2001): el controvertido y exitoso debut de los Strokes

Autor:

VEINTE ANIVERSARIO

«El sonido parco y austero, ese que aparece como retro en 2001, también es capaz de sonar fresco en 2021»

 

The Strokes
Is this it
RCA, 2001

 

Se cumplen veinte años del disco con el que se presentaron al mundo los Strokes, Is this it. Un disco incontestable con el que los neoyorquinos sacudieron el panorama del rock and roll en 2001, a pesar de los prejuicios. Por Fernando Ballesteros.

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

Con el debut de los Strokes ocurrió lo que sucede habitualmente con los discos que cosechan un importante éxito comercial y se convierten en punta de lanza: generó controversia entre crítica y afición. Tras la bienvenida calurosa llegó el debate. Frente al entusiasmo desmedido de la prensa inglesa, en nuestro país se levantaron los que enarbolaban la bandera del «no hay para tanto». Para alimentar algún que otro prejuicio también estaba el origen de algunos de sus miembros. Ahora que los Strokes son ya veteranos no nos choca, pero ver a los nuevos niños terribles del rock, en 2001, liderados por el hijo del fundador de Elite Model y por Albert Hammond Jr, vástago del baladista del mismo nombre, no era la tarjeta de presentación más callejera. El pedigrí underground había que buscarlo en otro sitio.

Las deudas más que evidentes con el pasado, que en otros casos se pasan por alto, aquí eran utilizadas como arma arrojadiza. Recuerdo leer por entonces, en más de una ocasión, una especie de aviso a los aficionados más jóvenes o despistados para que repasasen las páginas anteriores de la cartilla del rock antes de lanzarse en brazos de los neoyorquinos. Y es verdad que la Velvet o Television están presentes, en mayor o menor medida, en aquellos surcos, pero no es menos cierto que los treinta y seis minutos de Is this it venían cargaditos de buenas canciones.

Definitivamente, allí había talento. ¿Tanto como para marcar la pauta de su generación y del pretendido resurgir de las guitarras? Bueno, no negaré que Mooney Suzuki o Richmond Sluts, por citar dos nombres a bote pronto, me tuvieron más tiempo ocupado que los Strokes durante aquellos meses. Aun así, recuerdo algún debate de barra zanjado por alguien con la frase «tiempo al tiempo». Pongamos que estamos en un bar, es diciembre de 2001 y se discute sobre los Strokes y su presunto hype. Uno de los participantes, al que le gusta más el disco, sentencia: «En veinte años hablamos, a ver dónde lo sitúa la historia». Dos décadas se antojaba suficiente tiempo transcurrido para reflexionar sobre la trascendencia de una obra que apareció en un momento clave, con la llegada del nuevo siglo y la música de guitarras atravesando un momento delicado. Pues bien, ya han pasado esos veinte años. Hablemos de Is this it.

 

Un despegue vertiginoso

El disco se grabó en los estudios Transporterraum de Nueva York, con Gordon Raphael a los mandos. Seis semanas, entre marzo y abril de 2001, fueron suficientes para registrar unas canciones que tenían bastante claras. La banda había nacido cuatro años atrás, aunque fue la llegada de Hammond a sus filas la que, en 1998, les recondujo por los sonidos de baja fidelidad y querencia garagera con la mirada puesta en décadas pasadas. Con la guitarra de Nick Valensi, la batería de Fabrizio Moretti y el bajo de Nikolai Fraiture acompañando a Albert Hammond Jr. y Julian Casablancas, los dos viejos amigos que se habían conocido en un internado suizo, estaban a dos minutos de convertirse en la banda del momento.

Y eso ocurrió cuando su maqueta llegó a oídos de un cazatalentos que les consiguió conciertos y les puso a grabar tres canciones que posteriormente irían en su elepé de debut: “The modern age”, “Last nite” y “Barely legal”. Con ellas se plantaron en Inglaterra tras conseguir editarlas en enero con Rough Trade. Habían sido profetas en las islas antes que en su tierra. A partir de aquí, las cosas suceden a una velocidad de vértigo. En marzo ya habían rubricado su primer contrato con RCA y, sin tiempo que perder, regresaron al estudio. El disco grande esperaba.

Los chicos no tenían dudas: no querían una grabación muy producida. Pero ¿qué querían? Hay una frase de Julian que responde bastante bien a esta pregunta: «Queremos ser un grupo del pasado que haga un viaje al futuro para grabar un disco». Y algo de eso hay en el sonido parco y austero, ese que aparece como retro en 2001 pero que también es capaz de sonar fresco en 2021.

No fue fácil lograr el objetivo. La compañía les había buscado a Gil Norton, pero los primeros intentos con él pecaron de limpios. La elección final de Gordon Raphael terminaría dándoles la razón a los miembros de la banda. La sencillez y la mirada al pasado se presentan desde el primer segundo. La canción que lo titula conquista con su absoluta falta de artificio y esa voz que Casablancas deja ahí, como quien no quiere la cosa. Todo «descuidado» hasta el último detalle. Con mimo.

