El regreso del primer Keith

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«No solo es un sobresaliente ejercicio de riffs y canciones, sino que supuso que los Stones volvieran a facturar álbumes a la altura de su leyenda»

 

Tres décadas después de su publicación, se reedita el debut solista de Keith Richards, Talk is cheap, con temas inéditos del guitarrista de los Stones. Un lanzamiento que analiza Ignacio Reyo.

 

Keith Richards
Talk is cheap
BMG, 2019

 

Texto: IGNACIO REYO.

 

Los queridos y añorados años ochenta. Esos años en los que se piensa que la gente iba vestida como en la serie Miami vice y escuchaba Duran Duran y Spandau Ballet sin parar. Años en que en España La Movida, formada en gran parte por músicos de la clase media-alta madrileña, convivía junto al hard rock de Barón Rojo, el tedioso punk vasco o excepciones que escapaban a la regla, como los sobresalientes Radio Futura o Derribos Arias. Pero no, los ochenta no fueron eso.

En los ochenta hubo, al menos en el extranjero, muchas y muy buenas músicas. Fue la década de la new wave of british heavy metal, del sleazy, del nuevo rock americano, de dos generaciones de grupos góticos en apenas cinco años (desde Bauhaus a los notables vinilos de The Cult con la dupla formada por Dreamtime-Love), del hardcore estadounidense… todo eso y más, acotándolo a territorio anglosajón. Los ochenta también fueron una prueba de fuego para los grupos que habían triunfado en los setenta, ya fuera de manera temprana o más tardía. Un examen a conciencia tanto para Aerosmith como para The Clash. Los discos que editaron están ahí. Que cada uno saque sus conclusiones.

Teniendo en cuenta que muchas de las grandes bandas de los setenta lo pasaron mal en el tránsito en los ochenta, pongamos el foco en la mayor banda del mundo después de The Beatles, surgida poco después que los de Liverpool. The Rolling Stones salieron airosos con sus dos primeros discos (el debut homónimo, en 1964, y The Rolling Stones nº2, en 1965), aunque haya puristas que digan que el grupo no saca un buen disco desde Some girls, publicado en 1978, perdiendo la esencia de lo que les hizo grandes. Tatto you, editado en 1981, ya se salvaba por ser canciones desechadas en los setenta que regrabaron. Y dos años después salió Undercover. Catástrofe total. No de ventas, pero sí en cuanto a las críticas. Un disco impropio de una banda con varias obras maestras en su haber. Jagger, en esa tesitura, estaba más interesado en relacionarse con la llamada beautiful people, salir en películas y, sobre todo, intentar desarrollar una carrera en solitario, desmarcándose de los Stones. No fue tonto. Se dirigió directamente a uno de los reyes midas de la producción en los ochenta, Nile Rodgers, cofundador del grupo Chic. Hablamos del tipo que produjo Let’s dance de Bowie o el disfrutable debut de Madonna, por citar dos trabajos gigantes tanto en cuanto a repercusión mediática como en calidad artística. El tiro le salió por la culata, y la opera prima de Jagger, She’s the boss, no tuvo el éxito que él esperaba.

La fuerza motora de los Stones en los ochenta fue un Keith Richards desenganchado de la heroína, pero metido en la cocaína y el alcohol. Con estas, en 1988 Richards saca su primer disco solista que con su título lo dice todo: Talk is cheap. Saltándonos la traducción literal, hablar es gratis. Para su debut se había aliado con el batería Steve Jordan, formado una gran banda e hizo una producción que, sin dejar de ser de época, era más orgánica que los discos de coetáneos. Encima invitó a músicos cum laude: Maceo Parker, Bootsy Collins, o el mejor guitarra que ha pasado por los Stones, Mick Taylor, entre otros. Imposible que con todo eso saliera un mal disco. El álbum es variado, la composición buena, la banda no suena a músicos de estudio sino a un grupo de verdad. Algunos afortunados como Johnny de los Burning pudieron ver a Richards tocar en Madrid en los noventa en una sala de aforo medio.

Aquí es donde llega su reedición, una de las más esperadas por el fan de The Rolling Stones. Este disco no solo es un sobresaliente ejercicio de riffs y canciones, sino que supuso que los Stones se pusieran las pilas de nuevo y volvieran a facturar álbumes a la altura de su leyenda. No es el mejor disco de un Stone en solitario, se queda con la plata. Le gana el bueno de Ronnie Wood cuando había dejado The Faces por sus satánicas majestades, sin ser un miembro pleno todavía, solo un músico asalariado. Quitando ese detalle, escuchar Talk is cheap es como si los dioses te escancian maná directamente a tu boca. Ni todo un Rick Rubin pudo ayudar a Jagger en los noventa — en el único disco de Jagger notable en solitario, Wanderer spirit— a ganarle a su amado/odiado colega. Talk is cheap es demasiado Talk is cheap, valga la redundancia.

No voy a destacar canciones porque sería pecar en un revisionismo inútil. El disco está ahí desde hace treinta y un años en las cubetas de las tiendas, como para ponernos ahora a destriparlo poco a poco. Obra maestra. De lo que sí tenemos que hablar es de lo que ha aportado la reedición, o al menos la versión que me ha llegado de la reedición. Ya sabéis que en estos tiempos las reediciones van desde la versión barata a la más cara. De primeras, la portada original está remarcada alrededor por un feo diseño, como si fuera un cuadro hortera que colgara un guiri en su piso de Brighton. Pero a quién le importa el diseño si tienes seis temas inéditos de calidad. Lo mismo se puede decir de las diferentes variantes de la reedición, aquí lo que importa son esas seis joyas. De “Blues jam” a “Brute force”. Dos versiones, cuatro originales.

“Blues jam” es una delicia. No destila originalidad, pero suena a gloria. La versión de Willie Dixon de “My babe” podría haber entrado en el álbum perfectamente. “Slim” es material de fan, una bonita jam que llega a los diez minutos. La otra versión, “Big town playboy”, se resuelve perfectamente. Se nota que en estos cuatro temas está presente la guitarra de Mick Taylor. “Mark on me” podría haber ejercido de típica cara B valiosa. “Brute force” se inicia con una instrumentación rítmica casi tribal, y es que no fue idiota Richards al aliarse para producir y componer el álbum con Steve Jordan.

Conclusión: Richards ha vuelto a ganar a Jagger, que actualmente ha tenido que anular unas cuantas fechas de los Stones en tierras gringas por problemas de salud. Y no, Richards no es que sea mejor que Jagger; los dos son imprescindibles en la ecuación del grupo que tuvo como fundador al nunca suficientemente valorado Pretty Thing Dick Taylor. Simplemente, Richards no se ha dedicado a intentar venderse al público más fácil en su carrera en solitario.

 

 

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