Flores del recuerdo, de Viaje a Sidney

Autor:

DISCOS

«No hay nada especial, simplemente ese don para llegar a las melodías perfectas y clavar la estructura de la canción»

 

Viaje a Sidney
Flores del recuerdo
Lunar Discos, 2022

 


Texto: CÉSAR PRIETO.

 

Hay discos que no están hechos para ser originales o novedosos, que no abren nuevos caminos, ni deforestan caminos olvidados. Su valor estriba en contener hermosas canciones, estribillos luminosos y cierto ímpetu juvenil. Todo aquello que proporciona placer inmediato a la primera escucha, pero que a la vez reclama una segunda y una enésima. Y así respira el primer disco de Viaje a Sidney.

Pese a esta lozanía, se trata de unos veteranos –es su cuarto año como grupo– que proceden de otras bandas que llevan años en la palestra como Capitan Sunrise o Alborotador Gomasio, que en sus conjuntos anteriores ya practicaban este encaje entre guitarras potentes en el ritmo, magia en los arreglos y melodías diseñadas con una precisión de reloj suizo. No en vano tienen detrás cincuenta años de pop, del que aprovechan todo lo que pueden y lo adaptan a su personalidad.

Vayamos a los sesenta. “Como un santo” es como una de esas canciones de esa década que partían del flamenco para entremezclarlo con beat, y cuyo prototipo idearon Los Brincos. Viaje a Sidney presenta un sonido cañí basado en esa energía que siguieron practicando Gabinete Caligari o Seguridad Social en ciertas épocas, y lo hace con estribillos perfectamente asumibles por el pop actual. Los de “Flores en el recuerdo” son modélicos en este sentido.

Porque también ponen el cursor en pautas de los ochenta. “Después, el incendio” las adopta sin complejos, y su estribillo rememora sin complejos a Danza Invisible o La Granja, aunque en la época fueran sonidos antitéticos. “Pasar pantalla” es más afín a Tequila, con recuerdos lejanos. No hay nada especial pues, simplemente ese don para llegar a las melodías perfectas y clavar la estructura de la canción, como es el caso de “Otra vez”. Nada especial, sí, pero enormemente adictivo.

Este sonido tiene un peligro, en ocasiones puede tender a la banalidad, no es difícil que se deslice hacia ella, pero Viaje a Sidney la salva con elegancia, con poder en los estribillos, con letras melancólicas y con esos guitarrazos castizos que aparecen, por ejemplo, en “Ley de sombras”. Y si hablamos de fuerza, al culmen de la potencia guitarrera y de las melodías en combustión se le ha solido llamar power pop, y “Huesos secos” es la que más se acerca al estilo. La potencia de las guitarras sostiene a la melodía con fuerza y le ofrece consistencia.

Aún tienen magín para hacer pequeños experimentos, y así “Pájaros” es una medio rumba canalla que habla de esas salidas nocturnas que buscan una plenitud que nunca se encuentra. Quizás no la hayan encontrado todavía ellos en su música, aunque este sea un disco magnífico y casi la tocan; pero apuntan unas ideas, unas maneras y una cultura musical que les puede llevar sin problemas a abrazarse a ella en futuros discos.

Anterior crítica de discos: Sketches, de Ducktails.

 

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