“Eliseo Parra. Nunca perseguí la gloria”, de Rafael Alba

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LIBROS


“Uno siente una mezcla de ilusión y optimismo al leer el libro”

 

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Rafael Alba
“Eliseo Parra. Nunca perseguí la gloria”
EDITORIAL CANELA

 

Texto: CÉSAR PRIETO.

 

A los que empezamos a escuchar música en los ochenta, nos suena indefectiblemente el nombre de Eliseo Parra, sobre todo si sentimos curiosidad por otros estilos de los que proponían las radiofórmulas. Así a la brava, podríamos decir que se dedicaba a la música popular —recuperación y canciones—, que se le apreciaba en algún programa de Radio 3 y que dentro de su estilo era de los más reconocidos. Llega, sin embargo, la biografía de Parra y nos encontramos con un personaje al que llamar fascinante le haría un flaco favor. Es mucho más que eso.

Previa a esos ochenta, gozó de una andadura musical que ya querrían para sí muchos músicos de relumbrón. Desde su pequeño pueblo de Sardón de Duero, este niño que asombraba a sus vecinas cantando por Joselito aterriza en Barcelona, buscando su familia mejores condiciones laborales. Allí es deslumbrado por los Beatles y, a finales de los sesenta, funda su propia banda: Mi Generación. ¿No la conocen? Pues Mi Generación son palabras mayores. Se trata de uno de esos grupos con mala suerte, que prometían mucho, pero a los que la fortuna no permitió desarrollarse. Con actuaciones constantes, músicos de sesión que valían para cualquier terreno —El ‘Paco, Paco’ de Encarnita Polo es suyo— únicamente llegaron a grabar un elepé y un segundo que quedó inédito. Los fans japoneses, que sienten delirio por ellos, han conseguido que se recupere todo el material. Canción destacada: ‘Triste y solo’.

Rota la formación, se introduce en el ambiente de jazz y salsa de Barcelona, en plena onda layetana, y forma otro grupo que ha quedado escondido: Sardineta, una loca agrupación verbenera que montaba impresionantes performances y que era capaz de salir al extranjero sin ningún bolo contratado y volver con dinero. Y de allí pasa a un tercer grupo con discos grabados, pero perdidos por la mano caprichosa del azar: la Sonora Catalana, que fue fértil desembarco de música cubana y que le permitió ser prestigioso músico de sesión y colarse en discos míticos como los de Gato Pérez.

Con Sardineta conoce por primera vez la música de raíz y en los ochenta se instala en Madrid, cambia de registro y lo intenta con una agrupación de tecno-folk —las fotos son impagables—: Mosaico. Hay divertidas anécdotas de Chicho Sánchez Ferlosio, al que acompañaba, y una visión de la movida madrileña, de la que se apartó, aunque conoció a todos sus protagonistas. Hubo entonces un pequeño auge de la salsa en la capital, del que Eliseo participó, aunque combinando este trabajo con otro en el que rebuscaba entre música tradicional. El trabajo de campo se combina con la preparación de discos, con las producciones, con las clases, hasta hacer de él un referente a la manera de otros grandes de lo popular como Joaquín Díaz.

Todo el capítulo que aborda esta dedicación a la música popular es más expositivo, se desliza entre datos, discos… sin tantas impresiones de paisaje hasta llegar al final en el que un cedé recoge dieciséis canciones que abarcan toda su trayectoria, algunas inéditas. Sin desmerecer la música de raíz —a descubrir, con discos definitivos por parte de nuestro autor—, uno siente una mezcla de ilusión y optimismo al leer el libro. Algo impensable un mes atrás: si en este momento alguien me preguntara cuál es el músico que mejor define lo que pasó en España en los años setenta no lo dudaría un momento. La respuesta es Eliseo Parra.

Anterior crítica de libros: “Paul McCartney. La biografia”, de Philip Norman.

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