“Siempre he preferido la foto de directo al retrato, ya que el trato con el fotografiado está sujeto a la improvisación, a luces cambiantes, a actitudes diversas y a una fuerza expresiva que solo se puede dar en directo”
En activo desde 1984, el buen hacer fotográfico de Xavier Mercadé está fuera de toda duda. Lo habitual es verle a pie de escenario, el tipo de imagen que más le gusta captar. Se lo cuenta a Arancha Moreno.
Texto: ARANCHA MORENO.
Foto de Xavier Mercadé: FERRÁN AMADO. Resto de fotografías: XAVIER MERCADÉ.
Cuenta Xavier Mercadé (Barcelona, 1967) que fotografiar conciertos tiene algo especial, inasible y fuera de todo control que le fascina. Por eso lleva haciéndolo desde 1984, en revistas del grupo Enderrock, para grupos, diarios… y recogiendo parte de su trabajo en varios libros: “Pasión por el rock”, “Jump rock”, “Freaks, la cara oculta del rock”, “Odio obedecer” y “Balas perdidas”. Tres prolíficas décadas de un trabajo en el que aún le queda algún sueño por cumplir.
¿Cuándo, cómo y por qué empezaste en la fotografía musical?
Año 1984. Después de un año realizando fanzines al más puro “háztelo tú mismo”, decidí que ya estaba bien de piratear las fotos de otras publicaciones y empezar a tener material propio. Así que decidí coger la cámara familiar y plantarme en las primeras filas de los conciertos con ella o llevarla en las entrevistas que hacía a los músicos. A esto hay que unirle un laboratorio fotográfico en blanco y negro que heredé de mi hermano mayor, muerto por accidente poco antes. De manera totalmente autodidacta empecé a revelar mis propios carretes. Posteriormente vi que podía ser una buena salida y entré a estudiar fotografía en la Escola de Mitjans Audiovisuals (EMAV) de Barcelona.
Dentro de este sector, ¿qué tipo de foto te gusta más hacer, y por qué?
A principios de los 80 devoraba casi obsesivamente toda la prensa musical que caía en mis manos, empezando por “El Gran Musical” y revistas con poco nivel de exigencia hasta que descubrí la revista “Vibraciones”. Allí estaban las fotos de Francesc Fàbregas que me mostraban conciertos a los que no podía ir y que podía imaginarme gracias a aquellas imágenes. Los iconos del rock en forma de fotografía de la mano de quien considero un maestro y, con los años, un buen amigo. Siempre he preferido la foto de directo al retrato, ya que el trato con el fotografiado está siempre sujeto a la improvisación, a luces cambiantes, a actitudes diversas y a una fuerza expresiva que solo se puede dar en directo.
¿Recuerdas cuál fue el primer encargo del que fotógrafo y músico quedasteis realmente satisfecho?
El recuerdo musical es El Último de la Fila tocando ‘Aviones plateados’ el mediodía de un caluroso día del mes de noviembre de 1986 mientras un avión cruza el campus universitario de Bellaterra. Manolo García con pose chulesca y Quimi Portet pegando un buen salto (una de mis obsesiones fotográficas) captados por mi cámara. La gente del management me pidió fotos y encima me las pagaron, una forma de actuar que siempre ha honrado a la gente de Perro Records. No recuerdo el importe, esto fue lo de menos, sobre todo cuando descubrí al cabo de unas semanas que la foto se publicaba en la carpeta interior de “Nuevas Mezclas” (PDI, 1987) y en la contraportada del single “Son cuatro días”. Después de años autopublicándome las fotos y haciéndolo por pura afición insana, por fin veía una foto mía publicada en un disco y encima de una de mis bandas preferidas.
“El recuerdo musical es El Último de la Fila tocando ‘Aviones plateados’ un caluroso día de noviembre de 1986 mientras un avión cruza el campus universitario de Bellaterra”
¿Acostumbras a manejarte más en la fotografía de directo, o también haces sesiones de fotos para portadas de discos, promociones y trabajos similares?
No me siento a gusto haciendo fotos promocionales, teniendo que decirles a los músicos lo que tienen que hacer o cómo se han de colocar y después supeditarlo todo a una iluminación concreta. En el directo los músicos actúan como lo que son y como son sin más, con todo el teatro que quieran añadirle o con toda la sencillez que quieran mostrar.
¿Qué fotos tuyas podemos ver en libretos de discos?
Hay fotos mías en discos de El Último de la Fila, Manolo García, La Gran Pegatina, Sopa de Cabra, Schizophrenic Spacers, Jabier Mugurza, en la reedición del “Tormentas imaginarias” de 091 o en la de “Anti-Todo” de Eskorbuto, Skatalà, Glaucs, Los Ángeles, Los Diablos, Woody Allen, The Godfathers, Sangtraït, Pere Tàpias o incluso en recopilatorios diversos de mákina y bakalao.
