Every loser, de Iggy Pop

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DISCOS

«Uno de nuestros héroes está de regreso y, por fin, y llevaba años sin que pudiéramos decirlo, el disco es digno para hablar de quien estamos hablando»

 

Iggy Pop
Every loser
ATLANTIC, 2023

 

Texto: EDUARDO IZQUIERDO.

 

Ya iba siendo hora de que Iggy Pop se fuera dejando de tonterías. El padrino del punk era otro de la larga lista de músicos de rock and roll (Bob Dylan, Willie Nelson…) que se habían acercado demasiado al mundo del crooner. Y oigan, ni con cola. No entiendo esa manía que muchos músicos tienen a cambiar solo porque han cumplido años. La chorrada de que no puedes estar haciendo rock and roll a partir de una cierta edad, no se la cree ni el que la dice. Ya saben lo que decía Lemmy de Mötorhead: «Si piensas que eres muy viejo para el rock, es que lo eres». Otros, como Neil Young, con sus idas y venidas, han dejado claro que se puede y, me atrevo a decir, que se debe. ¿Que los músicos quieren hacer otras cosas? Perfecto, están en su derecho. Pero a mí no me vengan con milongas. Y eso es lo que ha hecho Iggy Pop definitivamente con este Every loser. Ya lo intentó con aquel Post pop depression (2016) junto a Josh Homme, semi fallido, aunque con cosas rescatables. Pero es que después de sus acercamientos a la chanson francesa, todo nos sabía a gloria. Luego volvió a darnos el peñazo con el aburrido Free (2019). Así que su vuelta al redil no puede sabernos mejor.

Leía hace unos días en ese excelente blog musical que es Exile Magazine sobre este disco que «la Iguana encandila incluso cuando sabes que te está vendiendo la moto», y me pareció una definición perfecta del álbum. Porque tú sabes, y él también, cuáles son los trucos a emplear. Energía inicial con temas como “Frenzy”, vueltas a la etapa más Bowie de su sonido como en “Strung out Johnny” y una buena dosis de invitados. Ahí encontramos a Chad Smith de los Red Hot Chili Peppers, Duff McKagan de Guns N’ Roses o al desaparecido Taylor Hawkins de Foo Fighters. A todo esto le añades un productor que sabe cómo sacar partido comercial al temita, escoges a Andrew Watt que ha trabajado con ¡Justin Bieber!, y ya lo tienes. Luego solo te falta salir en prensa y decir que has hecho un disco como los que hacías antes. ¿Criticable? No, básicamente porque todo es verdad. De hecho, en algunas canciones como “Neo punk” incluso te puede dar por pensar en los Stooges, y eso ya son palabras mayores.

Iggy rockea de lo lindo aún —aseguran los que lo han visto en directo recientemente que está en muy buena forma— y es de agradecer que nos dé muestras de ello. Lástima que todavía ande empeñado en colarnos algún spoken word como “My animus” o que “The news for Andy” no encaje de ninguna manera en el ambiente del disco, pero son un par de interludios que nos debemos tomar como un simple divertimento. Sin más.

El caso es que uno de nuestros héroes está de regreso y que, por fin, y llevaba años sin que pudiéramos decirlo, el disco es digno para hablar de quien estamos hablando. Luego ya vendrán los que lo verán bien, notable o incluso una obra maestra. Yo, con que me siga emocionando puntualmente y que se olvide de querer ser Dean Martin, tengo suficiente.

Anterior crítica de discos: Strays, de Margo Price.

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