From out of nowhere, de Jeff Lynne’s ELO

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DISCOS

«Jeff Lynne hace los discos que a veces nos gustaría recibir de McCartney: catálogos de buenas canciones, con su firma de siempre y sonando como siempre»

 

Jeff Lynne’s ELO
From out of nowhere
SONY, 2019

 

Texto: TITO LESENDE.

 

Sobre su décimo cuarto disco en estudio defendiendo (directa o indirectamente) la marca ELO, dice Jeff Lynne que es un trabajo optimista y esperanzado. En una escucha casual, el melómano advertiría mínimas diferencias con respecto a su antecedente más inmediato, el dignísimo Alone in the universe (2015). Esto es porque From out of nowhere, concebido a lo largo de dos años, es un álbum de horma clásica que apesta a Lynne.

Palmeamos poco a este inglés, que pronto cumplirá 72 años y, sin alharacas, ha dejado en el pop contemporáneo una presencia formidable. Entre 1974 y 1977 entregó una serie de cuatro elepés brillantes al frente de la Electric Light Orchestra. Prudente, supo dar un paso atrás en los difíciles años ochenta y se reconvirtió en productor y propulsor de George Harrison, Roy Orbison o Tom Petty, pero, en cierta medida, todos acabaron sonando un poco a él. Lo mismo que los Traveling Wilburys, el supergrupo que formó con los mencionados y el huraño Bob Dylan. A mediados de los noventa fue señalado (santificado) para producir el material inédito de los Beatles en el bíblico Anthology. También eso acabó apestando a Jeff Lynne y, de nuevo, fue lo mejor.

En otoño de 2019, ya septuagenario, Jeff presenta otro álbum a la vieja usanza: diez canciones en poco más de media hora. Por descontado, él toca, canta, programa y produce casi todo lo que suena en From out of nowhere. Comenzó por el tema titular, cuya sucesión de seis acordes se le apareció sin más, ha dicho, pidiéndole disco. La inaugural “From out of nowhere” recuerda a Lennon y a McCartney a la vez. El estribillo es pura ELO, con esas réplicas robóticas que Lynne pusiera de moda en la década de los setenta. Steve Jay, su ingeniero habitual, aporta un poco de percusión solemne.

Continúa “Help yourself”, que mantiene algunas premisas de base: una melodía elaborada sobre un colchón rítmico sin sobresaltos; sintetizadores y cuerdas arregladas con teclados; acordes menores que nos ponen cara de tonto; capas prietas de coros con la única voz de Jeff; y una guitarra solista que resucita al bendito Harrison. “All my love” es AOR de siempre, hágase el lector una idea, como Toto o Chris Rea o la propia ELO en 1979, y coloca algunos acentos rítmicos interesantes. Y así transcurre el disco, por caminos agradables al oído, que eventualmente terminan en piezas como la maravillosa “Losing you”, un medio tempo cortado por el mismo patrón que “Telephone line”, hito de la ELO con el que comparte cadencia y espíritu. De hechuras canónicas, esta obra podría pertenecer al repertorio de Lynne en 1976 o al de Aerosmith en 1989. Una vez más, las cuerdas, los acordes menores y la guitarra slide invocan a los Beatles de Abbey Road (1969). Pondrá el vello en pie a cualquier melómano de esa escuela.

La segunda mitad del disco contiene la rockera “One more time”, con la colaboración a las teclas de otro miembro de la ELO original: Richard Tandy. Divierte el contraste entre el solo melódico de sintetizador y el piano casi percusivo, a dos dedos, que llega detrás. El seguidor de Lynne ubicará este tema en las mismas coordenadas del viejo “Hold on tight”. Otras composiciones de corte clásico son “Goin’ out on me” y, especialmente, “Songbird”. En esta, que echa el cierre al álbum, una base de órgano sustenta arreglos y melodías que parecen haber estado ahí desde el principio de los tiempos. Hay un estacato imperial de guitarra, un solo precioso y unos coros en falsete que son para darles de comer lo que pidan.

From out of nowhere es otra faena notable de un artesano al que casi nada se puede reprochar. En cierto modo, Jeff Lynne hace los discos que a veces nos gustaría recibir de McCartney: catálogos de buenas canciones, con su firma de siempre y sonando como siempre. Su mérito es permanecer fiel a la fórmula sin perder la inspiración; esa capacidad de fascinarse con ideas frescas que, inevitablemente, aluden a aquellas que un día nos hicieron amarlo.

En otoño de 2019, Jeff Lynne dice que su nuevo álbum es optimista, que es momento de esperanzarse. Un majadero lidera la primera potencia económica del planeta. Hay bombas en Siria y una revuelta social en Chile. El Reino Unido se va (pero no se va) de Europa. El Mar Menor es un vertedero orgánico. Las redes sociales gritan en el nordeste de la Península Ibérica y anhelamos comunicación en la era de la comunicación. Hay amores que se apagan, personas que se apagan, malas y buenas noticias, cambio climático, un vecino influencer, equipos que ascienden porque otros descienden. Pero tenemos la garantía de Jeff Lynne, una baliza pop en medio de la confusión. Por un rato de algo más de media hora, en efecto, el mundo es un lugar amable en el que uno puede besar a su madre, a su perro, a su esposa, al cartero. From out of nowhere dice que Jeff, al menos, permanece en su sitio, y eso está bien.

Anterior crítica de discos: La chispa, la llama y el humo, de Fon Román.

 

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