Volviendo a tu especialidad, el directo, ¿a qué músicos has fotografiado con más frecuencia desde tus inicios?
Creo que mi ranking particular estaría entre El Último de la Fila, Sopa de Cabra o Love of Lesbian con todas sus ramificaciones y carreras en solitario. Estos y otras bandas como La Pegatina, La Banda Trapera del Río, Dani Nel·lo, Txarango, Porco Bravo, Maika Makovski, Burning, Fermin Muguruza o decenas de grupos y artistas más. Me encuentro muy a gusto fotografiándoles y me siento especialmente feliz cuando me descubren en algún rincón y no dudan sonreírme y saludarme. En ese momento sé que no estorbo y que harán lo posible por facilitarme el trabajo. Me siento afortunado cuando descubro esta relación delante de un escenario.
Tengo entendido que eres muy seguidor de los Rolling Stones, y en una entrevista comentaste que tu foto favorita es una que le hiciste a Keith Richards en directo, en el 92. ¿Dónde la hiciste, y por qué es tan especial?
En mi casa tengo tres estanterías dedicadas a los ya citados El Último de la Fila, otra a los discos de David Bowie y una tercera a todo el material que he conseguido recopilar (ojo, no digo coleccionar) de los Rolling Stones. Son la imagen viva de lo que significa el rock and roll como estilo de vida hasta sus últimas consecuencias, siendo los creadores de los estereotipos ligados al sexo, drogas y rock and roll. La gira de Keith Richards en el año 1992 fue una oportunidad única para fotografiarle en una distancia corta y en una sala de conciertos, hasta casi poderle dar la mano. Un lujo.
“(Los Rolling Stones) Son la imagen viva de lo que significa el rock and roll como estilo de vida hasta sus últimas consecuencias”
¿Sigue siendo tu foto favorita, o tienes otras?
Tengo muchísimas más preferidas, casi miles. Esto es un aprendizaje constante en que los errores y las virtudes se evalúan a diario con la edición y se aplican inmediatamente a las fotos del día siguiente. El error de un día te obliga a reflexionar y a conseguir un éxito al siguiente. Y como digo siempre, mi mejor foto es la última que he hecho. En este caso lo dejaremos en los históricos La Banda Trapera del Río tocando en las calles de mi barrio (Sants) el pasado 26 de agosto.
“Esto es un aprendizaje constante en que los errores y las virtudes se evalúan a diario con la edición y se aplican inmediatamente a las fotos del día siguiente”
¿Qué factor consideras más importante en una fotografía musical?
Que apasione, que emocione, que pueda revivir el concierto con una sola imagen que en la mayoría de las ocasiones está hecha durante las tres primeras canciones. A todo ello hay que añadir una serie de normas no escritas (o quizás sí) de composición y buen gusto. A nivel personal siempre intento, aunque no siempre lo consigo, no usar el blanco y negro más que para el archivo histórico que tengo hecho en este formato, intentar mantener siempre la verticalidad u horizontalidad en la imagen (nada de fotos torcidas) y el uso mínimo e imprescindible del flash.
Repasando tu página de Facebook, he visto una foto (fantástica) que le hiciste a Porco Bravo, tocando la guitarra, que parece echar chispas desde el mástil. En otra imagen parece que algo le arde en el pecho a otro de los componentes. ¿Son reales? ¿Cómo las hiciste?
Porco Bravo es una magnífica banda de Baracaldo además de unos excelentes muchachos. Desde que los vi como teloneros de Turbonegro en el año 2014 me di cuenta de que allí tenía una banda con todos los elementos que quería en un grupo: canciones, actitud inquebrantable, espíritu freak, cabezonería y un líder que está como una verdadera regadera. Manu es capaz de graparse el setlist en el pecho y pegarle fuego, hacer moshing sobre las cabezas del público con una bengala metida en el culo o sacar una tabla de surf al final del concierto. Es imposible no amar a una banda que sea capaz de hacer esto durante su actuación. Son los conciertos que me fascinan, aquellos en los que pasan cosas, grupos y músicos que no se limitan a ofrecer solo su repertorio, sino que ofrecen todo un espectáculo. Es por esto que en el año 2010 publiqué el libro “Freaks, la cara oculta del rock” (Quarentena Ediciones) dedicado a esta panda de zumbados.
“Los conciertos que me fascinan son aquellos en los que pasan cosas, grupos y músicos que no se limitan a ofrecer solo su repertorio, sino que ofrecen todo un espectáculo”
A lo largo de tu carrera, ¿hay alguna foto que te haya sorprendido de forma especial al revisar el material?
