Fugaz, de Gigante

Autor:

DISCOS

«Fugaz es un disco agradable en su primera mitad y seductor en la segunda»

 

Gigante
Fugaz
VENTILADOR MUSIC, 2019

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

El debut de Gigante en formato largo —hasta ahora solo contábamos con dos epés— es un disco de lo más correcto, espléndido incluso. No diremos excepcional, porque un primer disco rompedor únicamente está en manos de los elegidos, pero sí que tiene un buen número de canciones que satisfarán plenamente a los degustadores de ese pop español de fuerza y solvencia en las guitarras y letras sentimentales. En ese camino, son muy buenos seguidores de nuestras bandas de toda la vida.

Lo que es Fugaz, desde luego, es un disco honesto. Diez canciones con la única pretensión de que salieran bonitas, y eso lo consiguen con creces. Poseen varias técnicas; la primera, cuidar las melodías hasta hacerlas atrayentes, perfectas y luminosas, lo es la del single escogido, “Posmodernista”, que entra en aspectos de crítica social, o más bien, en la crítica de cierta actitud de apocalipsis moral, de queja continua y sin sentido, del individuo al que nada le contenta. También sus solos de guitarra son detalles que pulen la canción: siempre breves, siempre melancólicos, siempre exquisitos. Los de “Plan sorpresa” o “Parte de ti” son buenos ejemplos.

Por otra parte, sus historias son importantes. Urbanas y sentimentales, saben recrear muy bien episodios, momentos. La que da título al conjunto es la historia de la seducción de una noche, destellos de amor fugaz, como indica el título, pero de esos que marcan y hieren. Y sobre todo, más que una técnica es una táctica, saben ordenar las canciones de manera perfectamente estructurada para irse creciendo. Fugaz es un disco agradable en su primera mitad y seductor en la segunda.

Empieza el baile con “La piedra filosofal”, el corte siete, donde ya se notan unos arreglos más llenos y una voz más sensible. Comienza en el disco el espíritu de Los Secretos, en la letra un tanto más que en la música: anhelos de escapar, recuerdos, un pasado que atenaza, pero que afina la sensibilidad. Le sigue una maravilla titulada “Noviembre”. Las canciones de reencuentro amoroso son difíciles de escribir sin perversiones sentimentaloides, pero cuando se evita esto, son impactantes y aciertan de lleno. Esta es la más ochentera: algo de órgano y el bajo que hace los enganches entre partes con elegancia.

“Cielos donde volar” es una balada sentida, pero con un final esplendoroso, igual que “El temporal”, asuntos sentimentales que pueden recordar al Loquillo de “Cadillac solitario” en la evocación de antiguos amores, sin glucosa y con rabia austera. Son los dos valores del disco: unas músicas en las que se demuestra talento melódico y unas letras que se moldean con líneas perfectas y en las que te reconoces, aunque no lo hayas vivido.

Anterior crítica de discos: Hay un lugar, de Delafé.  

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