 

El pelotazo de “Last nite”

La baza con la que presentaron el disco fue “Last nite”, un tema con vocación de clásico, gran juego de guitarras y un vocalista que demuestra que no solo tiene un registro y que es capaz de mostrarse poderoso y aguerrido en su interpretación. El riff inicial calca el “American girl” que Petty firmó 24 años antes. El de Florida, nada partidario de conflictos legales con colegas —los Red Hot Chili Peppers también pueden dar fe de ello— se conformó con leer una entrevista en la que los Strokes admitían la copia. Su actitud fue la de un hombre que pensaba que el mundo vivía ya muchas tensiones como para ponerse a litigar también por una canción pop.

La grabación tuvo algún imprevisto, como el protagonizado por los hombres del sello, que se presentaron en medio del proceso para dejarles claro que aquello sonaba fatal, poco profesional y que estaban cargándose cualquier posibilidad de tener una carrera exitosa. Entres otras cosas, no les convencía el tratamiento distorsionado de la voz de Julian. El cantante, que tenía en su cabeza lo que quería, debió de pensar en aquel momento que iba por el buen camino.

Además de grabar con el menor número de tomas posible y de incorporar un equipo técnico para plasmar ese viaje al futuro de un grupo del pasado, los Strokes contaban con las canciones. Y esa carta no suele fallar. Así que los toques post-punk de la brillante “Hard to explain” o esa guitarra y el maravilloso riff de la melódica “The modern age” son buena prueba de lo que se traían entre manos.

Pero es que hay mucho más, porque “Someday” es una maravilla pop, otro de esos momentos que ponen sobre el tapete los motivos por los que llegaron al gran público. Eran jóvenes veinteañeros cantándole a la juventud. Julian contaba en sus textos lo que era vivir la noche en la capital del mundo. Y allí había sexo, claro. Y drogas, soledad, desesperación, desenfreno… de todo un poco.

La publicación del álbum se retrasó del 25 de septiembre al 9 de octubre, por culpa de los atentados del 11-S. Los ataques terroristas y como cambió el mundo en el comienzo del nuevo siglo también estuvieron detrás de otra decisión: la desaparición de la edición en cedé de “New York City cops”. Definitivamente, el ambiente no estaba para lanzar dardos contra la policía, por lo que les pareció más sensato reemplazarla por “When it started” en el compacto editado en USA. En otros países el disco ya había visto la luz entre julio y agosto.

En lo musical, “New York City cops” está entre lo mejor de Is this it. Urgente, furiosa, enérgica… cómo no iba a perder la cabeza por ellos un chaval de veinte años. Porque sí, señores, en 2001 había chavales de esa edad que le daban a lo del rock and roll y aún se les echaba en cara que disfrutaran de nuevos grupos como este sin haberse empapado de la historia del rock y las fuentes de aquellos sonidos. Les dio igual, exprimieron aquellas canciones igual que terminamos haciendo otros más veteranos, desde la sencillez inicial hasta el vigor del broche final de “Take it or leave it”, una gran elección para cerrar un disco soberbio.

La portada —preciosa— es una creación del fotógrafo Colin Lane. Julian tenía en su cabeza, sin embargo, una toma microscópica de una colisión de partículas y, como en algunos países se escandalizaron con el desnudo inmortalizado por Lane, ambas ideas terminaron siendo utilizadas. La cubierta le ponía cara a un disco que ha pasado a la historia como uno de los más influyentes del rock del nuevo siglo. Is this it cosechó premios y distinciones y despachó más de medio millón de copias. El listón, de cara al futuro, estaba muy alto. Demasiado para intentar superarlo o, mejor dicho, para sentir sobre tus hombros la presión de tener que hacerlo.

Ellos recogieron el guante. Room on fire en 2003 y First impressions of Earth en 2006 son buenos discos que también han ganado con el tiempo, cuando se escuchan ya con la guardia más baja. Aquella trilogía inicial es de notable alto. Sus mejores años. Sin duda.

El último elepé de los Strokes, The new abnormal, es de 2020. Ni este ni los anteriores igualan los logros de Is this it, pero tampoco voy a utilizar un párrafo para despachar la discografía de un grupo con una larga carrera a sus espaldas. Prefiero preguntarme si hay mucha gente que tiene esperanzas fundadas en que aquello de 2001 se pueda superar en un nuevo álbum de los neoyorquinos. No lo creo. Al fin y al cabo, y eso lo saben ellos mejor que nadie, no es fácil sacudir el panorama del rock and roll dos veces. Y menos que te lo reconozcan y pongan la antorcha en tu mano. A ellos ya les ocurrió. Que pase el siguiente.

Artículos relacionados