Hollywood town hall (1992), de Jayhawks: el despegue de Olson y Louris

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TREINTA ANIVERSARIO

«Su primer gran elepé, el que nos dejaba claro que estábamos ante una banda muy importante. Y no solo eso, es que, probablemente, se trate de su mejor obra»

 

Gracias a la notable trayectoria que ya les avalaba, a su fichaje por American Recordings que lo puso fácil y al sobrado talento de Gary Louris y Mark Olson, los Jayhawks facturaron su mejor disco en 1992. Hasta él, sus canciones y todo lo que derivó tras su publicación, vuelve hoy Fernando Ballesteros.

 

Jayhawks
Hollywood town hall
AMERICAN RECORDINGS, 1992

 

Texto: FERNANDO BALLESTEROS.

 

En la carrera de un grupo hay discos que tienen un significado especial. En el caso de los Jayhawks, Hollywood town hall es, para decirlo de una forma sencilla, su primer gran elepé, el que nos dejaba claro que estábamos ante una banda muy importante. Y no solo eso, es que, probablemente, se trate de su mejor obra. Bien es cierto que habían debutado, ya en 1986, con un trabajo homónimo y que tres años más tarde editaron Blue earth. Y aquellos, aunque no resistan la comparación con sus dos siguientes álbumes, eran buenas colecciones de canciones en las que ya quedaban apuntadas algunas de las virtudes que les iban a hacer grandes.

El despegue llegó de la mano de su fichaje por American Recordings. El sello de Rick Rubin, algo así como un Rey Midas noventero, puso a su disposición medios y, sobre todo, tiempo para trabajar las canciones con las que habían llegado al estudio. Porque sí, los temas eran mejores, pero el sonido y todo el envoltorio les hacía dar unos cuantos pasos hacia adelante. Hollywood town hall transmite grandeza en cada surco y, a veces, además de talento, que de eso iban sobrados, se necesita disponer de las condiciones adecuadas.

En la parte del talento tenemos a Gary Louris y Mark Olson, los dos creadores de la banda de Minneapolis que se encontraban, en 1992, en un estado de gracia incontestable. Sus voces empastaban de una forma que rozaba la perfección, aquellos dos tíos parecían haber nacido para cantar juntos. Para cantar y para escribir, porque a la hora de ponerse ante la hoja en blanco sus sensibilidades eran extraordinariamente complementarias. Olson encarnaba el lado más folk de esta relación simbiótica, mientras que Louris ya era un maestro cuando se trataba de redondear las mejores melodías pop. Toda esa mezcla terminaba ofreciendo un resultado, en el que los sabores country y las enseñanzas de Gram Parsons convivían con estribillos, que podía remitir a unos Big Star.

Y luego están los medios que pone a tu alcance un sello como American Recordings que, por aquel entonces, ya andaba reactivando la figura de Johnny Cash y que te permite disponer de los días necesarios para tratar aquellas composiciones con el mimo que merecían. Eso, y tener a los mandos, ejerciendo de productor, a una figura de la talla de George Drakoulias, que le dio a aquellos reposados temas un sonido poderoso que les venía como anillo al dedo. Sin olvidar que la formación, integrada por Mark, Gary, Mark Perlman y Ben Callahan, contó en aquellas sesiones con una destacada nómina de colaboradores en la que sobresalían nombres como el Heartbreaker Benmont Tench y Nicky Hopkins. El plato tenía que salir bien aunque no todo el aire soplaba a favor de los Jayhawks.

 

Llevando el folk por nuevos territorios

Convengamos que 1992 no ofrecía un contexto demasiado favorable para una propuesta como la suya. Los tiros del éxito iban por otros derroteros. Ellos, sin embargo, se las arreglaron para ser piedra angular de ese movimiento que puso al día todo un género, dando carta de naturaleza a eso que terminamos llamando alt country o americana. Y en ese empeño fue capital un disco como Hollywood town hall, brillante, inspirado, y sí, una obra maestra. Su sonido, las sensaciones que transmite y sus textos remiten a la pérdida, al desamor, al viaje, la naturaleza. Y todo impregnado de un aire de tristeza que, finalmente —la magia de la música—, te deja un regusto más esperanzador que triste.