A mediados de los 80, cuando cursaba mis estudios de fotografía, descubrí la escena punk y alternativa de Barcelona, sus bares, sus conciertos y su particular universo e hice muchas fotos que formaban parte de mis trabajos en la escuela. Acabé fotografiando a bandas, manifestaciones y los ambientes libertarios de la época, pero durante años estos negativos estuvieron guardados en un cajón criando malvas. Al cabo de décadas se puso en contacto conmigo el activista Joni D. pidiéndome si podía revistar aquel material para el libro que estaba preparando, “Que pagui Pujol!” (La Ciutat Invisible, 2010), en el que revisaba aquellos años de lucha. Paralelamente, Jordi Llansamà del sello Bcore también me pidió que sacara polvo al archivo para su libro “Harto de todo” (Bcore, 2011), que también indagaba sobre los orígenes del underground punk de la ciudad. Revisando aquellas fotos me di cuenta de la inmensa fuerza de aquel archivo social y cultural, unas fotos que nadie más tenía y que sacaban a la luz una parte de la historia de la ciudad. Gracias a esas imágenes publiqué el libro “Odio obedecer” (Quarentena Ediciones, 2011) y además cambió radicalmente mi punto de vista en la fotografia. Hasta entonces llevaba muchos años centrado en lo que pasaba encima del escenario sin buscar lo que rodeaba al concierto, ya fuera el público, el ambiente o su entorno. Con los años descubrí que las fotos que hacía para acabar un carrete eran quizás más importantes que las del concierto en sí. Imágenes que mostraban unas formas de actuar, vestir y vivir anclados a una época concreta.
En nuestro Fotopress, hace cuatro años, te propusimos la opción de rescatar a un grupo del olvido, y elegiste a 091 con esta reflexión: “Lo tenían todo: actitud, letras inteligentes, un gran cantante, un puñado de buenas canciones, directos incendiarios, pasión por el rock sin olvidar las raíces… ¿Qué falló? Nadie lo sabe”. Quería saber qué te pareció su regreso, si has podido fotografiarles en la gira del año pasado y qué sentiste al hacerlo.
Tuve la fortuna de poderles ver en el primer concierto de la gira de retorno en el festival Actual de Logroño el 3 de enero de 2016, una bonita manera de empezar el año. Después los pude volver a ver en el Madcool de Madrid y el festival Cruïlla de Barcelona. Fue un regreso más que digno, con un repertorio a prueba de bombas y un directo que hacía honor a la leyenda. Poder volver a verles encima de los escenarios fue un sueño cumplido. 091 era una de mis grandes reivindicaciones cuando escribí el libro “Balas perdidas” (66 RPM Edicions, 2012) cuando decidí que tenían que ilustrar la portada.
Voy a pedirte que te detengas a reconstruir aquel concierto de Sinatra al que acudiste en 1992, en el Palau Sant Jordi. ¿Pudiste fotografiarlo?
En aquel momento no estaba en ningún medio de comunicación relevante y no conseguí el photopass y tuve que conformarme con un pase de prensa para verlo desde la grada. El concierto fue impresionante, poder ver a toda una leyenda de su calado no ocurre cada día. ¿Momento para el recuerdo? Cuando copa en mano presentó a su “amigo Jack Daniels” a la ciudad de Barcelona.
¿Los fotógrafos de directo trabajáis con comodidad, o hay cosas que impiden vuestro buen hacer?
Hay muchos inconvenientes, a menudo espacios no preparados para poder trabajar con comodidad. A menudo hay una desconfianza al hecho de llevar una cámara que no se corresponde con la realidad. Entiendo que nos limiten el tiempo para poder estar en una zona de seguridad como es el foso de un concierto, pero resulta absurda la persecución que en ocasiones hay después de este tiempo obligándonos a dejar las cámaras en zonas sin la seguridad necesaria o a abandonar el local. El agravio es mayor cuando ves que el público está grabando y fotografiando el concierto con total impunidad con sus móviles desde la primera a la última canción. Otros problemas habituales son operadores de luz que no entienden que la gente paga para poder “ver” un concierto y lo llenan todo de claroscuros y contraluces o encargados de seguridad excesivamente celosos de su trabajo.
¿Notas muchas diferencias a la hora de fotografiar a figuras nacionales e internacionales? Si con unos hay más condiciones que con otros, la actitud del propio retratado, etc.
Con los grupos internacionales la paranoia es mayor. Además de las restricciones de tiempo y espacio en muchas ocasiones, cada vez más a menudo nos sitúan en espacios alejados del escenario como puede ser la mesa de sonido. La intención es que las fotos que salgan de aquel concierto sean uniformes, que nadie pueda distinguir entre una foto hecha en Londres, México o Valencia y así preservar los derechos de imagen de sus artistas. El caso más absurdo fue en el concierto de Beyoncé del año 2007, en que tan solo pudimos fotografiar treinta segundos de la primera canción desde la mesa de sonido y vigilados atentamente por un fornido exmarine de 2×2.
