Espacios infinitos, de Lori Meyers

Autor:

DISCOS

«El oyente encuentra lo que espera de ellos: una cuota valiosa de hits sazonada por una depuración de estilo»

 

Lori Meyers
Espacios infinitos
UNIVERSAL, 2021

 

Texto: EDUARDO TÉBAR.

 

Lori Meyers llevan más de veinte años juntos. Lo lograron: convirtieron una pasión juvenil en su oficio. Es la banda más exitosa que ha salido de Granada a lo largo de este siglo (que no es poco). Y en su cancionero tienen probablemente el mejor fondo de armario de este país para ofrecer un directo tan variado como imbatible. En la última década han abrazo los placeres sintéticos, calibrando la graduación para mantener el tipo en un difícil equilibrio entre comercialidad y creatividad. No hay en su trayectoria volantazos sospechosos: el tránsito del viejo al nuevo indie, es decir, de Cronolánea (2008) a Cuando el destino nos alcance (2010), les aupó en un proceso que mezclaba curiosidad y coyuntura. Por el camino perdieron a unos pocos fieles (más en el sector de la crítica que en la calle) para conquistar en cambio a un público mayoritario y transversal en un contexto favorable. El grupo siguió su ascenso regular, en un partido a partido choliano, con el estigma, eso sí, de pasar de trabajar con productores como Mac McCaughan (Superchunk), Thom Monahan (PerniceBrothers) o Ken Coomer (Wilco) a intentar ensanchar la paleta en la cresta de la ola.

Hoy sobran este tipo de disquisiciones para entender el trabajo de Lori Meyers. Su repertorio histórico está ya hecho. Que una formación tan bien dotada para las melodías y las guitarras de antaño se empeñe en explorar caminos una y otra vez con nuevas capas de sonido, sin que la probeta se les termine yendo de las manos, tiene su mérito. El tiempo ha demostrado que su querencia por los sintes no fue la oportuna flor de un día. Espacios infinitos, su séptimo álbum, continúa la estela de En la espiral (2017). Esto significa que el oyente encuentra lo que espera de ellos: una cuota valiosa de hits (sí, munición festivalera, blablablá), sazonada por una depuración de estilo en la que han contado con la mano cómplice del británico James Bagshaw (Temples), con quien empezaron a entenderse cuando produjo (con buen tino) el último de Anni B Sweet. Por cierto, los pasajes con coros de la malagueña son una delicia.

Espacios infinitos no rompe lo que ya funcionaba. No convencerá a los apóstatas ni desagradará a los prosélitos. Quienes observan tics odiosos en su música los seguirán viendo. Quienes aprecian los matices que Noni, Alejandro y Alfredo suelen dejar entre vetas se llevarán gustosas sorpresas. Se nota el tiempo extra que les ha proporcionado la pandemia (el covid se cebó hasta con la fábrica de discos, con los consiguientes retrasos de lanzamientos de Universal) para pulir aspectos.

El coronavirus también contagia las letras por momentos. Como la evidente “Fatiga pandémica” (una expresión muy de Noni estos meses), que en realidad parece reflejar los anhelos del cantante cuando toca encarar los cuarenta.Hablan de la nueva normalidad en “Seres de luz”, otro single en potencia. Rascando un poco, hallamos pop atemporal y soleado en la preciosa “Primaveras”. “Mis fantasmas” presenta más de cinco minutos de elegante introspección: una compleja y lograda arquitectura, tan evasiva como sugerente. “Un último baile” recuerda la pulsión rompepistas de Daft Punk. Alejandro, fiel a la costumbre, aporta y canta su joya de rigor, en este caso “En el espejo”. Y “Viento del norte” apuntilla una fórmula que, aunque manoseada, no se agota.

¿El resto? Los singles marca de la casa de estos tiempos, con sus trucos, sus adhesivos y sus bondades. “Punk”, con su inmediatez, y título y letra llenos de ironía, entronca el pasado y el presente de los granadinos. En “Hacerte volar” juntan de una tacada atmósfera progresiva, soniquete bakala y estribillo pegajoso. Y “Presente” evoca un carpe diem frente al mar, sensaciones similares a las de “No hay excusa”. Lori Meyers son grandes porque suenan como los grandes sin dejar de sonar a sí mismos, aunque queden cada vez más lejos aquellos discípulos encantadores y aventajados de Los Planetas y Los Ángeles.

Anterior crítica de discos: How long do you think it’s gonna last?, de Big Red Machine.

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