Es muy difícil destacar canciones en un elepé como este, ninguna tiene desperdicio; pero sí se puede decir, por ejemplo, que hay algo majestuoso en la guitarra y los teclados que abren “Waiting for the sun”, la canción que les permitió llegar a nuevos oyentes y uno de esos temazos de la banda que ya sonaban a clásicos desde el mismo día de su publicación. Las armonías de Louris y Olson resplandecen en “Crowded in the wings” a ritmo de balada y “Clouds” comienza luciendo pulso rockero y se estabiliza como una tonada enorme y elegante.

Desfilan las canciones y afloran los sentimientos. “Take me with you (when you go)” es otro de esos milagros melódicos de la pareja, y sobre “Sister cry” lo primero que se me ocurre es preguntar si hay alguien capaz de acabar de escucharla sin emocionarse. Es posible, pero lo dudo. ¿Cómo resistirse a la llegada de ese estribillo y esa subida de intensidad que tira de ti?

Cuando piensas que el nivel se tiene que resentir por fuerza, sale a tu paso “Settled down like rain”, la preferida del que firma, pura y conmovedora belleza. Rotunda, luminosa. Llegados a este punto, los Jayhawks te levantan del asiento y entonces estás listo para atravesar otros bonitos parajes, los de “Wichita” y “Nevada, California”, antes de coronar el disco con “Martin’s song”, que ya había aparecido en Blue earth junto a “Two Angels” y que aquí cierra el álbum, mejorada con la aportación de Gary y demostrando de lo que son capaces cuando se trata de bordar el pop.ç

 

Las tensiones crecen y el gran éxito que no llega

Cuando el disco vio la luz, en septiembre de 1992, cosechó buenas críticas y un éxito moderado que les permitió entrar a duras penas en el Top 200 del Billboard pero, sobre todo, les hizo llegar a un público más allá de los circuitos especializados. Lo que parecía claro es que el gran salto tendría que llegar con su siguiente grabación y lo cierto es que el grupo le puso todo en el empeño. Tomorrow the green grass (1995) lo tenía todo para comerse el mundo. Trece canciones enormes, un sonido ligeramente más electrificado y unos cuantos números con marchamo de hit. Poco más se puede decir de un álbum que comienza con “Blue”, una canción que vale por toda una carrera y que ni siquiera es la mejor del disco.

Ellos sabían que tenían algo grande entre manos y en el ambiente sobrevolaba cierta sensación de ahora o nunca, pero el gran éxito no llegó. A estas alturas, las tensiones artísticas y personales que se dan en grupos en los que domina la bicefalia, con dos líderes que actúan en pie de igualdad, pasaron a ser un problema. Hasta entonces, las diferencias habían sumado y el resultado artístico no se resentía, pero, tras Tomorrow the green grass, los caminos de Olson y Louris se separaron. Mark, casado con Victoria Williams, decidió volcarse en el cuidado de su esposa, enferma de esclerosis, y juntos emprendieron una carrera. Gary se quedó al frente de Jayhawks y, aunque faltaba el cincuenta por ciento de la fórmula mágica, se las arregló, sobrado de talento, para hacer buenos discos como Sound of lies, Smile o Rainy day music, convirtiéndose en un habitual de nuestros escenarios.

Hollywood town hall no encontró mucho eco en España, fue en los tiempos de Tomorrow cuando comenzamos a leer sobre ellos en revistas como Popular 1; y es curioso, recuerdo devorar noticias, artículos, y pensar en ellos como algo lejano, uno de esos grupos que nunca veríamos por estas tierras. Quién nos iba a decir que, apenas unos años más tarde, les tendríamos por aquí con frecuencia y que, incluso, Gary terminaría teniendo casa en El Puerto de Santa María. Hace un tiempo, Mark y Gary volvieron a grabar juntos en Jayhawks, el resultado fue el notable Mockingbird time (2011), pero la cosa terminó mal y Mark ya ha dejado claro que nunca más.

La última vez que Gary giró por nuestro país fue en el verano de 2021. Sus Jayhawks nos ofrecieron otra gran noche, de esas en las que sales del concierto pensando si ha habido algún grupo en los últimos treinta años que pueda presumir de un setlist tan monumental como el suyo. Después de darle vueltas, se me ocurrieron varios nombres que les pueden tratar de tú a tú, pero ninguno que esté claramente por encima de los Jayhawks. Y sí, sé que igual me he venido un poco arriba, pero esto se termina, se acaba el espacio y yo, hoy, ya no me bajo de ahí.

Anterior entrega de 30º Aniversario: Sweet oblivion (1992), de Screaming Trees: la primera gran joya de Mark Lanegan.

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