Entre las figuras internacionales, aparte de Keith Richards, he visto a The Cure, George Michael, Leonard Cohen, Van Morrison… ¿Recuerdas algo concreto de esos trabajos?
Todos los músicos de gira siguen una rutina, es un trabajo diario con un guión que intentan no alterar. En ocasiones he podido ver chuletas enganchadas en el suelo recordando la ciudad y la sala en la que están tocando para no cagarla y soltar un “Buenas noches Zaragoza” como hicieron los Slipknot en una actuación en Barcelona. La rutina llega a extremos que parecen imposibles: cuando The Police actuaron en su gira de 2007 su road manager se reunió con los fotógrafos para explicarnos todos los detalles que íbamos a encontrarnos en el escenario, y, entre las curiosidades, nos dijo que estuviéramos atentos al final de la primera canción ya que Sting daba un salto. Y así fue, era un salto que hacía concierto tras concierto.
¿A quién te ha costado más retratar, y por qué?
Bob Dylan es el artista que nunca quiere fotógrafos en su concierto, lo cual lo convierte en pieza codiciada. Quizás esta decisión sea más consecuente que los que nos envían al quinto pino a hacer las fotos. Solo he conseguido hacerle fotos en dos ocasiones, en el “Concerto dos 1000 anos” en el Estadio de Riazor (A Coruña) en que nos pusieron en el foso, pero muy alejados de él, y en el Doctor Music Festival de 1998, que ante la imposibilidad de impedirnos hacerle fotos desde el público, nos pidieron que se hicieran pero desde una distancia que no nos pillaran los de seguridad.
Llevas varias décadas dentro de este oficio, y te has convertido en uno de los fotógrafos españoles más reconocidos. ¿Cuál crees que es tu sello de identidad?
La constancia e intentar llevar el archivo lo más ordenado posible. Son poco más de once mil conciertos y actos fotografiados y no puedo permitirme el lujo de perderme entre negativos sin fechas y archivos sin editar, ¡que también los tengo!
¿Trabajas en otros campos ajenos a la música?
Tengo la suerte de trabajar en lo que me gusta. Hace casi 25 años junto con otros compañeros fundamos la revista Enderrock y es donde ya llevo mucho tiempo invirtiendo sangre, sudor y lágrimas llevando la edición gráfica y también partes redaccionales.
Pareces muy ecléctico a la hora de fotografiar a músicos: desde un cartel de Albert Pla a una actuación de Bertín Osborne. ¿Siempre trabajas por encargo, o buscas también a quién retratar por algún proyecto que tengas entre manos como, por ejemplo, un libro?
Es un vicio. No puedo quedarme en casa viendo la tele sabiendo que hay un concierto cerca. Así aprendes a amar a Albert Pla o quizás a odiar a Bertín Osborne, o al revés, pero con conocimiento de causa, habiendo visto como defienden su obra en directo y ante un público que ha pagado gustosamente para verles. Con los años creo que me he ganado el respeto de muchas promotoras de conciertos que ven que mi trabajo es serio, que siempre he intentado acatar las normas (a menudo absurdas) que en ocasiones nos imponen y que mi trabajo es un archivo basado en la constancia. Por esto tengo la fortuna de poderme gestionar yo mismo mi agenda y decidir dónde ir. Un retrato de la actualidad musical pasa por Muse o Coldplay, pero también por Behemoth, Status Quo, Gemeliers o Isabel Pantoja, y me interesa captar este intenso caleidoscopio. El mundo editorial no está en su mejor momento y ningún editor está dispuesto a jugarse la pasta con tanta alegría como hace unos años. ¿Proyectos? Con el archivo que tengo, 11.000 conciertos fotografiados, podría hacer libros sobre la canción ligera española, el heavy metal (por cierto, el mejor público del mundo), las divas del pop, el indie de los 90, el jazz mediterráneo o la historia de las boys-bands o el death-metal melódico.
Al hilo de esto, ¿sueles exponer y publicar con cierta frecuencia?
Han de ser propuestas que me atraigan mucho o que cuenten con un presupuesto. La gente del Euskal Etxea me hizo recientemente una propuesta a la que no me pude negar: exponer las fotos que hice de las bandas del Rock Radical Vasco durante los años 80 en Barcelona. Kortatu, La Polla Records, Cicatriz, Tijuana in Blue, Eskorbuto, Barricada… El mes de noviembre podrá verse en una sala del centro de Barcelona.
¿En qué andas trabajando ahora?
En conseguir vivir y sobrevivir día a día.
Dentro de la fotografía, ¿qué sueños has cumplido, y cuáles te quedan por cumplir?
Me faltaría poder hacer una exposición integral, pero este también es un proyecto a largo plazo. Molará verla cuando sea un abuelete contando sus batallas fotográficas.